A nadie le gusta romper con su pareja o con un familiar o amigo. Y las rupturas casi nunca son fáciles. De hecho, nunca sabemos si estamos preparados para decir 'hasta aquí' y si ha llegado el momento de acabar una relación. Y es que las rupturas, lejos de ser un 'corte limpio' que no nos haga sufrir, suponen un desgarro emocional, que nos puede causar un dolor interno durante tiempo y al que debemos saber adaparnos para recuperar la estabilidad afectiva. Sin embargo, hay que empezar a plantearse un cambio cuando nos sentimos oprimidos por una situación, cuando no somos auténticos, si estamos constantemente jugando un papel en el que no nos reconocemos o cuando estamos simulando interés, cariño o amor. En estos casos sí puede ser necesario tomar un camino diferente al que venimos andando. Para hablar de las rupturas y de si es necesario llegar a este extremo o si se pueden adoptar otras estrategias, entrevistamos a la filósofa frances Claire Marin, autora del libro 'Rupturas' (Alienta Editorial).
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¿Es lo mismo romper que practicar el desapego?
No, no es lo mismo. El desapego es una actitud que puedes adoptar para que te afecte menos una situación. Por ejemplo, estar menos involucrado u obsesionado en tu trabajo para preservar la vida privada. Practicar el desapego o la indiferencia es la manera de responder a una relación agresiva o invasiva o a situaciones estresantes. Romper una relación tiene que ver con la voluntad de querer acabar la relación o salir definitivamente de una situación.
¿Se puede desapegar para ser uno mismo sin llegar a romper?
Sí, a veces invertimos demasiado en alguna relación, esperamos mucho de una amistad o una historia de amor. A menudo, somos los que construimos las condiciones de nuestra propia decepción. En este caso: el desapego tiene que ver con un punto de vista realista; enfrentemos honestamente la realidad de la relación para que así no sea tan engañosa.
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Hablemos de las rupturas ¿por qué son tan difíciles las separaciones?
Son difíciles porque perdemos una parte de nosotros mismos que fue construida o valorada en la relación. Porque quizás podemos sentirnos humillados, rechazados o, desde otro punto de vista, porque somos el 'malo', el que ha estado engañando, mintiendo y el que deja al otro solo y sufriendo.
Es terrible cuando una pareja se rompe. He oído mil veces la expresión romper, pero de pronto ahora adquiere sentido. Ante la dureza del momento, el recurso al cliché puede parecer una concesión fácil. Y aun así, tal como suele suceder en las rupturas amorosas, son los tópicos los que ayudan a decir la verdad: la pareja se rompe, pero eso no quiere decir que sus miembros se peleen. Significa que intentan realmente separarse de una materia común, de un cuerpo afectivo, pero también del cuerpo psicológico que había creado la pareja. La ruptura es una experiencia de desgarro. Nos arrancan lo que considerábamos nuestro, lo que literalmente habíamos incorporado a nuestro ser.
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¿Qué relación pueden tener las rupturas con la autoestima? ¿Pueden revelar estas un problema de baja autoestima?
Autoestima baja o alta. A veces, pensamos que el origen del problema es la otra persona, pero el otro simplemente es la persona en la que yo proyecto y el problema real es mi relación conmigo mismo, no con él o ella.
¿Podemos vivir una vida plena estando solos?
Algunas personas pueden serlo, pero yo pienso que necesitamos al otro para disfrutar de la vida. Amigos, familiares, seres queridos. No siento alegría si no puedo compartirlo.
También se producen rupturas en la enfermedad...
Es lo que ocurre con ciertas enfermedades psiquiátricas o neurológicas. El enfermo nos abandona porque él mismo, en cierta medida, se ha abandonado ya, como explica Catherine Malabou. Sin ser consciente de ello, ha renunciado a la persona que era, se ha convertido en otra persona, transformado definitivamente por la enfermedad. Y las personas cercanas se enfrentan a la carga aplastante que supone tener que recomponer a cada momento un vínculo que se deshilacha, cargar con todo el peso de una relación que ya sólo depende de ellos, puesto que el enfermo está sumido en la inconsciencia total de su estado. ¿Qué es lo que hace que perdamos a alguien antes de que muera? Lo perdemos porque la relación se ha quebrado, porque ya no lo reconocemos. En su forma de ser, de pensar, de relacionarse con nosotros se observa un cambio tal que nos parece radicalmente diferente a la persona querida.
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