¿Te imaginas a un filósofo griego comprando una estantería en Ikea y debatiéndose en entre un modelo u otro, a la vez que discute con su pareja sobre dónde se puede colocar y si hay espacio, además, para un sofá cama para los familiares? Imagina ahora a un sabio teniendo una cita a ciegas y todo le va mal. O a un matemático pensador como Pascal poniéndose botox porque siente que está envejeciendo, algo que, irremediablemente, va a ocurrir. Podemos seguir con situaciones cotidianas, que todos hemos vivido y que seguro nos gustaría olvidar. Pues bien, Marie Robert, autora del libro 'Cómo salvar una mala racha', (ed. Ariel), propone repasar todas aquellos momentos embarazosos o que nos han entristecido o nos han hecho pasar un mal rato y relativizar. Lo hace sugiriendo que invitemos a 12 filósofos para hablar de estos temas para hipotetizar sobre qué habrían hecho ellos. Con sus conclusiones, Robert nos invita a que tratemos de encarar la vida con mayor optimismo o, al menos, sin dramatismos.
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¿Cómo gestionar los deseos irrefrenables?
Seguro que te ha pasado alguna vez. Te levantas con ganas de darle un aire nuevo a tu hogar. Coges el coche, te vas al Ikea más cercano y encuentras todo aquello que te gusta. ¡Bien! Estás de racha.
Lo cargas todo en el carrito. Tu ánimo empieza a decaer porque los pasillos se llenan de gente. Llegas a las cajas y apenas se ve el final de la cola. Cuando al fin toca tu turno y te dispones a pagar te das cuenta de que te has dejado el monedero en casa, tu móvil no tiene batería para cargar con él y no hay forma humana de pagar. Te entra tal desesperación por no poder saciar tu deseo que empiezas a pensar que todo está en tu contra. Te sumes en una profunda ‘pseudo’ depresión. ¿Qué pasaría si un filósofo se encontrar en tu misma situación? Es decir, ¿qué haría si no pudiera satisfacer su deseo?
La autora selecciona a Spinoza, que nos habla del conatus, una palabreja que no significa otra cosa que ‘pulsión’ o ‘deseo’. En ese momento, en que todo parece tambalearse, Spinoza se convierte en un excelente terapeuta que nos gustaría tener en podcast hablándonos a la oreja después de cada tarde de compras. En su filosofía, el deseo, el apetito, la voluntad, la pulsión, se convierten en valores universales que constituyen nuestra naturaleza profunda y nos animan. No vale la pena luchar, es imposible deshacerse de ellos, porque ese deseo muestra que estamos vivos. Más que una tara, tener deseos es incluso una buena noticia, la señal de que formamos parte de la lista de los vips de la comunidad humana. Llega incluso a escribir: El deseo es la esencia del hombre. Entonces, no te queda otra que relativizar. Si de verdad te gustan tanto estos artículos que has intentado comprar, vuelve en otro momento. Pero puede ocurrir que cuando llegues a casa te des cuenta de que no lo necesitas.
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Por qué siempre tropiezas con la misma piedra
Te sentirás identificada en esta situación. Llegas a casa de una cena con tus amigas y, cuando te tumbas en la cama, te das cuenta de que todo te da vueltas. Más que un dormitorio, tu habitación te parece un barco. Al día siguiente tienes que ir a trabajar y lo haces con una resaca horrible. Te duele tanto la cabeza que no estás centrada, no consigues entender lo que te piden tus compañeros y estás a punto de liarla parda. Cuando, al fin, llega el final del día, te prometes dejar de lado las patatas fritas, el alcohol, la comida basura y las largas tardes de domingo en el sofá para ponerte las zapatillas, empezar a comer más sano y comenzar una nueva vida. Pasan dos semanas y vuelves a despertarte con otro martillo en la cabeza. ¿Pasa algo malo contigo?
