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¿Se come más 'comida basura' cuando se está deprimido?

Hay estudios que han llegado a esta conclusión


20 de enero de 2021 - 11:33 CET
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¿Alguna vez has estado con cierto estado depresivo y has optado por comer? No estás solo. El llamado hambre emocional existe. Pero, ¿te has decidido por comida no demasiado sana? Lo cierto es que tampoco es algo extraño. De hecho, hay varios estudios que relacionan una ingesta excesiva de comida basura con cuadros depresivos en dichas personas, tal y como nos confirma el doctor Miguel Ángel Garabal, psicólogo y miembro de Doctoralia. “Efectivamente, existen bastantes estudios que demuestran una relación positiva entre las personas que tienen el hábito de consumir fast food o comida basura y el desarrollo de cuadros depresivos. La depresión es un problema bastante complejo que involucra diferentes procesos biológicos, psicológicos y sociales. Este conjunto de factores influye notablemente en el individuo produciendo una mezcla de síntomas cognitivos, físicos y emocionales que repercuten directamente en su comportamiento”, nos cuenta el experto, al que le hemos preguntado sobre esta relación.

 

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Bajo estado de ánimo

Tal y como nos explica el especialista, la depresión suele caracterizarse por un bajo estado de ánimo, un sentimiento acusado de tristeza, pena, e incluso llanto, aunque cabe destacar que la expresión clínica puede variar según la persona afectada y existen casos que también pueden presentar irritabilidad y hostilidad. “En la mayoría de depresiones, suele ser habitual la apatía, la pérdida de ilusión, y la anhedonia, es decir, la disminución de la capacidad para experimentar placer. También pueden verse afectadas algunas funciones como la concentración, el pensamiento, la psicomotricidad, y por supuesto, se puede producir falta de apetito, o por el contrario, hiperfagia (aumento del apetito)”, nos cuenta.

 

En su opinión, es importante entender que, independientemente de la severidad del cuadro clínico, la situación puede llegar a derivar tanto en estados de desnutrición como en problemas de aumento de peso (muchas veces ocasionado por el efecto secundario de algunos antidepresivos). “Desde la perspectiva psicológica, todas estas modificaciones en el apetito y, como consecuencia, en el peso, pueden producir importantes cambios en la forma de vernos, en los hábitos alimentarios, y en las conductas que desarrollamos para equilibrar nuestras emociones, pudiendo causar importantes efectos rebote. Si a todo ello le sumamos el estado de ánimo bajo, la apatía, y otros tantos síntomas característicos de la depresión, la fast food se puede convertir en una aparente solución rápida para alimentarnos, pero a la vez, algo muy dañino a largo plazo”, nos cuenta. Pero aún hay más: cabe mencionar que, si consumimos ese tipo de comida de forma habitual, desde la perspectiva bioquímica, estaremos fomentando un funcionamiento inadecuado de nuestro cerebro, y por lo tanto agravando aún más los síntomas depresivos, es decir, creando un bucle muy poco saludable.

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¿Por qué se produce esta asociación entre comida basura y depresión?

Le planteamos al psicólogo por qué cree que se produce esa asociación de la que hablamos. Y la respuesta la encontramos en las citocinas o citoquinas, de las que tal vez has oído hablar debido a la covid. “Muchos investigadores hacen alusión a la problemática que genera el elevado contenido en grasas trans, grasas saturadas, y azúcares propios de la comida rápida. Estos ingredientes están muy relacionados con el desarrollo de cuadros depresivos debido a que son los responsables de aumentar la producción de citocinas. Las citocinas producen un estado inflamatorio en el sistema nervioso central que origina una importante modificación en la síntesis de neurotransmisores y una alteración en sus funciones. También se sabe que el consumo de determinadas grasas, junto con un elevado consumo de azúcares refinados, incrementa el riesgo de depresión debido a sus efectos ansiolíticos”, nos explica el experto.

 

Pero es que, además, es importante entender que la comida basura no contiene los suficientes minerales y oligoelementos necesarios para el funcionamiento óptimo de nuestro sistema nervioso, sustituir una alimentación sana por esta clase de comida puede llevarnos a tener importantes carencias nutricionales que afectarán a las funciones más básicas de nuestro cerebro. “Cabe mencionar que además de aumentar el riesgo de padecer depresión, todas estas sustancias son las responsables de incrementar el riesgo de cáncer, obesidad y enfermedades cardiovasculares, algo que tampoco ayudaría a una persona con tendencia a padecer un cuadro depresivo”, añade.

 

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¿Un perfil de consumidores de fast food?

