Una de las cuestiones más debatidas sobre el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, es si haberse infectado ofrece suficiente inmunidad para no volver a contraer la infección. O, al menos, si se vuelve a sufrir, que esta se manifieste con síntomas leves o, incluso, de manera asintomática. Se están realizando numerosos estudios en el mundo para determinar esta inmunidad. Y la sospecha es que, efectivamente, haber pasado la COVID-19 nos protege. Lo que no se sabe cuánto ni durante cuánto tiempo.
El virus responsable de la pandemia pertenece a la familia de los coronavirus, tipos de virus muy conocidos y que pueden causar problemas de salud leves, como resfriados sin importancia, o que pueden ser altamente patogénicos, como el anterior SARS-CoV-1, el MERS o el causante de esta pandemia, el SARS-CoV-2.
El 80% de las personas infectadas por este nuevo coronavirus se defienden bien. Es decir, su sistema inmune es capaz de hacerle frente sin demasiados problemas. Sin embargo, un 20 % desarrolla síntomas más graves que pueden requerir hospitalización. En un porcentaje más reducido (hasta un 5 % aproximadamente) sobre todo pacientes de edad avanzada o con otras enfermedades asociadas, el SARS-CoV-2 puede ser mortal. Los factores de riesgo para desarrollar síntomas más graves son ser hombre, tener comorbilidades como hipertensión, diabetes, obesidad o inmunodeficiencias. Asimismo, los mayores de 65 también constituyen una población de más riesgo.
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¿Cómo se defiende nuestro organismo?
Todos hemos escuchado hablar de los anticuerpos. De hecho, a la mayoría de la población le preocupa tenerlos o no. Incluso muchas empresas han decidido realizar test gratuitos a sus empleados para determinar si estos poseen la tan ansiada inmunidad o no. Pero los anticuerpos no lo son todo. De hecho, en algunos casos de infección puede no ser necesaria su presencia. Y es que, “a pesar de que es pronto para determinarlo, pues no se cuenta aún con pruebas específicas de rutina que lo evidencien, hay otras líneas de defensa de nuestro sistema inmune, diferentes a los anticuerpos, que pueden atacar al coronavirus de una manera eficaz y también producir un ‘efecto memoria’”, nos explica el doctor Moisés Labrador, alergólogo e inmunólogo del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona y miembro de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
“La inmunidad duradera o de alto nivel o especificidad frente al SARS Cov2 (virus que provoca la COVID19) la producen dos tipos de células inmunes, las T y B. Las primeras (inmunidad celular) se quedan circulando en sangre y se reactivan ellas y también a las B si volvemos a tener la infección”. Por los datos con los que se cuenta hasta ahora, las células T tienen mayor capacidad de memoria. Por lo tanto, nos ofrecen mayor protección”, continúa el doctor Alfredo Corell, catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid y miembro de la SEAIC. Las B (inmunidad humoral), por su parte, son las que producen anticuerpos y los liberan en sangre. Estos anticuerpos son los que medimos en la actualidad.
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¿Qué son los anticuerpos?
Son proteínas (inmunoglobulinas) que producen los clinfocitos B, circulan en la sangre y que se generan o reactivan cuando hay una infección. Su presencia permite que nuestro sistema inmune luche para vencer al patógeno, que no secuestre células y se replique en todo el organismo invadiéndolo y nuestra vida no se comprometa. “Estos ‘soldados’ se generan cuando la primera línea de defensa, compuesta por diferentes células linfoides, macrófagos, neutrófilos (inmunidad innata) y las células T (inmunidad adaptativa) no han podido acabar completamente con el virus, que es lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones”, explica el doctor Labrador. Los anticuerpos se detectan, aproximadamente, cinco o siete días después de producirse la infección y son producidos, como decíamos, por los linfocitos B del sistema inmunológico.
La presencia de estos anticuerpos se determina por la famosa serología, que consiste en un análisis de sangre para determinar el nivel de inmunoglobulinas M y G (IgM e IgG) aunque también podemos detectar otras como la Inmunoglobulina A (IgA). Esta prueba permite detectar su presencia y cuantificarla. Se puede realizar también mediante un test rápido por punción en el dedo. Sin embargo, este último es menos específico y no permite cuantificar el número de anticuerpos. En general, se considera que los niveles de IgM son indicadores de que el paciente tiene una infección activa, mientras que la presencia en plasma de IgG puede revelar tanto una infección reciente como un contacto previo con el virus y que ya se ha superado la infección.
