Seguro que alguna vez has escuchado (o incluso has afirmado) que una persona tiene mucho ego, en general como algo negativo. Solemos hablar de personas que se consideran el centro del mundo, que se sobrevaloran incluso, pecando de arrogantes. Estamos ante una palabra que proviene del latín y significa yo. Si atendemos a la definición de la RAE, encontramos dos acepciones. La primera de ellas hace referencia al uso de la palabra ego por el psicoanálisis, y la segunda al uso de ego como excesiva autoestima.
"Desde la psicología entendemos el ego como una estructura psíquica, resultado de nuestras vivencias y experiencias desde la más tierna infancia, las cuales van moldeando progresivamente nuestra idea del yo, la imagen que tenemos de nosotros mismos. De esta manera, la idea que tenemos de nosotros mismos se va configurando a medida que nos relacionamos con los demás, en cómo somos mirados por los otros”, nos cuenta Agustina Rico Zampetti, psicóloga Clínica GrupoLaberinto Psicoterapia para la Salud.
“El concepto del ego tiene diferentes acepciones según los diferentes autores y las distintas ramas de la psicología. No obstante, en lenguaje coloquial, solemos referirnos a él como un exceso de atención hacia uno mismo, unido a la necesidad de ser reconocido socialmente. Suele manifestarse mediante pensamientos y comportamientos. Se diferencia de una autoestima alta en que, en esta última, la persona se valora a si misma desde una óptica realista, no deja de preocuparse por los demás sin creerse por encima de ellos, es capaz de ver más allá de sus creencias, tiene capacidad crítica y acepta, sin dificultad, opiniones diferentes a las propias”, nos cuenta María Gallego, psicóloga sanitaria en el Hospital Nuestra Señora de la Esperanza en Santiago de Compostela y miembro de Top Doctors.
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¿Por qué tiene connotaciones negativas?
Tal y como nos cuenta Pilar Guerra, a veces nos encontramos con la expresión de “tiene un ego muy subidito”, para definir a personas arrogantes, primas hermanas del personaje mítico Narciso, rompedor de sus propios espejos por el excesivo amor que se profesaba a sí mismo. “Pero no todos los egos son así. Afortunadamente, no todos necesitamos mostrar nuestro amor maravilloso en las redes sociales para que nuestro ego sea engordado proporcionalmente a los Likes alcanzados. Hay egos con cordura, equilibrados, realistas, en definitiva, con la serenidad suficiente como para vivir la vida en paz. Pero para esto, tenemos que poner a dieta estricta a nuestro falso yo. Los egos exageradamente narcisistas, defienden la teoría del yo-yo, que no es otra que la del mí, me y conmigo”, añade Pilar Guerra.
“El ego no es en sí mismo positivo o negativo, es nuestro yo, la idea que hemos ido construyendo de nosotros mismos. Desde el punto de vista del ego como exceso de autoestima, podemos considerarlo como negativo en la medida en que éste genera sufrimiento en la persona. Una persona, como solemos decir ‘con mucho ego’, suele ser una persona que presenta dificultades para relacionarse con los demás desde una posición más auténtica. Puede experimentar, por ejemplo, temor o miedo al juicio del otro, y para ello puede incluso intentar imponer su propio criterio. La imagen que se proyecta de una persona 'con gran ego' no suele estar en sintonía con los propios sentimientos de valía de la persona”, nos cuenta la psicóloga de GrupoLaberinto.
“A todos nos gusta que nuestro entorno nos acepte, nos valore y nos reconozca. Es humano y, lejos de ser malo, puede constituir una motivación que nos ayude a superarnos. El problema surge cuando tenemos como meta, exclusivamente, esa obtención de éxito y precisamos de ese reconocimiento para sustentar nuestra autoestima”, añade María Gallego.
