La pandemia motivada por el coronavirus ha supuesto un auténtico terremoto en nuestra sociedad. Hay quienes apuntan a que, de hecho, nada volverá a ser como antes de este este primer semestre de 2020. Cambios sanitarios, sociales, económicos, políticos e incluso medioambientales. La crisis sanitaria de la COVID-19 ha puesto el medioambiente frente a múltiples riesgos, pero también ante nuevas oportunidades. Mar Satorras, Isabel Ruiz y Hug March, investigadoras del grupo de investigación Urban Transformation and Global Change Laboratory (TURBA Lab) de la UOC, han querido profundizar en dichos retos y oportunidades. Y es que ¿has pensado que se avecina un riesgo de recortes en materia ambiental? ¿o que han cambiado hábitos en materia de desplazamiento en las grandes ciudades? Incluso el teletrabajo, que ha llegado para quedarse en muchos casos, puede tener consecuencias en materia de sostenibilidad y ecología. Estas son algunas conclusiones de su análisis.
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Queremos empezar partiendo de lo positivo, de las oportunidades que, desde el punto de vista medio ambiental plantea un escenario más allá de la pandemia, cuando la crisis del covid-19 se haya solucionado. Así, las expertas de la UOC apuntan varios aspectos que se tienen que tener en cuenta.
Movilidad y planes de recuperación 'verdes'
La crisis motivada por el coronavirus puede favorecer una transición acelerada hacia una movilidad urbana más sostenible (a pie, en bicicleta, cortando calles al tráfico, etc.). Esto tendría claros beneficios, pues reduciría la contaminación atmosférica, que es perjudicial para la salud de la población urbana, además de las emisiones de efecto invernadero. También mencionan estos planes de choque 'verdes' o 'ecosociales', como estrategias a largo plazo para favorecer una salida común a las múltiples crisis actuales.
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Contaminación y naturalización de las ciudades
Otra lección que podemos extraer de esta crisis es que, en la nueva normalidad, pueden consolidarse algunas experiencias aplicadas durante estos meses de confinamiento, como los cambios drásticos en el uso del coche y otros transportes contaminantes como los aviones o los cruceros. Eso implicaría mantener la reducción de la contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, el confinamiento ha acelerado la naturalización de las ciudades, lo que se podría aprovechar para fomentar los espacios verdes a gran escala.
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Un trabajo más digital y con más teletrabajo
Por una parte, los expertos apuntan a que se puede producir una digitalización de reuniones, conferencias y eventos, o racionalización de los vuelos internacionales. De esta forma, en la nueva normalidad, podrían reducirse significativamente los impactos ambientales derivados de la hipermovilidad. Pero además, parece que el teletrabajo ha llegado para quedarse y vive un proceso de consolidación. Esto puede suponer una oportunidad para promover una vuelta a zonas rurales (cambio de residencia de ciudades hacia pueblos) siempre que estén bien conectadas, o para redistribuir la población y favorecer las ciudades de un tamaño mediano.
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Refuerzo del papel de la ciencia
Sin duda, en esta crisis se ha puesto en valor la importancia del papel de la ciencia, a la hora de tomar decisiones en el contexto de la emergencia sanitaria. Esto puede poner de manifiesto los beneficios de elaborar e implementar políticas apoyadas por la comunidad científica para hacer frente a las nuevas y viejas crisis. Y, además, se ha podido producir también un cambio de percepción de la emergencia climática. Sin duda, en estas semanas hemos tomado conciencia sobre la fragilidad de las sociedades actuales respecto a la pandemia, lo que también puede tener consecuencias en la percepción social de la emergencia climática.
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¿Y en el lado negativo?
Los expertos han valorado, de igual manera, algunos de los riesgos y aspectos negativos que ha supuesto esta crisis, entre los que destacan los recortes en los presupuestos públicos destinados al medio ambiente. La nueva priorización política —orientada al ámbito sanitario, a la atención a las personas y a la reactivación de la economía— puede derivar en una ralentización y en recortes en políticas ambientales. La calidad ambiental pre-COVID-19 podría empeorar si los planes de recuperación que impulsen los distintos gobiernos en todos los ámbitos no incluyen una perspectiva 'verde', lo cual sería una marcha atrás en todos los esfuerzos por promover una transición ambiental y derivaría en un incumplimiento de los compromisos adquiridos. Por ejemplo, el hecho de plantear una reindustrialización con industrias contaminantes supondría un retroceso para el medioambiente.
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¿Usaremos más el coche?
Frente a esos días del confinamiento en los que el coche apenas pisaba las calles de las ciudades, ahora nos podemos encontrar con el efecto contrario. Y es que otro aspecto negativo es el posible aumento del uso del transporte privado. ¿La razón? En las grandes ciudades, el miedo a contagiarnos en el transporte público puede suponer un uso más intenso del coche para desplazarnos, lo que puede derivar en un aumento de la contaminación atmosférica urbana y de las emisiones de CO2.
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Las mascarillas, ¿una nueva forma de contaminar?
Y no nos olvidemos de los nuevos residuos. Aunque con el confinamiento la producción de residuos se ha reducido, el desconfinamiento implica la adopción de medidas de protección sanitaria con mascarillas, guantes y otros materiales desechables (que además muchas personas no reciclan de forma correcta) que pueden acabar empeorando la crisis ambiental. Es importante idear iniciativas que fomenten material reutilizable para invertir esta tendencia.
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Huella ecológica de la pandemia
Los expertos alertan, además, de que se puede producir un cambio de los patrones de asentamiento humano. A largo plazo, y ante la amenaza de más posibles confinamientos debido a nuevas pandemias, los patrones de asentamiento pueden cambiar y favorecer modelos que tengan como consecuencia un mayor impacto ambiental. Esto se puede materializar en urbanizaciones de baja densidad, próximas a las ciudades, que aumentan la dependencia del transporte privado y que consumen más suelo y más recursos. Sin duda, la huella ecológica de este modelo es mucho más elevada.
Y antes hablábamos de la puesta en valor de la ciencia, pero en el otro extremo, hay quien puede cuestionar su papel. Los expertos de la UOC apuntan que existe la posibilidad de que haya un porcentaje de la ciudadanía que cuestione el papel de la ciencia en la toma de decisiones, por la incertidumbre y el método de ensayo y error que la caracterizan. Esto implicaría mayores reticencias a la hora de apoyar la toma de decisiones fundamentadas para afrontar la emergencia climática.
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