La incertidumbre y la preocupación ha impregnado la vuelta al cole de este año de pandemia por la Covid-19, la infección por el coronavirus, de un tono más amargo. Lo que podría ser un momento divertido y esperado para padres y escolares, se ha convertido en una experiencia inédita, una apuesta social de la que todavía están por ver las respuestas y repercusiones sanitarias que pueda tener, tanto en la evolución como en las características epidemiológicas de la enfermedad.
La necesidad de mantener la enseñanza presencial continuada y el ritmo académico de nuestros niños y jóvenes escolares, así como la de normalizar la vida de las familias y el orden familiar y laboral, son las razones de mayor peso para iniciar esta aventura. Aún así y a pesar de las medidas tomadas por las autoridades sanitarias y docentes, todos sospechamos que en el inicio escolar se van a correr ciertos riesgos.
Creemos que la incorporación escalonada de los escolares, la toma de temperatura, el uso de mascarilla, el distanciamiento y el lavado frecuente de manos son todas ellas medidas eficaces para evitar la dispersión del virus, pero también sabemos que todas ellas serán difíciles de mantener de forma prolongada en el ambiente escolar.
Los niños son en general inquietos, activos, todavía irresponsables, y cuanto más pequeños peor. Además, todos sabemos que hay “niños y niños” y muchos son difíciles de controlar. En general, los más pequeños tendrán más dificultades para cumplir las normas, y por mucho interés y cuidado que pongan los cuidadores y educadores, convivir sin contacto social y mantener el uso de una mascarilla durante ocho horas diarias va a ser una prueba difícil de superar para muchos escolares.
En el lado positivo de la situación, y para dar confianza y tranquilidad a los padres, diremos que los niños que padecen la infección por el virus SARS-2, causante de la epidemia Covid-19, la sufren de forma mucho más leve que el adulto y lo hacen, en muchos de los casos, de forma asintomática, y que sus complicaciones y letalidad, y no digamos mortalidad, está en relación directa a otras enfermedades graves subyacentes, a veces desconocidas, que se complicaron con la infección por el virus. Solamente los niños menores de un mes, o los que padecen enfermedades constitucionales o inmunológicas, tienen algún riesgo de padecer complicaciones, siendo hasta la fecha, la mortalidad prácticamente nula en niños sanos.
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Repercusiones sociales
Otra cosa son las complicaciones que sobre la sociedad puede ocasionar el inicio de las actividades escolares. Ya, antes de aparecer la epidemia del coronavirus, el inicio de las actividades escolares era causa de la aparición y la expansión de epidemias de enfermedades infecciosas del aparato respiratorio. El resfriado común, el catarro de vías altas y la gripe han sido siempre enfermedades habituales y frecuentes en nuestro medio al principio del otoño y su presencia siempre se vio favorecida por el inicio de las actividades laborales y de la actividad escolar y universitaria después del verano.
Estos precedentes nos hacen sospechar que la diseminación y expansión del coronavirus SARS-2 no va a ser una excepción y que esta situación va a facilitar su diseminación en el ambiente familiar y social que frecuenten los niños y los adolescentes.
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Los niños trasmisores de la infección
Aunque los niños se infecten y padezcan la enfermedad o estén asintomáticos, su capacidad para trasmitir el virus e infectar a otros niños o a los adultos, persiste.
Pensamos, sin embargo que la capacidad de los niños para infectar a los adultos es más baja de lo pensado anteriormente, es decir es menor, debido probablemente a su relación con el adulto, y al distanciamiento que este puede imponer en su relación social con los niños. Sin embargo el riesgo existe y será uno de los principales problemas que nos va a plantear el inicio de las actividades escolares.
Es momento de alabar el esfuerzo que las autoridades sanitarias y docentes y sobre todo los colegios, están realizando para preservar la salud de los escolares y para controlar la diseminación del virus en nuestro entorno.
El aumento de espacios, de aulas con suficiente distanciamiento, el aumento de personal docente, la habilitación de los centros docentes y el esfuerzo en el control de hábitos de higiene y de prevención, son medidas que esperamos puedan ser llevadas a la práctica y sean eficaces para proteger la salud de los niños y para controlar la expansión del virus.
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