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Tal y como nos cuentas las expertas, existe variabilidad en sus manifestaciones: desde la persona envidiosa hasta la más manipuladora o la que nunca escucha. Coloquialmente, algunas se conocen como:
Ego ecpático
Son individuos sin empatía. Según Pilar Guerra, este tipo de ego no les deja ni permite ponerse en el lugar de otras personas. "Las emociones, lo que sienten los otros humanos les suelen “resbalar” bastante. Les importa nada que tú tengas sentimientos, que necesites de su apoyo. A veces, puedes incluso creer, bajo tu ingenuidad, que tienen una coraza frente al mundo, y “pobrecitos de ellos, no saben mucho de emociones”. No es así. Su ego no quiere bailar contigo la danza del mundo de los afectos. Empatizan, si es que lo hacen, con ellos mismos. No tienen tiempo entonces, para empatizar con el otro", nos cuenta la psicóloga.
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Ego máscara
"Estos egos son los protagonistas del Carnaval de Venecia. Suelen recibir los primeros premios. Este tipo de ego caracteriza a personajes poco transparentes en su manera de actuar. Sus sentimientos dejan mucho que desear, por lo que usar una máscara para demostrar que son el poli bueno, les viene de fábula para ocultar su verdadero yo", nos dice Pilar Guerra.
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Ego vampiro
"Un poco Drácula, se apropian de las personalidades de los demás para su propio beneficio y montarse su propia identidad personal. Observa lo que otros hacen o dicen con el fin de estructurar así su estilo o forma de ser. Como buen copión, no le suelen pillar en los exámenes, pero al final, toda la clase sabe que sus “notazas” son resultado de utilizar muy bien el rabillo del ojo", nos cuenta Pilar Guerra.
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Ego parásito
En su manera de relacionarse, estos egos se alimentan de personas con mucha energía. Su verdadero Yo es algo oscuro, por lo que necesitan a seres de luz para poder sobrevivir. Suelen ser personas envidiosas, con dificultad para celebrar los éxitos de los demás. Puede que incluso, te degrade un poco si llega a creer que puedes ser mejor que él.
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Ego calculador
“Este señor ego es el último modelo de smartphone. El que más aplicaciones puede almacenar. Absolutamente todo lo que hace es por interés. Acción, reacción. Si general y afortunadamente, las personas nos movemos por sentimientos, este tipo de egos, no conocen el sentir de verdad. Se mueven en un mundo de subasta. Tanto vales cuanto más cara es la puja”, cuenta Pilar Guerra.
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Ego aventurero y navegante
Este Ego se lo apropian las personas que se aburren de los demás. La adrenalina de pasar una tarde de domingo viendo películas, les parece el anti plan. Las pequeñas cosas no les son suficientes, y se embarcan en aventuras extraordinarias para dar un poco de sentido a sus vidas que poco sentido tienen. "Son egos que viven de cara a la galería. Que a través de sus viajes extraordinarios quieren dar una imagen de ser muy interesantes para los demás. Pero detrás de cruzar el Atlántico en velero, están las pequeñas cosas como el cuidado al otro, por ejemplo, cosa “tan insignificante” que por supuesto se les pasa por alto", nos cuenta Pilar Guerra.
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Ego reciclaje
"Son egos que hacen hincapié en el anuncio famoso de “si encuentra algo mejor, cómprelo”. El juego ha terminado. Pertenecen a un Yo con dificultad para instaurar relaciones de compromiso, por una estructura de personalidad incoherente. Aburridos de jugar a las películas de amor, suelen meter a otra princesa enseguida, por lo que el descarte lo tienes asegurado", nos cuenta la psicóloga.
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Ego envidioso
Es el de aquella persona que tiende a degradar a quienes cree que son mejores que él, porque no soporta el triunfo ajeno.
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Ego manipulador
Es, para Pilar Guerra el rey de todos los egos. Inteligentemente astuto, consigue todo (algunas cosas no), haciendo tergiversaciones con la sutileza de la seda. Maestros de la escritura, bajo sus poemas interminables, engañan, justifican y acomodan a su antojo y gusto, para conseguir y lograr todo a la horma de su zapato.
