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¿Verdad o mentira? Los 10 bulos más comunes sobre alimentación

No todo lo que circula en la red es cierto


9 de julio de 2020 - 20:34 CEST
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Somos lo que comemos, y parece que, con el paso del tiempo, nos hemos concienciado sobre ello. Por este mismo motivo, cada vez son más las personas que se preocupan por su alimentación, y acuden a Internet para descubrir qué es beneficioso (y qué no) para su salud. Sin embargo, tal y como alertan los expertos, no todo lo que circula en la red es cierto. Sobre todo, en lo que concierne a temas de nutrición. Tanto es así que según el primer 'Estudio sobre bulos de salud', editado por el Instituto Salud sin bulos y Doctoralia, se estima que más de la mitad de las informaciones que podemos encontrar de forma online son falsas.
 

El problema es que este contenido se difunde de una manera imparable, se viraliza, y al final, la sociedad acaba asimilando que es cierto, sin consultarlo con los verdaderos especialistas.
 

Así que para 'combatir' toda esta desinformación, el Instituto Salud sin bulos ha lanzado su primera guía de 'Bulos en Alimentación', en la que ha contado con Gemma del Caño, farmacéutica especializada en Innovación, Biotecnología y Seguridad alimentaria; Pablo Ojeda, dietista, experto en Obesidad y nutrición deportiva; y Beatriz Robles, nutricionista y tecnóloga de alimentos. Los tres han sido los encargados de 'cazar' y explicar los bulos más arraigados, que, seguramente, habrás escuchado en más de una ocasión.

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¿El pan quemado provoca cáncer?

Lo has escuchado en infinidad de ocasiones, y probablemente, tengas tus dudas sobre ello. Los expertos explican la razón que lo explica es que en el pan quemado se forma acrilamida, un compuesto que ha sido catalogado como probablemente carcinógeno para humanos por la IACR (Agencia de Investigación de Cáncer por sus siglas en inglés).
 

No obstante, para que esta sustancia haga su aparición el alimento en sí debe tener azúcares reductores y aminoácidos (sobre todo, aparagina), así como ser cocinado a una temperatura superior a los 120 grados.
 

Es decir, que no sólo hablamos del pan, sino de otros productos como las patatas, la bollería, el café... La EFSA, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, ya alertó de que la población, en general, seguía una dieta demasiado expuesta a la acrilamida.

¿Qué se puede hacer entonces?

Lo que se aconseja es no cocinar los alimentos a una temperatura superior a lso 170 grados, y procurar que, en el caso del pan, no adquieran un color marrón oscuro.

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El zumo de limón es depurativo, ¿verdad o mentira?

Muchas personas tienen la creencia, errónea, de que el zumo de limón es depurativo. Pero nada más alejado de la realidad. Tanto Gemma del Caño como Pablo Ojeda y Beatriz Robles señalan que el limón no tiene ningún nutriente que justifique ese efecto depurador que tradicionalmente se le ha asignado.

Nuestro cuerpo, detallan, tiene tres órganos que llevan a cabo la 'depuración': el hígado, el riñón y los pulmones, "que están preparados para aguantarnos toda la vida sin ningún problema".

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Comer sandía o melón por la noche produce indigestión

Los tres expertos afirman que es rotundamente falso, ya que hay que recordar que el agua es su principal componente.

No obstante, nutricionistas como Marta Vallejo, de Clínica Opción Médica, nos recuerdan que no es aconsejable cenar fruta habitualmente, dado que no dejan de ser alimentos con un elevado índice glucémico. Y, en el caso de hacerlo de vez en cuando, lo ideal es optar por las acuosas, como la sandía o el melón, acompañándolo de una proteína.

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La leche sin lactosa engorda menos

La lactosa no tiene nada que ver con el aumento de peso. Se trata de un azúcar simple formado por dos monosacáridos, la glucosa y la galactosa. Al hacer leche sin lactosa, no se elimina esta sustancia. Lo que se hace, en realidad, es romperla con la ayuda de una enzima (la galactosidasa o lactasa). Por eso su sabor es distinto al de la leche normal.

Finalmente, su contenido en azúcares no difiere del de la leche con lactosa, y su valor nutricional es el mismo.
 

Además, la leche sin lactosa sólo está recomendada para las personas con intolerancia a la misma. Si no se tiene este problema y se decide dejar de tomar lactosa, según advierte Ana Haro García, farmacéutica y tecnóloga de los alimentos, se correría el riesgo de no absorber bien el calcio.

