Si te decimos la palabra 'queja' seguramente reconocerás alguna persona cercana a tu entorno con la que identificas este término. Puede que, incluso, seas capaz de verte a ti mismo. Este mecanismo puede ser algo entendible si surge de manera natural y puntual, en el marco de una conversación que se presta a compartir impresiones. Sin embargo, hay quien llega a adoptar la queja como modo de vida. Y esto representa un serio problema; un obstáculo para el crecimiento personal y para la socialización del individuo.
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Quejarse es una válvula de escape, un desahogo. Se trata de una necesidad de expresión de lo que sentimos, pero mal entendida, porque no resuelve nada, simplemente alimenta la negatividad. No hay responsabilidad en el acto pues, cuando uno se queja lo único que busca es sacar su malestar, compartirlo y depositarlo en los demás. Por ese motivo no solo es una fórmula que resta energía a la persona que la lanza sino que tiene igual efecto en quien la escucha. Tendemos a sentirnos mal cuando compartimos espacio y tiempo con este tipo de personas y ese es el motivo.Un bucle de negatividad desemboca en el desánimo y cambia la percepción del mundo que nos rodea. Nos coloca en una constante búsqueda de estímulos que motiven la queja, que encajen en nuestra tendencia natural de pensamiento. Además, esa misma negatividad tiene consecuencias ya no solo emocionalmente, sino también para nuestra mente y nuestro cuerpo, llegando incluso a poder enfermar.
Colocarse en modo acción
En este tipo de comportamientos hay una gran carga de aprendizaje. Es decir, no es de extrañar que se trate de la repetición de patrones tóxicos que hemos visto en casa y los hemos interiorizado como modos habituales y aprobados de relación con otras personas. Este aprendizaje que nos llevamos con nosotros desde la niñez acabamos por trasladarlo en los nuevos vínculos de nuestra vida, como puede ser una pareja o los compañeros de trabajo.
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Cuando uno se asienta en la queja no resuelve nada, nada cambia, porque no hay acción. El mecanismo se queda en la propia descarga sin ofrecer herramientas dirigidas a cortar con esa tendencia. Por ese motivo, lo más importante es ser consciente de ello y dirigir toda la energía a la resolución. Darse cuenta del origen de la queja y revisar si hay algo que se pueda hacer para evitar o corregir el malestar. También estudiarlo cuando esa queja no llega a verbalizarse pero forma parte de un diálogo interno, igualmente nocivo para quien lo experimenta.
Consejos para salir del bucle negativo
Si te has sentido identificada con lo expuesto hasta ahora piensa que no es tarde para reorientar tu energía hacia un plano más saludable. Es reversible, pero necesita de tu parte. Un psicoterapeuta puede ayudarte en el proceso pero aquí tienes algunas ideas para comenzar:
- Pregúntate, ¿qué puedo hacer para mejorar eso que me produce la queja?
- Fomentar la empatía, detenerse a pensar e intentar ponerse en la situación del otro
- Ahondar en la emoción que hay tras casa queja, saber qué te genera la inseguridad y el miedo
- Frustración, enfado o tristeza son otros de los componentes emocionales que se encuentran tras la queja ¿qué sientes en realidad?
- Sé consciente de lo que te preocupa y ¡actúa!