Nos interesa también saber si hay un perfil de personas que tiende a recurrir más a lo que conocemos como fast food o comida basura. “Muchos son los estudios sobre consumidores habituales de fast food, y en todos ellos, aparte de encontrar una clara relación entre estas personas y los cuadros depresivos, también se demostró que existía una gran tendencia a ser personas más propensas a la soledad, a no tener pareja, a ser más sedentarios y a estar más insatisfechos con sus vidas. Aparte, también se encontró una gran relación con los consumidores de tabaco y con personas que dedican al trabajo más de 45 horas semanales. En este aspecto creo que es importante destacar que tanto el tabaco como la vida laboral excesiva aumentan el estrés, cuando nos estresamos segregamos cortisol, una sustancia que, entre otras cosas, provoca antojo de comer fritos, salados y dulces, es decir, estímulos que brindan una explosión de energía y placer”, nos detalla Miguel Ángel Garabal.

 

Y es que no podemos olvidar que cuantos menos hábitos saludables tengamos y cuanto más descontrol exista en nuestra vida, más estrés generaremos y más predispuestos estaremos a recurrir a la comida basura, que a su vez, aumenta la posibilidad de padecer cuadros depresivos. “Por otro lado, aparte de los resultados de estos estudios, he de comentar que en la práctica clínica en mi consulta suelo encontrarme también con muchas personas con problemas de gestión emocional que recurren a este estilo de alimentación y que a su vez puntúan alto en los test de ansiedad, suelen ser personas con problemas de impulsividad que, por lo general, tienen el hábito de equilibrar sus emociones negativas mediante estímulos externos que utilizan como recompensas inmediatas, y muchas de ellas suelen describirme conductas repetidas de 'atracones' con este tipo de comida para calmar la ansiedad”, dice el experto.

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Dos problemas muy unidos

Nos encontramos, además, con dos problemas que pueden retroalimentarse, llegando a un círculo vicioso que nunca termina. “Es difícil saber si antes es el huevo o la gallina. Está claro que ambos problemas se influyen de forma bidireccional, se retroalimentan. Una persona con depresión puede tender a utilizar el placer de la comida basura para intentar auto-regular su estado emocional, y, una persona sin depresión que come comida basura puede estar desestabilizando su sistema de recompensas y creando un hábito problemático que lo lleve a tener problemas de salud mental a largo plazo”, nos explica el experto, que añade que a nivel bioquímico, se puede entrar también en un dilema parecido. “La inflamación del sistema nervioso por ingerir comida de este tipo puede ser la causante de la depresión, pero también es verdad que la propia patología depresiva puede conducir mediante los procesos psicológicos a comer comida basura que lo único que hará es empeorar el problema que ya existía”, nos dice.

 

Aun así, el doctor insiste en recalcar que, en una depresión, no siempre tendemos a comer, cada persona es un mundo y esa cuestión dependerá mucho de sus circunstancias, de sus síntomas, de si toma antidepresivos, de si es sedentaria o no, y en general, de todo el resto de sus hábitos de vida, no obstante, podemos decir que, aunque estemos faltos de apetito, existen muchos factores que pueden hacernos caer en la comida basura.

 

“Por ejemplo, una persona que tiene falta de apetito durante toda una mañana y toda una tarde, podría despertar la necesidad de ingerir repentinamente alimentos por la noche debido a que su cuerpo le pide nutrientes de forma urgente, o incluso puede llegar a hacerlo para experimentar un momento placentero que le ayude a equilibrar su estado anímico. Si a eso le sumamos los síntomas de apatía, quizás no vea factible ponerse a cocinar, y, por lo tanto, sería una persona que puede resultar presa fácil de la fast food. En el caso contrario, una persona que sufre un excesivo aumento de apetito, se puede dejar llevar por su gran ansiedad y la necesidad de recompensa inmediata, la comida rápida sería la opción más cómoda para que esta persona intente calmar sus ansias rápidamente. Esto son solo dos ejemplos entre otros muchos que podríamos encontrar. El problema es que, aparte de ser poco prudente que eduquemos a nuestro cerebro con ese tipo de recompensas rápidas para equilibrar emociones, la comida basura, como comentábamos anteriormente, influye a nivel bioquímico pudiendo agravar los cuadros depresivos, por eso, tengas depresión o no la tengas, es importante evitarla en medida de lo posible”, nos explica.