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¿Es importante tener más o menos anticuerpos?
“Las unidades de cuantificación de los tests de anticuerpos no están normalizadas y son arbitrarias”, coinciden el doctor Moisés Labrador y el doctor Alfredo Corell. Por tanto, hoy por hoy, no es posible arriesgarse a establecer una cifra para determinar si una persona está suficientemente protegida. “Lo que sí se ha visto es que las infecciones leves o asintomáticas dejan un nivel de anticuerpos bajo y las más severas, una cantidad mayor. Pero debido a que hay diferentes tipos de test de anticuerpos y que no existe una cantidad estandarizada, no se puede establecer qué cantidad es la más protectora”, señalan ambos especialistas.
De hecho, una cifra superior a 1.1 (UA/ml) en el test serológico, la cantidad de corte que se establece como positivo, no significa una mayor inmunidad. “El hecho de tener 15 (UA/ml), por poner un ejemplo, no significa que una persona sea hiperinmune. De hecho, como decíamos, el organismo puede haber respondido eficazmente sin producir anticuerpos detectables en sangre, ya que pueden haber desarrollado inmunidad celular (células T de memoria) que no se detectan en estos tests”, recuerda el catedrático de Inmunología, el doctor Alfredo Corell. “Estos resultados tienen un valor diagnóstico, es decir, te dice que has pasado la COVID-19. Pero no tienen un valor pronóstico de protección y tampoco confirman que estos anticuerpos puedan ser eficaces para donar para otros enfermos”, matiza el doctor Moisés Labrador, del Hospital Vall d’Hebrón.
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¿Puedo donar mi plasma y ayudar a otros enfermos?
Otra cuestión que suscita mucho interés es la posibilidad de donar plasma si se ha pasado la COVID-19, puesto que el tratamiento con anticuerpos para la COVID-19 es otra línea de investigación, que ha dado resultado ya en otras enfermedades por virus respiratorios y que se está estudiando si su aplicación puede reducir la severidad de la infección por este coronavirus.
Los candidatos idóneos para donar sangre y ayudar a otros pacientes son aquellas personas que se han recuperado de esta enfermedad y han generado defensas naturales contra ella, es decir, anticuerpos. Estos se encuentran en una parte de la sangre denominado plasma. Este sirve para producir dos tipos preparados: plasma convaleciente y plasma hiperinmune, que se obtiene mediante la donación de muchos pacientes que han superado la enfermedad y en la que hay una mayor concentración de anticuerpos.
Para ser donante hay que contactar con los servicios de donación de sangre de los hospitales. Lo ideal es donar entre los 14 y 30 días después de finalizados los síntomas, que es cuando suele haber un mayor número de anticuerpos activos. Para ser donante, además, se deben cumplir una serie de requisitos:
- Ser mayor de 18 años.
- Pesar más de 50 kg.
- No padecer ni haber padecido enfermedades transmisibles por vía sanguínea: paludismo, SIDA, hepatitis B o C o tumores.
- No estar en ayunas.
- No haber donado en las últimas 8 semanas.
Antes de la extracción se realizará un cuestionario de salud así como un pequeño reconocimiento médico en el que se tomará la tensión. También se analizará el tipo de anticuerpos para determinar si son neutralizantes y si tienen la intensidad suficiente para usarse en otros pacientes con grupo sanguíneo compatible. Si son óptimos para donar, la extracción se realizará como cualquier donación de sangre.
Hay que recordar que, pese a que cuando se dona plasma con anticuerpos se pierde una pequeña porción, esta se regenera en las siguientes horas y días. Por tanto, nuestro organismo recupera la cantidad perdida e, incluso, se estimula más la producción.
El doctor Moisés Labrador concluye apelando a la responsabilidad individual para combatir este virus cumpliendo las recomendaciones sanitarias para vencerlo: uso de mascarillas, distancia social, higiene de manos y mucha ventilación de los espacios cerrados. Además, también insiste en cumplir las recomendaciones de las autoridades que velan por nuestra protección y nuestra salud.
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