La autora recurre a Aristóteles para hablarnos de la virtud. Lo que hay que comprender es que la virtud es una manera de vida continuada. La culpabilidad no nos hace mejores, pero la experiencia que sacamos de lo que vivimos y de nuestros sinsabores, sí. No son una serie de resoluciones o una serie de imposiciones las que harán de nosotros un modelo de vida buena. Esa experiencia no se adquiere definitivamente jamás, no es un punto fijo, sino un paso que, con perseverancia, forja nuestro destino. Lo que cuenta no es ser perfecto, sino no reproducir unos errores idénticos, y evolucionar siempre.
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¿Existe el amor platónico? Quizá no, pero la vamos a buscar
Lee esto porque seguro que te vas a reir. ¿Te ha pasado ? Palpitaciones cardíacas, cosquilleos en el vientre, pensamientos que divagan delante del ordenador, promesas imposibles de cumplir, noches desprovistas de sueño, ojos fijos en el teléfono, verificando que no haya aparecido ningún texto en la pantalla, etc. Esta panoplia sentimental seguramente la habrás vivido muchas veces, encuentros y citas, sin debilitar jamás tus convicciones.
Te dejas llevar por la creencia de que un día esa persona buena, esa persona que te satisfará, se encontrará delante de ti. La luz en medio de la noche. Cargas de nuevo tu energía en las posibilidades de cada encuentro, en ese “¿y si…?” que te da ganas de descubrir al otro, y sobre todo, de imaginarte junto a esa persona durante el resto de tu vida
¿Y qué dice Platón de todo esto? Resulta difícil de imaginar que alguien cuyo nombre está tan asociado al amor platónico, despojado de sus escarceos sensuales, pueda ayudarnos a legitimar unas pasiones de una sola tarde y nuestros intentos de pareja. Sin embargo, Platón nos entrega un relato liberador, que hace de la búsqueda del amor una ambición más que legítima.
Con el mito de Aristófanes, Platón quiere hacernos comprender que el eros, el amor en griego, es esa fuerza que reúne las partes de nuestra antigua naturaleza, que de dos seres intenta hacer uno solo, atenuando nuestra desesperación por haber estado separados. Cada uno de nosotros es la mitad complementaria de otro. Como ese deseo de plenitud está inscrito en nosotros, no dejamos de correr tras él, y ningún fracaso puede destruir la esperanza de lograrlo. Aunque no consigamos encontrar nuestra alma gemela continuaremos persiguiéndola, desde páginas web de citas a bodas de amigos, no importa el sitio, nuestros esfuerzos se centrarán en la búsqueda de esa mitad perdida, dispuestos a probar, vagabundear, y, desde luego, equivocarse.
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Vive el momento presente y 'habita' tu tiempo
Marie Robert acude a Pascal para llamar la atención sobre lo angustiante que es pensar siempre en el tiempo, en situarnos siempre en el pasado o en el futuro, sin caer en la cuenta de que lo único que tenemos es el presente. Y es que, para Pascal, lo que tiene el tiempo de apreciable es que pasa, pero sigue siendo el mismo. Nunca vamos demasiado retrasados para cambiar nuestra actitud hacia él, y eso es exactamente lo que nos propone Pascal. Como todo el mundo acaba por morir, de nada sirve debatirse; pongamos más bien toda nuestra energía en nuestros actos inmediatos. No dominamos el tiempo, pero sí que dominamos nuestra manera de habitarlo. No podemos evitar llevar gafas, pero podemos enfrentarnos a lo que vivimos.
En definitiva, los filósofos con los que ‘charla’ Marie Robert nos hablan de todas aquellas situaciones que atravesamos a lo largo de nuestra vida y que nos hacen plantear, en más de una ocasión, si no estaremos atravesando una mala racha ya sea por algo tangible como no lograr comprar aquello que deseamos o no conseguir ese trabajo, o algo intangible como el paso del tiempo. Y nos convence de que no nos ha mirado un tuerto. Sino que son situaciones cotidianas de la vida a las que podemos enfrentarnos con un poquito más de humor y más filosofía. Y así vivir con más alegría. Estos pensadores nos ayudarán.