Tener el deseo de ser padres y no conseguirlo. Son muchas las parejas, miles en España, las que se encuentran ante esa situación que provoca ansiedad y desánimo, y afronta problemas de infertilidad, cuyas causas, además, pueden radicar tanto en el varón como en la mujer indistintamente. Tanto es así que hay datos de que España es el segundo país de la Unión Europea con la tasa de fertilidad más baja, sólo superada por Malta. Algunas de las principales causas que conocemos hasta el día de hoy corresponden a factores como la edad, enfermedades de transmisión sexual, enfermedades crónicas, o incluso la obesidad.
Tal y como nos explica la doctora Susan Judas, colaboradora de Nutribiótica, se conoce como infertilidad la incapacidad de llevar a término un nacimiento de un niño sano. En medicina se distingue de la esterilidad, que sería la incapacidad de quedarse embarazada tras un año de relaciones sexuales continuadas sin utilizar métodos anticonceptivos. En la infertilidad sí hay embarazo, pero por diversos motivos, no llega a finalizarse. En la infertilidad secundaria, esta imposibilidad se produce tras haber tenido un hijo sano previamente. Se estima que un 15% de las parejas tienen problemas de fertilidad. Un tercio de los casos tiene un origen en la mujer, en un cuarto la causa es masculina, otro tercio de las ocasiones tiene una causa mixta y en el resto (entre un 10% - 5% de los casos) no se llega a averiguar un motivo claro.
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¿Qué factores pueden afectar a la fertilidad?
- Partimos de que, tal y como nos cuenta la doctora, el principal factor ligado a la infertilidad es la edad materna y se considera la principal causa actual del incremento de las tasas de esterilidad e infertilidad. Nuestro estilo de vida moderno ha empujado a la maternidad a un segundo plano en nuestra escala de prioridades y así se refleja en los datos: la edad media de las madres primerizas en España es de casi 31 años. Un 7,4% de los primeros nacimientos se produce en mujeres mayores de 40 y la demanda de servicios de reproducción asistida aumenta año tras año.
- Todo ello cuando partimos de la base de que la mujer presenta su máxima fecundidad entre los 20 y los 30 años. La reserva ovárica de la mujer se reduce drásticamente a partir de los 35 años y muy especialmente, a partir de los 38o, disminuyendo cada año de forma no lineal.
- Pero la edad materna no es la única causa. Como ya hemos indicado, no hay que obviar que hay decenas de ellas: causas genéticas, enfermedades de transmisión sexual, enfermedades sistémicas como el hipotiroidismo (también el mal llamado subclínico), la celiaquía (a menudo no diagnosticada), obesidad, síndrome de ovarios poliquísticos, enfermedades endocrinológicas y un largo etc.
- Y tampoco podemos olvidarnos de los factores psicológicos. La ansiedad por conseguir el embarazo, a menudo, genera tal estrés orgánico que actúa, irónicamente, de barrera para el ansiado objetivo.
- Asimismo, nuestro estilo de vida, aparte del hecho de que retrasa la edad del deseo gestacional, tiene consecuencias en nuestro organismo a nivel sistémico. El consumo de alimentos ultraprocesados y la sobrealimentación en general, el estrés mantenido crónicamente, los malos hábitos de sueño, el sedentarismo, la baja exposición solar, la contaminación, entre otros, son una bomba de relojería para la fertilidad.
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Todos ellos son promotores de la inflamación crónica de bajo grado, la cual manda el mensaje de enfermedad al cerebro. ¿Y qué hace uno cuando está enfermo? La doctora nos explica que se recluye porque tiene menos energía (energía que se destina a intentar reparar el daño), pierde el interés por el mundo (depresión), se pone en marcha el sistema inmune (detonador de enfermedades autoinmunes por un exceso de estímulo), entre otros. Y desde luego, lo que una no hace cuando está enferma (o el cuerpo piensa que lo está) es… quedarse embarazada.
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El papel de la microbiota en la infertilidad
Pero, además, hay otro 'actor' fuertemente afectado por todo ese estilo de vida que nos inflama, y es la microbiota. No pensemos solo en la vaginal, porque la intestinal también influye en la fertilidad, ya que afecta directamente a la composición de la primera. La doctora nos explica que la microbiota vaginal de una mujer fértil y una infértil son radicalmente opuestas. En una mujer sana encontramos una predominancia de diferentes especies de Lactobacillus, seguidos de Micrococcus. La suma de las dos conforma casi la mitad de las especies de microorganismos a nivel vaginal, con pequeñas poblaciones de muchas otras especies. Sin embargo, en las mujeres con problemas de fertilidad, encontramos una importante disbiosis. La especie reina es la Candida, seguida de Enterococcus. Entre ambas acaparan el 50% de la microbiota vaginal. También encontramos poblaciones muy elevadas de E. Coli y Staphylococcus y tan solo un 3,5% de Lactobacillus.
Que la población de estos últimos esté tan reducida es, en su opinión, dramático para una buena salud vaginal, ya que la flora de Döderlein (compuesta por más de doscientas especies, con predominancia de lactobacillos) es la que otorga las características de esta zona, como un pH ácido y es esencial para la fertilidad y para mantener a raya a otros patógenos. No olvidemos que uno de los primeros pasos para que se logre un embarazo es la maduración del espermatozoide a través de su paso por la vagina. Para ello, requiere unas condiciones adecuadas que solo puede otorgar un estado de eubiosis, es decir, de equilibrio de la microbiota.
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¿Probióticos como terapia para la infertilidad?
Nos surge una pregunta: si en las mujeres con problemas de fertilidad hay una alteración tan importante de la microbiota vaginal… ¿los probióticos pueden ayudar a restaurarla, y por lo tanto, ayudar a lograr el embarazo? La doctora recuerda que hay muchas causas de infertilidad o esterilidad, que generan una disbiosis de la microbiota, por eso los probióticos son una buena noticia. Y es que diversos estudios recalcan la importancia de considerar los probióticos humanos de IV Generación una parte del tratamiento fundamental para conseguir un embarazo y para llevarlo a término de manera saludable.
Otros estudios también han demostrado la sinergia existente entre las diferentes cepas de lactobacillos. Por ejemplo, aunque en la microbiota vaginal encontramos L. crispatus y L. iners, utilizar un probiótico con otras especies de lactobacillos aumenta la población de ambos aún cuando no hayan sido administrados. La Microbioterapia con Femelle, que contiene varias especies de lactobacillus, utilizado de manera aislada o en combinación con otros probióticos, es un excelente tratamiento para la disbiosis vaginal. Y el Lactobacillus rhamnosus, en concreto la cepa HN001, también ha demostrado tener un importante papel en la salud femenina, tanto en la fertilidad como en el desarrollo de un embarazo saludable, reduciendo la prevalencia de diabetes gestacional y depresión postparto, por mencionar dos ejemplos. La utilización de probióticos en combinación con prebióticos en hombres también ha demostrado aumentar la cantidad y calidad de los espermatozoides, con una mejoría significativa en su movilidad. Un parámetro que siempre se analiza en los casos de infertilidad, ya que unos espermatozoides “dormidos” son tan poco efectivos como unos casi ausentes.
La doctora concluye que, en resumen, si una pareja o mujer tiene problemas de infertilidad, no debe olvidar revisar su estilo de vida y su microbiota y tratar en primer lugar ambas. Empezar la casa por el tejado puede ahorrar mucho tiempo, sufrimiento físico, psíquico y por supuesto, también económico.