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Otros tipos de ego
-Ego sabelotodo: el de la persona que tiene la certeza de tener siempre la razón.
-Ego Interruptor: el de la persona dificulta que los demás hablen, interrumpiéndoles constantemente.
-Ego orgulloso: el de quien es combativo, discutidor, con baja tolerancia a la frustración y lleva muy mal perder.
-Ego sordo: el de la persona que finge que escucha, pero solo disfruta si es ella la que habla.
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¿Es conveniente controlar los egos?
La experta de GrupoLaberinto considera que lo importante sería, no tanto controlarlo, sino poder conocerlo. “Cuánto más conozcamos nuestro ego, nuestro yo, cuanto más comprendamos como se ha ido construyendo, cuáles han sido los factores que han influido en su desarrollo, en la medida en que tomemos más conciencia de cómo nos encontramos en cada momento, todo ello nos permitirá tener una mayor conexión con nosotros mismos y con nuestras necesidades. Y cuanto más conozcamos sobre nuestras necesidades, podremos cubrir éstas de la mejor manera posible, lo que nos permitirá liberarnos de cargas y poder relacionarnos con los demás de una manera más genuina”, nos detalla.
¿Cuáles son las herramientas a nuestro alcance para conseguirlo?
“Para conseguir una mayor conexión con uno mismo, y de esta manera poder construir un ego que no nos genere sufrimiento, sino uno que implique una verdadera aceptación y validación de nosotros mismos, es aconsejable poder pararse y prestar atención”, cuenta la psicóloga.
Para ello, hay que prestarse atención a uno mismo, no quedarse en la superficie, sino poder conectar con nosotros mismos en este momento presente, con nuestras emociones, sentimientos, nuestras necesidades, nuestros deseos, nuestros miedos, etc. “Para ello te propongo dos herramientas complementarias: la psicoterapia y el mindfulness. La psicoterapia es una herramienta imprescindible en la construcción de un yo más sano, que nos permita valorarnos y vivir de una manera más libre. El mindfulness, así como el yoga, le meditación, la respiración, son herramientas que nos ayudan a permanecer en el aquí y en el ahora, y a poder tomar conciencia de nosotros mismos en este momento”, concluye Agustina Rico Zampetti.
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¿Nos ayuda a prosperar o puede ser un obstáculo?
“Es un arma de doble filo. Sentir admiración por mí mismo, siendo consciente de que cometo errores, y sabiendo que no soy ni mejor ni peor que los demás es algo positivo que correlaciona con madurez y autoestima altas. El límite se rebasa cuando empieza a generarse sufrimiento en la persona o en quienes le rodean”, nos cuenta la psicóloga colaboradora de Top Doctors, que añade que “cuando uno centra la mirada exclusivamente en sí mismo y pierde la capacidad de reconocimiento y conexión con los demás, su relación con ellos suele verse afectada. Si a esto se le suman actitudes deterministas y manifestaciones de soberbia (“sólo yo tengo razón”, “los demás están equivocados”), la convivencia puede resultar muy complicada. Cuando uno se cree en posesión de la verdad o se considera por encima del resto se generan problemas y un nivel de conflictividad muy acusado”.
Por ese motivo, el foco de la terapia psicológica se centra en:
-Tratar las creencias más habituales de estas personas, para que interioricen que no son superiores a los demás, no tienen siempre la razón, la crítica no significa necesariamente rechazo personal…
-Ayudarles a controlar su autoestima y quererse a si mismos por lo que son, no por la imagen que proyectan, aprendiendo a ser humildes y a centrase más en su entorno.
“El éxito de la terapia va a depender, en gran medida, de si la persona está dispuesta a enfrentarse con madurez al problema por una necesidad personal de cambio”, nos dice María Gallego.
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