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El azúcar de abedul, mejor que el normal

El azúcar de abedul se obtiene al machacar la corteza de este árbol y someterle a unos tratamientos para conseguir xilitol, un polialcohol que se usa como aditivo (E-967) debido a sus propiedades edulcorantes.

Se trata de un producto menos calórico que el azúcar, pero con la misma capacidad de endulzar. Y por ello, comúnmente, se le ha presentado como el perfecto sustituto. Eso sí, se debe consumir con moderación, en muy pequeñas cantidades, o de lo contrario, podría provocar diarreas.

Además, ayuda a mantener la mineralización de los dientes y tiene un índice glucémico bajo.

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Si es ecológico, es sano

Esto no es cierto. Cuando encontramos un producto con el sello ECO en el supermercado, hace referencia a un aspecto medioambiental no a sus beneficios para la salud. Es decir, que este etiquetado, concedido por la Unión Europea, implica que durante su cultivo no se han utilizado ni sustancias sintéticas o transgénicas, y si se trata de un animal, éstos han sido alimentados con productos ecológicos.
 

Aunque existen estudios que apuntan que las verduras ecológicas tienen más nutrientes que las convencionales, en ningún caso hablamos de productos perjudiciales.

Ambos han empleado fitosanitarios autorizados y los animales no tienen antibióticos u hormonas.

"Es posible que hayamos oído alguna vez que los productos ecológicos son más seguros porque en su producción no se pueden utilizar antibióticos o pesticidas, pero no es verdad. Bernhard Url, director de la EFSA (Autoridad de Seguridad alimentaria europea), ha dejado claro que no hay diferencias de seguridad alimentaria entre los alimentos convencionales y los ecológicos", explica Robles

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Las legumbres y verduras de bote no son buenas para la salud

Esto es falso. Los tres expertos coinciden en que tanto las legumbres como las verduras son componentes fundamentales de una alimentación saludable. Por ello, animan a comerlas "en todas sus formas, tamaños y métodos de conservación".

Si bien es cierto que las legumbres en conserva contienen aditivos para mejorar su aspecto, aseguran que éstos son seguros.

Algo similar sucede con la verdura congelada. Antes de envasarla, se le da un escaldado para fijar algunos nutrientes, y durante el proceso, algunos disminuyen su presencia. Pero no significa que no se puedan consumir.

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Las mermeladas son perjudiciales para la salud

Lo cierto es que deben consumirse con moderación y están totalmente desaconsejadas para las personas diabéticas. Una vez se cocinan, la mayor parte de la mezcla final es azúcar, aunque alguans personas te habrán señalado su bajo contenido en grasas y su poco valor calórico. Y es que ingerir 25 gramos de mermelada, suponen unas 64,5 Kcal y 15,65 gr de azúcar (lo mismo que dos sobres).
 

Por ello, hay que tener precaución. Además de los diabéticos, tampoco se recomienda para las personas con sobrepeso u obesidad que intenten perder peso.

Ante la duda, lo mejor es siempre consultar al especialista. O también puedes optar por hacer una casera.

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El cuscús es mejor que la pasta

En verdad, explican los expertos, son primas hermanas.  Ambos son dos alimentos que tienen un aporte calórico basado, principalmente, en carbohidratos. Lo que los convierte en un producto idóneo para los deportistas.

No obstante, se aconseja consumirlo en su forma integral, ya que así nos beneficiaremos de sus nutrientes. En el caso del cuscús: carbohidratos complejos, proteínas, vitaminas del grupo B (menos la B12) y una cantidad importante de manganeso.

Otra característica que, quizá, le haya ayudado a la hora de ganar adeptos es que es muy versátil y rápido de cocinar.

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El chocolate es saludable

Sí. Podemos destacar que es bueno a nivel cardiovascular, contiene antioxidantes, reduce la presión sanguínea, disminuye el colesterol LDL (el que conocemos como malo), es capaz de saciarnos (gracias a sus grasas) e incluso se llega a recomendar cuando se está perdiendo peso.

El inconveniente es que la mayoría de los chocolates que encontramos en el supermercado, en realidad, no lo son. Es decir, que el 70% del producto es azúcar, lo que perjudica nuestra salud.
 

Por ello, es tan importante prestar atención a las etiquetas.

Los tres expertos explican que el chocolate 'bueno', el aconsejable, debe tener más de un 75% de pureza, e ingerirse, como mucho, una o dos onzas por día.

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