El verano es sinónimo de sol, playa… Pero, para muchas mujeres, también de infecciones vaginales. En efecto, durante esta época del año, es frecuente que aumenten, hasta en un 50%, estos incómodos problemas, que, según calcula Laboratorios Ordesa, llegan a suponer un tercio de las consultas de los ginecólogos. Y aunque padecer candiadisis o vaginosis es más común de lo que se imagina, lo cierto es que todavía hay mucho desconocimiento en torno a ello. Así que hablamos con el doctor José Luis Neyro, especialista en Ginecología, para despejar algunas dudas.
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¿Por qué aparecen la candiadiasis y la vaginosis?
“Tanto la candidiasis como la vaginosis son la consecuencia de la misma circunstancia fisiopatológica: la alteración de la microbiota, antes conocida con el término de flora vaginal”, nos explica el doctor Neyro. Esta microbiota “forma un perfecto ecosistema”, que varía en cada mujer, y está formado por diferentes bacterias, hongos… que se encuentran en un perfecto equilibrio.
Sin embargo, en verano, es habitual que ese ecosistema sufra alteraciones por distintos motivos:
- Cambio de las condiciones climáticas.
- Variación de los hábitos de higiene (entre ellas, las duchas vaginales).
- Baños en la piscina y en el mar.
- Permanecer mucho tiempo con ropa muy húmeda.
Todas estas condiciones propician la aparición de las dos alteraciones más frecuentes: la candidiasis y la vaginosis.
La candidiasis, comenta, es una infección vaginal que se produce cuando en la vagina predomina la aparición de la cándida, un hongo, del que existen varias subespecies, siendo las más conocidas la cándida albicans, la cándida tropicalis o la cándida glabrata, entre otras. “Cuando, entre ellas, están en equilibro con el resto de microorganismos, no causan ningún daño. Sin embargo, cuando otras especies en la microbiota ceden su espacio a los demás, la cándida se hace fuerte, crece por encima de lo habitual, y puede causar daño al reproducirse en la vagina”.
Por otro lado, se encuentra la vaginosis, provocada por el aumento de otras bacterias, como haemophilus influenzae, a la que ahora se llama Gardnerella vaginalis, y por la reducción de los lactobacilos, que son las bacterias que generan el ácido láctico, encargado de mantener un pH adecuado en la vagina, evitando, de esta forma, que otras bacterias crezcan en exceso.
No obstante, hay mujeres que son más propensas a sufrir este tipo de infecciones. De hecho, recientes investigaciones concluyeron que podían diferenciar cinco 'vaginotipos' o perfiles bacterianos diferentes de la microbiota vaginal, y que atendían a la mayor o menor probabilidad de padecer vaginosis bacterianas.
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Prestar atención a los síntomas
El médico apunta varias señales que nos pueden revelar la presencia de la candidiasis:
- El cambio en la consistencia de las secreciones. La cándida se reproduce cuando el pH aumenta, y ‘toma el mando’ de la microbiota, haciendo que cambie el flujo, que pasará a ser espeso, en grumos, como de leche cortada.
- La sensación de quemazón interior, y enrojecimiento de los labios.
- El picor, tanto interno como externo.
- Dificultad para mantener relaciones.
- Signos inflamatorios, como enrojecimiento local.
- Si se lleva al extremo, el rascado, en ocasiones, muy difícil de evitar, puede producir lesiones.
Y, en el caso de la vaginosis:
- Picor muy intenso.
- Mal olor. La vaginosis produce la aparición de unas sustancias, las piretrinas, que dan mal olor al flujo, percibido incluso por la propia mujer.
Si se detecta cualquiera de estos síntomas, es muy importante acudir a la consulta del ginecólogo para que efectúe las pruebas adecuadas.
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¿Cómo prevenirlas?
Los especialistas aconsejan:
- Mantener una correcta higiene íntima, usando jabones específicos con un pH compatible con el pH vaginal, que respeten el equilibro de la zona. Idealmente, aconseja el doctor, con pH ácido, en contra de la publicidad extendida del 'pH neutro'.
- No realizar jamás duchas vaginales como método de limpieza ni de higiene íntima, ya que ello alterará, todavía más, la microbiota vaginal por el doble efecto mecánico del arrastre y químico del producto que se haya empleado.
- Evitar vestir ropa de baño mojada durante mucho tiempo.
- Optar por ropa interior hecha con algodón o tejidos que sean transpirables.
Algo a lo que se suma el doctor Neyro, quien, además, señala que el abuso indiscriminado de antibióticos puede propiciarlos. “Se ha advertido en muchas ocasiones que no se puede abusar de los antibióticos, ya que, de lo contrario, las bacterias se acostumbran a un antibiótico que no era necesario. Además de esta resistencia, el antibiótico se difunde en sangre, alterando el ecosistema vaginal. Esos ‘bichos’ a los que el antibiótico no ha matado, se hacen fuertes”, detalla.
Y, por último, añade los probióticos para que se reequilibre la flora. “Los probióticos son los gérmenes vivos que, administrados por una determinada vía (puede ser oral, vaginal…) y con una cantidad precisa, son capaces de generarnos beneficios para la salud, pero éstos se deben conservar manteniendo la cadena de frío”.
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¿Cuál es el tratamiento?
En palabras del doctor Neyro, “el tratamiento es doble”. “Primero hay que atacar el ‘bicho’ predominante, que es el que está causando la infección (la cándida o la Gardnerella), y que se revela en cuanto llegan los resultados del cultivo".
"El siguiente paso será restablecer el equilibrio de la microbiota, lo que se hace mediante probióticos”. Estos probióticos, según detalla, algunos en concreto han sido sometidos a un proceso de deshidratación en frío que permite mantener sus características biológicas. “Éstos extienden su acción en la vagina, consumen el glucógeno vaginal, provocan la liberación, como parte de su metabolismo, de ácido láctico, y vuelve a acidificar la vagina, que es lo que evita el crecimiento de la cándida”, concluye.
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