 

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Buscando una recompensa

En cuanto a los procesos psicológicos involucrados, es muy importante recalcar en opinión del psicólogo el papel que juegan este tipo de comidas en la búsqueda de recompensas inmediatas para compensar los estados emocionales negativos. “Cuanto más acostumbramos a nuestro organismo a tener “bajadas y subidas”, estaremos más predispuestos a sufrir “efectos rebote” pudiendo llegar a desarrollar una especie de patrón de conductas adictivas para compensar nuestras necesidades emocionales en cada momento que surja malestar”, nos dice. Y para él, el término “hambre emocional” resume muy bien este fenómeno, y se refiere a la necesidad de ejercer la conducta de comer para sentirse mejor. “Muchos de nosotros hemos aprendido a recurrir a la comida para manejar nuestras emociones o para sentir un poco de placer o conseguir tranquilidad. Es importante entender que el hambre emocional nunca se satisface con comida, el sentimiento negativo no desaparece, de hecho, en algunos casos, pueden sumarse sentimientos de culpabilidad o incluso de frustración por la incapacidad de no poder aliviarse”, nos detalla el doctor.

 

Por eso, para poder reducir o eliminar el hambre emocional es necesario identificar las causas de nuestra conducta, cuáles son las cosas que te provocan el hambre emocional y buscar otras alternativas más saludables sin involucrar alimentos. "Es importante trabajar en el autoconocimiento, preguntarte y descubrir qué te hace sentir bien, cómo puedes cuidar mejor de ti. Si no eres consciente de lo que ocurre realmente en tu foro interno es más fácil que recurras a recursos externos para solucionar el problema, pero si el hambre es emocional, eso no suele funcionar, a menudo las dietas y otros métodos de restricción sólo te llevan a desear más comida y a perder el control aumentando así tu malestar", nos dice.

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La influencia de lo que comemos en la salud mental

El experto considera que lo que comemos, cómo comemos, no solo le viene mal a nuestra salud física, sino que también puede afectar a nuestra salud mental. “Obviamente, si nuestra salud física empeora, podemos prever que tarde o temprano, nuestra salud mental empeorará, principalmente porque veremos reducidas nuestras capacidades de llevar una vida saludable con la respectiva repercusión emocional y social que ello supone. No obstante, la relación que guarda nuestra alimentación con nuestro cuerpo y con nuestra mente es mucho más compleja, va mucho más allá de ese simple hecho. Si profundizamos en los mecanismos neuroquímicos y en los procesos psicológicos que subyacen a nuestro funcionamiento podremos ver la importante influencia que tiene nuestra dieta en nuestra actividad diaria”, nos cuenta el experto.

 

Así, tal y como nos explica, desde el punto de vista bioquímico, nuestra actividad mental se ve influenciada tanto a nivel estructural como funcional por el tipo de nutrientes que aportamos a nuestro organismo. “Es decir, de la misma forma que nuestro cuerpo requiere determinados nutrientes para realizar actividad física, el cerebro necesita una cantidad adecuada de aminoácidos, vitaminas, minerales y oligoelementos para funcionar de forma óptima. No solo hablamos de que es necesario cuidar una posible carencia de nutrientes saludables, sino que también es importante tener especial cuidado con introducir en nuestro organismo determinadas sustancias que pueden generar problemas en el funcionamiento de nuestro cerebro, al igual que podrían generarlos en el resto de órganos y tejidos de nuestro cuerpo”, apunta.

 

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La importancia de comer de forma saludable

El psicólogo nos cuenta también que la adherencia a una dieta mediterránea se correlaciona con niveles más bajos de marcadores inflamatorios, es decir, con una menor incidencia y prevalencia de síntomas depresivos. “Existen muchas alternativas de preparado rápido para seguir la dieta mediterránea. Los nutrientes más importantes a los cuáles se hace referencia en la evidencia recogida a lo largo de los años son los ácidos grasos omega-3, ya que pueden contribuir al tratamiento de la depresión. Además, numerosos estudios experimentales demuestran que dietas bajas en omega-3 conducen a perturbaciones considerables en las funciones neuronales, es decir, una deficiencia de estos nutrientes deriva en una función neuronal y un estado inflamatorio alterado”, nos cuenta.

 

Y es que no podemos olvidar que un patrón dietético saludable actúa como protector contra los problemas de salud mental. “Se ha comprobado el efecto protector de una dieta de alta calidad en la depresión y en otras problemáticas de salud mental, los aminoácidos juegan un papel esencial en ello. Una correcta suplementación a veces puede restaurar total o parcialmente la actividad neurológica que se haya visto afectada anteriormente”, nos explica. Y concluye afirmando que una dieta sana constituye el pilar básico para una actividad cerebral normal y para un correcto funcionamiento de ciertos neurotransmisores como son la serotonina, noradrenalina y dopamina. “Por último, me gustaría recalcar que aparte de una buena dieta siempre es recomendable seguir unas pautas alimentarias en horarios ordenados para reducir la predisposición a sufrir el hambre emocional”, finaliza.

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