Tenemos miles de millones de neuronas en nuestro cerebro, cuyas conexiones son testigo de los estímulos a los que nos exponemos cada día. Imágenes, conversaciones, experiencias… la mente radiografía nuestra vida, pero también 'decide' qué recordar y qué no. Porque aunque temamos enormemente el olvido, seríamos incapaces de razonar con claridad si todos nuestros recuerdos quedaran almacenados y afloraran constantemente. Tanto que es mucho más aquello que olvidamos que lo que recordamos. ¿Lo sabías?
Puerta de entrada: el hipocampo
Todos esos estímulos y sensaciones llegan a una zona de nuestro cerebro llamada hipocampo, donde se almacenan de manera temporal. Se trata de una de las principales estructuras del cerebro y, precisamente, la que se altera cuando se padece una enfermedad neurodegenerativa. También es la encargada de trasladar esa información temporal a la corteza cerebral donde, finalmente, quedarán almacenados los recuerdos. Pero ¿cómo se decide lo que sí quedará grabado en la memoria y lo que no? Principalmente por emociones. Recordaremos aquello que nos ha generado impacto, que venga asociado a una emoción. A mayor emoción, más detalles podremos rescatar en un futuro. Será mucho más nítido.
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En este sentido, se demuestra que aquellas situaciones que han estado vinculadas con segregación de hormonas como la adrenalina, por ejemplo, tienen más probabilidades de permanecer. El cerebro les otorgará importancia, pero a la vez, descartará otros extractos que considera innecesarios para la supervivencia, con el fin de no cargarnos con información irrelevante. Y lo hace gracias a las enzimas fosfatasas, encargadas de dificultar la formación o el fortalecimiento de las conexiones neuronales. Ahora bien, que no se recuerde no significa que no esté almacenado, solo que nuestra mente no nos permite tener acceso.
Así se recuperan los recuerdos
Si bien la estructura de entrada y almacenaje ha sido más analizada, la ciencia avanza en el camino contrario, la recuperación del recuerdo. Una investigación del Instituto de Bioingeniería de Cataluña publicada en la revista Nature Communications en junio de 2019 aseguraba haber dado con un patrón. Cuando recordamos algo, se activan una serie de regiones cerebrales, entre ellas las regiones hipocampal y parahipocampal del lóbulo temporal medial. Afinando este proceso, el estudio de IBEC asegura que todo surge por una reacción en el hipocampo, que desencadena una conexión con el neocórtex y activa el grupo de neuronas en las que está almacenado ese recuerdo.
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¿Recuerdo o imaginación?
Hay ocasiones en las que se identifica un recuerdo con lo que en realidad no es más que un falso recuerdo, es decir, fruto de un sueño o de la imaginación. Esto puede suceder si esa experiencia, que solo ha ocurrido en nuestra mente, se vive con una alta intensidad. En casos así el cerebro puede llegar a confundir si ha ocurrido o se ha imaginado. Igualmente tendemos a completar recuerdos incompletos con detalles aprendidos que encajarían en la situación o combinar historias parecidas por lo que se llama efecto de atribución.