Desde que el pasado mes de mayo el Gobierno estipuló que el uso de la mascarilla fuera obligatorio a partir de los seis años, ésta se ha convertido en un elemento más de nuestro día a día. En esta 'nueva normalidad', casi por instinto, nos la ponemos cada vez que tenemos que salir de casa. Y aunque es una medida esencial de prevención frente al coronavirus, los odontólogos advierten de que, tal y como la estamos utilizando, está afectando, de manera negativa, a nuestra salud bucodental. En especial porque "está acentuando el descuido de nuestra higiene bucal, lo que puede traer consecuencias negativas", en palabras del odontólogo Iván Malagón.
No obstante, el Consejo General de Dentistas apunta a que no existen evidencias científicas que prueben que las mascarillas provocan problemas de salud bucal.
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¿Por qué las mascarillas pueden provocar problemas bucodentales?
"La boca es como un ecosistema y, como tal, tiene una flora bacteriana muy diversa, necesaria para que todo funcione en equilibro. Entre estas bacterias, están las saprófitas, que se aprovechan de determinadas circunstancias como, por ejemplo, que la persona tenga las defensas bajas. Otros tipos de bacterias se aprovechan de la falta de oxígeno dentro de la cavidad oral", nos explica Iván Malagón.
"Por la noche, estas bacterias descomponen ciertos detritus (restos de descamaciones de las encías y de las mucosas), restos de comida, restos de sangre (si es que a la persona en cuestión le sangran las encías)… Y, entonces, dan lugar a un compuesto químico llamado mercaptano de metilo, que hace que la boca huela mal porque ha estado cerrada. Y si a eso se le suma poca secreción de saliva, es peor todavía".
Advierte el odontólogo que esto que antes sólo sucedía durante las horas nocturnas, ahora ocurre con mayor frecuencia. Debido a que, al llevar la mascarilla, las personas beben menos agua (lo que hace que se seque la mucosa) y mantienen la boca cerrada, interrumpiendo la exposición al aire exterior y al oxígeno.
Y a todo ello, se suma, además, una peor higiene. "En muchas oficinas los servicios permanecen cerrados, así que la gente no puede cepillarse tanto los dientes ni enjuagarse con agua".
Las consecuencias para nuestra salud oral son variadas:
- Mal olor bucal.
- Caries.
- Tinción en los dientes. Ya que las bacterias saprófilas son cromófilas: "ante estas circunstancias, lo que hacen es precipitarse en la superficie del esmalte y oscurecerlo, provocando pequeñas manchas marrones en las zonas cercanas a las encías".
- Más sensibilidad dental.
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La llegada del verano no ayuda
El odontólogo comenta que, en verano, es habitual que se descuide más la boca. A muchas personas se les olvida cepillarse los dientes, lo que puede favorecer el desarrollo de caries, sensibilidad dental… Por otro lado, en la época estival, estamos acostumbrados a alternar comidas calientes con bebidas frías, y viceversa.
"Estos cambios bruscos de temperatura de los alimentos provocan hiperemias pulpares. Los vasos sanguíneos que están dentro de la cavidad pulpar, en el interior de cada muela o diente, se dilatan, y ello genera un dolor importante. Al final, lo que hace la pulpa es intentar protegerse y se calcifica. Por este motivo, mucha gente pierde la sensibilidad de los dientes", destaca.
Las bebidas carbonatadas y con burbujas, como el champán, tampoco ayudan: "es un ácido sobre la superficie del esmalte, que de alguna manera lo desgasta y facilita que las bacterias puedan provocar caries".
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¿Qué podemos hacer?
"Aunque llevemos la mascarilla, siempre y cuando esté garantizada la distancia social, es mejor quitárnosla para que el aire entre en nuestra boca y beber agua frecuentemente", apunta Iván Malagón. Además, el odontólogo propone que preparemos un kit para ir a todas partes, y que contenga:
- Gel hidroalcohólico para lavarnos las manos con frecuencia. La higiene debe ser "exquisita", y puede que al lugar donde vayamos no tengamos a nuestra disposición agua y jabón.
- Una botella de agua para dar pequeños tragos con frecuencia.
- Enjuage de povidona yodada diluida 100 mg/ml. Se ha demostrado que, diluida en agua, es eficaz contra microorganismos como los virus. En cambio, “enjuagarnos con clorhexidina es oco efectivo puesto que no es antivírico. Es casi como si lo hiciésemos con agua, pero siempre es mejor que nada”.
- Cepillo de dientes, que hay que cambiar con más frecuencia. Generalmente, se recomienda no tardar más de tres meses porque las cedras del cepillo se desgastan y son menos efectivos. En las circunstancias actuales, el odontólogo optaría por comprar cepillos más asequibles y variar con toda la frecuencia que se pueda.
"Es importante que la sociedad comprenda que no hay que ir al dentista sólo por la estética. Una buena salud oral influye en nuestro organismo. Por ejemplo, no tener una buena mordida, puede provocar dolores de oído, de espalda… Y si se descuida la higiene o los dientes están apiñados (lo que dificulta el cepillado efectivo), las encías se inflaman y se provocan muchas patologías a nivel gástrico o, incluso, cardíaco".
Es por ello que el odontólogo incide en la importancia de acudir a la consulta del dentista regularmente para prevenir cualquier problema, y en especial, si se detecta alguna molestia.
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