Después de dar muchas vueltas, con mucha probabilidad, contando tus síntomas y buscando soluciones, tal vez tienes el diagnóstico: intolerancia a la fructosa. La experta en Nutrición Elisa Blázquez nos cuenta que es importante la labor de los profesionales a la hora de explicar bien al paciente por qué porque se tiene este problema y cuál es el tratamiento efectivo, que no consiste solo en eliminar la fructosa de la dieta.
Su colega Sara López, nutricionista del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad de Madrid parte, en primer lugar, de explicarnos qué es exactamente la fructosa. “Esta es un monosacárido presente en frutas y verduras entre otros alimentos que, gracias a unos transportadores intestinales, es absorbida”, nos cuenta. Cuando hay intolerancia a la fructosa (o, mejor dicho, malabsorción) estos transportadores no funcionan adecuadamente, y entonces la fructosa pasa al colon donde es fermentada por bacterias intestinales y, como consecuencia, se producen gases como hidrógeno y metano. “Por ello el paciente nota numerosos síntomas digestivos como meteorismo, hinchazón, dolor abdominal, diarrea…”, añade.
El diagnóstico de esta malabsorción se realiza por un test de aliento con hidrógeno espirado, pero se debe contemplar que es un diagnostico secundario a alguna alteración intestinal como sobrecrecimiento bacteriano, permeabilidad intestinal, parásitos (como Giardia Lamblia), enfermedad celíaca… Por ello, una vez que se trate esta causa subyacente esta malabsorción mejorará.
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La clave, reestablecer el equilibrio intestinal
¿Qué debemos tener en cuenta? Elisa Blázquez (tunutricionistaintegrativa.com) nos explica que lo primero que debemos saber es que la intolerancia a la fructosa consiste en un problema de malabsorción porque los sistemas de transporte de la fructosa a través del intestino están sobrecargados o bloqueados. Eso sí, la experta nos detalla que el bloqueo de la absorción nunca es total, siempre podemos tolerar unas cantidades mínimas de fructosa. Y lo más importante que debemos saber es que no es una intolerancia de por vida (a no ser que sea genética, algo poco común), puesto que siempre es consecuencia de un problema de disbiosis intestinal, de alteración de la permeabilidad intestinal y la integridad de la mucosa. Es decir, en su opinión, con un buen tratamiento enfocado en restablecer el equilibrio intestinal, la intolerancia a la fructosa se puede llegar a corregir. Por eso, Elisa Blázquez nos da este consejo: “Si nos dan una dieta muy rigurosa sin fructosa y nos dicen que es para toda la vida, por favor buscar otro especialista que os ayude a mejorar vuestra salud intestinal para corregir esta intolerancia”, apunta.
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¿Supresión total o parcial?
Hay expertos que indicen que se desaconseja la supresión total de alimentos que contienen fructosa, puesto que es un azúcar presente en gran cantidad de alimentos vegetales y su supresión total, puede suponer carencias. “En mi consulta trato la intolerancia a la fructosa con un tratamiento integral del intestino a través de una dieta antiinflamatoria, estudiando la microbiota intestinal y dando una dieta que contribuya a su equilibrio y tratando la permeabilidad intestinal. Cuando se realiza un abordaje integral, la intolerancia se corrige. Las intolerancias que no tienen causa genética, aparecen por una causa y no son para toda la vida”, nos explica Elisa Blázquez.
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Personalizar una dieta baja en fructosa
No obstante, sí suele ser recomendable una dieta baja en fructosa, que será aquella en la que evitemos los alimentos más ricos en este azúcar (fruta principalmente) y en polialcoholes. “Recomiendo evitar las tablas generales y personalizar en cada caso, aunque la recomendación general suele ser evitar aquel alimento que contenga más de 1,5-2 gr /100gr de alimento como la fruta rica en fructosa (manzana, pera, dátiles, membrillo, cereza, melocotón, higos, etc), miel y melazas, mermeladas, chicles endulzados con sorbitol, zumos...”, nos dice Elisa Blázquez, que añade que ella no recomienda quitarse otros alimentos más bajos en fructosa pero que a menudo se retiran en este tipo de dietas, como pueden ser los granos integrales, las judías verdes o las legumbres. “Siempre hay que valorar la tolerancia individual a estos alimentos, hacer una dieta muy personalizada y guiada por un nutricionista y huir de las típicas tablas generales para todo el mundo”, concluye.
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¿Cómo debe ser la dieta?
Coincide la experta en Nutrición Sara López, quien nos cuenta que observa con mucha frecuencia en consulta que sus pacientes antes de acudir por los síntomas que padecen van eliminando de la dieta fruta y verdura, pero las consecuencias de hacer esto son muy graves. En su opinión, el planteamiento que debe hacerse (siempre llevado a cabo por un dietista-nutricionista experto en este ámbito) es:
- Detectar a través de la historia dietética la posible causa de esta malabsorción.
- Recomendar más pruebas (si fueran necesarias).
- Adaptar la dieta, dependiendo de los síntomas será necesario posiblemente realizar una dieta Low Fodmap o al menos controlada en fructosa y sorbitol.
“La dieta Low Fodmap, es decir, baja en fructooligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables debe ser dirigida por un dietista nutricionista y siempre será de transición. Es decir, tiene una fase más estricta y posteriormente se van incluyendo progresivamente alimentos, por grupos y observando siempre posibles síntomas al introducirlos”, nos dice López, que añade que algunos de los alimentos que se suelen retirar son la manzana, el melocotón, todos los azúcares (incluida la miel), mango, pimiento, trigo, legumbres, lácteos con lactosa…
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¿Son recomendables los suplementos?
“La suplementación debe valorarse también de forma individual, además un aspecto que debe contemplarse es que de base puede existir una disbiosis intestinal. ¿Qué significa este concepto? Que hay un desequilibro en los microorganismos que habitan en nuestro intestino y eso da lugar a dolor, distensión abdominal, diarrea, estreñimiento… Por tanto, no sirven los mismos probióticos ni otros suplementos para todos ya que dependerá de cada caso concreto”, añade Sara López. “Si te han diagnosticado intolerancia a fructosa ponte en contacto con un dietista-nutricionista especializado para lograr tu mejoría y mantener una dieta lo más equilibrada y saludable posible dentro de las restricciones”, concluye.
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