El lince ibérico, el rinoceronte blanco, el tigre de Sumatra, el chimpancé común… Existen una gran cantidad de animales que, por desgracia, están a punto de desaparecer. Las tortugas marinas se enfrentan a muchas amenazas causadas principalmente por las actividades humanas, que las están empujando cada vez más cerca de la extinción. Estos reptiles, que hacen vida dentro de las profundidades del mar de todo el mundo desde hace más de cien millones de años, podrían tener los días contados si no tomamos conciencia del grave problema que supondría su desaparición. De las siete especies que existen (laúd, boba, verde, franca oriental, carey, bastarda y olivácea) todas ellas están amenazadas y seis están clasificadas como en peligro de extinción por diferentes motivos, como la caza furtiva, la pérdida de hábitat o el cambio climático.
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Disminución de la diversidad
Los efectos del cambio climático están teniendo importantes consecuencias para las tortugas marinas. El ascenso de los grados en los termómetros altera las relaciones sexuales de este animal, cuyo sexo depende de la temperatura de la arena donde se ponen los huevos. Las elevadas temperaturas provocan un aumento de la proporción de crías de hembra, reduciendo las oportunidades de reproducción y disminuyendo la diversidad genética de la especie. Las poblaciones podrían reducirse drásticamente. Otra de las consecuencias directas de la problemática ambiental es la pérdida de hábitat. El derretimiento de los casquetes polares y la subida de las aguas costeras erosionan los hábitats de los ‘dinosaurios del mar’.
Plástico, una auténtica trampa para los animales marinos
El plástico es uno de los principales enemigos de estos reptiles (y del resto de especies de mar), que pueden vivir más de 50 años y que son fundamentales en la fauna marina. "Muchas son las razones que han llevado a estas especies al límite, pero es muy destacable el impacto de la invasión de plásticos en el mar. Cada año se estima que 8 millones de toneladas acaban en el mar, un auténtica trampa para las tortugas y otros animales marinos", explica la organización WWF. Las tortugas confunden los restos de este material altamente contaminante con medusas y se ahogan cuando intentan comérselos, o bien quedan enredadas en las redes de pesca u otros plásticos. El problema continúa fuera del océano, en las playas, donde la basura y los residuos pueden atrapar a las crías impidiendo que alcancen el mar.
Caza furtiva y comercio ilegal
La carne de las tortugas sirve como preciada fuente de alimento y los huevos se consideran un afrodisíaco en algunos países, que cosechan de manera insostenible para vender en sus bares y restaurantes como reclamo turístico. Además, existe una fuerte demanda en el mercado del caparazón de estos reptiles, especialmente del de la especie carey. Con ellos se fabrican todo tipo de objetos decorativos y joyas. No obstante, la caza de tortugas carey está prohibida desde 1877, cuando el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES) asignó a esta especie marina el nivel más alto de protección.
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