Los cuerpos cuentan historias. Tendemos a dar más importancia a lo que se encuentra en nuestra mente que lo que nuestro propio cuerpo expresa y cuando hablamos de emociones es fundamental prestar atención a todo lo que nos compone. Cuerpo, mente y emoción son indisolubles. Cuando procesamos un imput a través de la razón, este provoca el despertar de una serie de sentimientos concretos y nuestro físico también responde al estímulo.
Por ejemplo, si nos cuentan algo que nos enfada, emociones como la ira brotan y el reflejo visible puede ser fruncir el ceño o tensionar la mandíbula. Precisamente sobre esto trata la bioenergética, que es una psicoterapia en la que el cuerpo es el vehículo para autoconocernos y equilibrarnos.
Psicología desde lo corporal
La bioenergética entiende que tenemos un flujo de energía vital en nuestro cuerpo y que esta energía se queda bloqueada a causa de las necesidades emocionales que no hemos ido resolviendo a lo largo de nuestra vida. No cubrir estas necesidades se manifiesta en forma de tensión corporal, pues la energía se queda bloqueada en los que se denomina la coraza muscular. Continuamos con nuestra vida, cargando con esas tensiones y sin ser conscientes de su origen. Apoyándose en esta teoría, defiende una terapia en la que se trabaja con el cuerpo para tomar conciencia de traumas, dificultades y emociones.
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El proceso se divide así en tres partes: una primera en la que uno se da cuenta de las tensiones y las emociones vinculadas, una segunda de descarga, en la que se actúa sobre la distensión muscular y la expresión de sentimientos, y una final en la que se libera la energía asociada a los conflictos. Se trata de una corriente muy vivencial, una vía alternativa para alcanzar ese necesario 'darse cuenta' del que tanto se habla en psicología.
Respiración, meditación y movimiento
Además de la parcela emocional, la bioenergética ayuda a mejorar la postura y la salud corporal eliminando contracturas crónicas, así como problemas asociados como pueden ser de alimentación, estrés, ansiedad, bruxismo, sobrecargas musculares o dolores de cabeza. Permite que el cuerpo se exprese libremente y que el paciente tome contacto con su propio cuerpo. Y esto se consigue a través de diferentes técnicas, ya no solo de movimiento, también de respiración, meditación e, incluso, masajes.
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Precisamente uno de los primeros pasos del tratamiento bioenergético está enfocado en observar y mejorar los patrones respiratorios. Es importante potenciar una respiración plena y profunda y reeducar para que no se tienda a bloquear la respiración, algo habitual cuando uno se encuentra frente a un conflicto. La meditación, por su parte, posibilita el contacto con nuestro yo interno, el autoconocimiento y la aceptación. En cuanto a la parte corporal, la bioenergética se sirve de movimientos encaminados a soltar y canalizar la energía. Ejercicios pélvicos, estiramientos o posturas estresantes que tienen por objetivo provocar una vibración involuntaria que ayude a liberar la energía contenida. Todo este trabajo está enfocado a favorecer el ‘aquí y el ahora’ a la vez que abre un acceso a emociones reprimidas.