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Pelaje blanco puro con manchas negras o marrones. Esta es la principal seña de identidad de los dálmatas, una raza canina que jamás pasa desapercibida. No obstante, al nacer, carecen de estas manchas tan particulares, que van apareciendo paulatinamente en su cuerpo a lo largo del primer año de vida. Aunque aún se desconoce su origen, las teorías sitúan a los primeros ejemplares en Dalmacia, una región situada en la costa de Croacia, y su papel más importante ha sido como perro de compañía y escolta para carruajes. Tras el estreno de la popular película de Disney de 1961, 101 dálmatas, los espectadores se rindieron ante la belleza y singularidad de esta raza, por lo que la demanda de cachorros experimentó un auge espectacular.
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Atlético y sumamente elegante
Los dálmatas son inconfundibles. Destacan principalmente por un pelaje corto, liso y moteado. Son canes de tamaño medio, que pueden alcanzar hasta los 35 kilos de peso y los 60 cm de altura en el caso de los machos, mientras que las hembras no suelen sobrepasar los 55 cm, aunque sí que pueden llegar a pesar lo mismo que los machos. Tienen una cabeza completamente libre de arrugas, un cuello fuerte y largo, unas orejas caídas de forma natural y un cuerpo equilibrado, esbelto y musculoso.
Contacto y ¡mucho ejercicio!
El dálmata es un perro completamente familiar. No le gusta nada la soledad y tiene la necesidad de estar cerca de la familia. De naturaleza enérgica y juguetona, esta mascota, que destaca por ser muy inteligente, requiere de una gran dosis de actividad y ejercicio, por lo que son excelentes compañeros de las personas activas. Aunque es aparentemente independiente, se trata de un animal doméstico amable y sumamente cariñoso, paciente y juguetón con los más pequeños. Le encanta jugar, saltar, correr y rara es la ocasión en la que ladra. Eso sí, debe ser educado y sociabilizado con tesón y responsabilidad para que no adopte malos hábitos y consiga controlar su energía.
Alta predisposición a la sordera
En general, el mantenimiento de este can es sencillo. Cepillarlo con regularidad y frotarlo con un paño húmedo, sacarlo de paseo a diario y suministrarle abundante agua son acciones suficientes para el bienestar del animal. Debido a su energía inagotable, es preferible que esté con una familia activa, que destinen parte de su tiempo libre a actividades intensas, como dar largos paseos por la naturaleza o hacer rutas en bicicleta.
Aunque son fáciles de cuidar, cuentan un sistema inmune frágil que les hace propensos a contraer numerosas patologías. Sin duda, la sordera es uno de los problemas que persigue más de cerca a esta raza. Se trata de un problema congénito que, según un estudio realizado en la Universidad Estatal de Luisiana (Estados Unidos), afecta aproximadamente al 30% de los ejemplares. No obstante, esta suele ser unilateral y afectar a uno de los dos oídos. La sordera bilateral, es decir, pérdida de audición de los oídos, atañe únicamente al 8% de los ejemplares de la especie.
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