Resiliencia es quizá una de las palabras que más se está utilizando en los últimos meses, porque es aquella que describe mejor lo que debemos hacer para superar esta crisis provocada por la pandemia: adaptarnos. Sin embargo, resiliencia o adaptarse a estos malos tiempos no significa no hacer nada y resignarse. Más bien al contrario. La resiliencia puede ser visualizada como un junco, que se dobla, pero que siempre sigue en pie (seguro que te suena esta frase). Sí, la resiliencia te permite resistir, aprovechar las enseñanzas de estos tiempos y salir fortalecido. Pero ¿cómo hacerlo? Y sobre todo, ¿cómo seguimos avanzando hacia esa 'nueva normalidad' cuando parece que no llega nunca? Nos lo cuenta la Dra. Maria José Moreno Magaña de Mundopsicologos.com, quien nos ayudará a buscar la manera de afrontar los meses venideros de la mejor forma posible.
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Un cansancio global
Sí. De hecho, es lo más habitual y lo que puede estar sintiendo el mundo en su totalidad, puesto que esta situación creada por el coronavirus es global. Han pasado poco más de siete meses, y la aclamada nueva normalidad no ha sido suficiente. Ni siquiera los esfuerzos hechos, porque nada más bajar la guardia, el virus ha vuelto a circular y Europa se encuentra abrumada por la segunda ola, adelantándose a las previsiones hechas por los expertos, que preveían nuevos picos con la llegada del frío. Pero no ha sido así: en verano surgieron los primeros brotes y en otoño la situación ha vuelto a estallar. De hecho, nos ha asaltado una sensación de desazón y de que cualquier esfuerzo será en vano.
"Los más afectados serán los que peor lo hayan pasado durante la primera ola de la pandemia, porque al estar desgastados emocionalmente tienen menos recursos psicológicos para afrontar una nueva ola: personas que hayan perdido a un familiar, o un trabajo, o que lo hayan pasado muy mal durante el confinamiento", explica la Dra. Maria José Moreno Magaña. Las personas que tienen alguna patología o problemas psicológicos también lo sufren más. Por supuesto, los profesionales sanitarios por el estrés y la frustración que les supone ver que los ingresos hospitalarios y los fallecimientos por COVID-19 van aumentando, a lo que hay que sumar la situación tan dura que han vivido ya", indica la experta.
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La desmoralización puede llegar a ser agotadora
Todo lo que está pasando implica un gran coste para todos, lo que hace que muchos estén agotados por esta situación. En estas circunstancias, en las que vemos que es un problema que se alarga, que no se ve el final cerca, que aumentan las medidas de restricción, es normal sentir apatía y desmotivación. Hay personas que estaban empezando a remontar en su trabajo y ahora tienen que volver a cerrar, por ejemplo. Y muchos han tenido que dejar de hacer aquellos planes o hobbies que formaban parte de su bienestar cotidiano, como ir a clase de yoga, al gimnasio, de fiesta con amigos, o reunirse la familia. Todo esto produce desmoralización, y otros síntomas depresivos. A esto se une la gran cantidad de personas para las que el confinamiento anterior fue muy duro, la ansiedad que sienten ante la previsión de que se vuelva a repetir.
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La vida tranquila te permitirá desarrollar la resiliencia
Esta característica de las personas felices no es tan difícil de conseguir. Basta con tener claros algunos conceptos y confiar en nosotros mismos. Esta posibilidad radica precisamente en la capacidad de cada ciudadano de desarrollar la resiliencia, el desarrollo de una vida lo más pacífica posible. La gravedad y el tamaño de la epidemia de COVID-19 requirieron la implementación de medidas invasivas con un impacto sin precedentes en la vida diaria de todos, incluidos aquellos que no se vieron directamente afectados por el virus.
Por tanto, debemos intentar establecer hábitos de vida saludables pero nuevos, en línea con las reglas de seguridad que impone la pandemia: tenemos que percibir este cambio como una transición necesaria para salir de ella, no como una imposición. A nivel psicológico, si hemos logrado adaptarnos al confinamiento, aunque con dificultad, esto significa que los seres humanos, aunque nos cueste cambiar un hábito (¡recuerda que cambiar un hábito es muy estresante para nuestro cerebro!), podemos sobrevivir a este cambio. Además, aún ante la incertidumbre sobre el fin de la pandemia y la percepción de un tiempo indefinido en el que todo esto está sucediendo, tratamos de centrarnos en las cosas de nuestro día a día, menos urgentes y realmente necesarias. Hacemos un baremo de prioridades, plazos, y evaluamos qué cosas es realmente imprescindible hacer o cuáles, en cambio, se pueden posponer para tiempos mejores.
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Si sufro 'fatiga pandémica' qué puedo hacer para gestionarla
«Los principales síntomas de la fatiga pandémica son la apatía, hartazgo y agotamiento mental debido a que esta situación se está alargando mucho. Según la OMS, afecta al 60% de los europeos. Los síntomas para identificarlo son: problemas de concentración y memoria, insomnio, ansiedad, inseguridad, pérdida de motivación por actividades gratificantes, somatizaciones (trastornos digestivos, dolores musculares...), irritabilidad y aislamiento social.» concluye la experta. Ahí van algunos consejos para contrastarla:
- Tener claro que las medidas de protección funcionan (mascarillas, lavado de manos y distancia social) y por tanto siguiendo estas normas protegemos a los demás y nos protegemos.
- No ver noticias sobre COVID más de una vez al día.
- Que la información provenga de fuentes fiables, e ignorar los bulos.
- Hablar lo menos posible del tema.
- Tener actividades gratificantes.
- Planificar una rutina cada día.
- Contactar con los seres queridos, aunque sea por videoconferencia (y no hablar del virus).
- Mantener hábitos saludables de sueño, alimentación y ejercicio físico.
- Aceptar como normales emociones de frustración, preocupación y ansiedad.
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