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¿Por qué es necesaria la vitamina D para el sistema inmune y contra las infecciones?

Un tipo de células, los linfocitos T, la necesitan para activarse. Unos niveles óptimos de esta vitamina te protegen. Esta es la explicación.


Actualizado 8 de octubre de 2020 - 21:04 CEST

La vitamina D ya no es una desconocida. Se sabe que gracias a ella se fija el calcio en los huesos y que unos buenos niveles de esta sustancia ayuda a prevenir la osteoporosis. Pero la vitamina D tiene otras funciones en el organismo. Nuestro nivel de fatiga puede venir condicionado por ella, por ejemplo. Y en los últimos años cada vez hay más evidencia de que puede ayudarnos a luchar contra las infecciones. Incluso se estudia si podría tener un papel en la inmunidad y en la lucha contra la COVID-19 y contribuir a evitar enfermar por el nuevo coronavirus, el virus SARS-CoV-2.

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Que es la vitamina D

La forma activa de la vitamina D3 en el organismo humano es el calcitriol, el cual procede del 25-Hidroxicolecalciferol, sustancia producida por la piel a través de la acción de las radiaciones ultravioleta de la radiación solar. Además, la vitamina D3 puede ingresar en el organismo a través de determinados alimentos, procedentes casi todos del reino animal.

Las funciones más conocidas de esta vitamina son las de facilitar la absorción de calcio y fósforo en el intestino, la formación del tejido óseo y su intervención en la regulación y en la producción de hormona paratiroidea. Más recientemente se ha descrito su trascendente actividad para el buen funcionamiento de la inmunidad y frente a las infecciones.

Su ausencia o escasez da lugar, en el niño, a una enfermedad conocida como raquitismo carencial y también a osteomalacia, deformidad ósea, alteraciones dentales y retraso en el crecimiento.

En el adulto, su ausencia o escasez produce osteoporosis, osteomalacia, hipocalcemia, debilidad, fatiga crónica y baja inmunidad, con débil defensa ante las infecciones.

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Alimentos ricos en vitamina D3

La vitamina D3 es una vitamina liposoluble, es decir, está diluida en las grasas y para su absorción es necesario tomar alimentos que tengan grasa. Como es lógico, las frutas y las verduras, alimentos tradicionales que aportan vitaminas a la dieta, contienen muy escasa cantidad de grasa y, como consecuencia, son los alimentos de origen animal los que más aportan vitamina D3.

Entre los alimentos de origen animal más ricos en esta vitamina destacan el hígado de ternera, la mantequilla y el huevo. Los aceites de diversos pescados son los alimentos más ricos en esta sustancia. El aceite de hígado de bacalao, el salmón, la caballa, las sardinas, el atún y la anguila son todos muy ricos en esta vitamina D3. Además son muy frecuentes los alimentos funcionales enriquecidos. Las leches de fórmula para lactantes, las leches de crecimiento, los cereales del desayuno, el yogur y las margarinas suelen tener vitamina D3 añadida.

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Tomar el sol es el mejor modo de subir los niveles. Pero los fotoprotectores pueden impedir la absorción. Date paseos cortos a primera y última hora de la tarde para exponerte al sol sin riesgos. Si te sientes muy fatigada, habla con tu médico para que te haga unos análisis y valore si debes tomar suplementos. 


La vitamina D3 ante las infecciones

Los linfocitos T son células especializadas del sistema inmunológico que intervienen como mediadores de la respuesta celular inmune, dirigida principalmente contra los virus que se replican dentro de las células.

Cuando los linfocitos T se exponen a un microorganismo externo invasor, necesitan la presencia del calcitriol (vit D3) para activarse, y así poder ejercer sus funciones. Son células que atacan y destruyen el microorganismo patógeno y que ayudan al sistema inmune a adquirir memoria.

Además, el calcitriol puede inhibir la producción de citoquinas inflamatorias, acción que ejercen las células T reguladoras, encargadas de controlar la respuesta inmunitaria y así evitar el desarrollo de fenómenos de autoinmunidad y de enfermedades autoinmunes.

Estas dos cualidades del calcitriol, la respuesta celular inmune contra los virus que se replican dentro de las células y la inhibición de las citoquinas inflamatorias, son dos funciones que pueden ser muy útiles, tanto en la prevención en la infección de la Covid-19 como en el tratamiento de esta, en la fase aguda de la enfermedad.

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La vitamina D3 en el niño

La vitamina D3 en el niño tienen una importancia capital durante su crecimiento y desarrollo, pues interviene de forma decisiva en el metabolismo del tejido óseo, en su defensa ante las infecciones y en su inmunidad.

La vitamina D3 es muy escasa en la leche materna y, por lo tanto, es la única que debe administrarse como suplemento durante el amamantamiento. Las leches de formula llevan añadida la vitamina D3 en cantidad adecuada para las necesidades del bebe. Esta vitamina mejora su metabolismo óseo y previene la aparición del raquitismo carencial, enfermedad que da lugar a reblandecimiento del esqueleto y retraso en el desarrollo del tejido óseo.

En el niño mayorcito, la vida al aire libre, la exposición a la luz solar y la ingestión de los alimentos ricos en esta vitamina, completan el cuadro de prevención.

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La Vitamina D en el adulto

Una dieta completa y equilibrada y una vida activa al aire libre, es suficiente para cubrir las necesidades del adulto de vitamina D3. Las causas que con mayor frecuencia dan lugar a escasez en la ingesta de esta vitamina son: las dietas adelgazantes inadecuadas, la escasa ingestión de grasas de origen animal, los trastornos del comportamiento alimentario, las situaciones de estrés crónico y el abuso de sustancias como el tabaco y el alcohol. La escasa exposición a las radiaciones solares puede ser también un factor principal en el origen de carencia de esta vitamina.

La escasez de vitamina D3 en el adulto se ha asociado a múltiples problemas de salud. Osteoporosis, hipocalcemia, hipofosfatemia, osteomalacia, debilidad muscular, fatiga, hipertensión arterial, algunas enfermedades cardiovasculares, bajas defensas para las infecciones y trastornos de la inmunidad son algunos de los problemas a los que se exponen las personas con niveles bajos.