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portada otitis© Gtresonline

Lo que tienes que saber si eres propensa a sufrir otitis

Con la llegada del buen tiempo y la posibilidad de darse un chapuzón este trastorno del oído se convierte en uno de los más frecuentes.


Actualizado 27 de mayo de 2020 - 19:46 CEST

Dolor de cabeza, fiebre, malestar general son los síntomas característicos de diversas afecciones, desde la gripe común a otras más graves. Pero si a esos primeros se les une un dolor agudo en el oído, probablemente estemos sufriendo una otitis. Se trata de una inflamación del oído causada en la mayoría de sus casos por una infección. Generalmente esta irritación se produce en el oído medio, en la parte posterior del tímpano, conociéndose como otitis media. La llegada del calor y el buen tiempo es un aliado de este tipo de malestar, ya que una de las formas más comunes de producirse es por pasar demasiado tiempo buceando debajo del agua. Esa sensación molesta cuando tenemos agua dentro puede acabar por desembocar en la infección.

Cuando el líquido, ya sea en agua salada como el mar o en agua dulce como la piscina, se introduce en nuestro oído, este se humedece en exceso, provocando una irritación. La defensa del oído será la de abrir la piel del canal, permitiendo una infección por la entrada de hongos o distintas bacterias. Aunque esta sea la forma más común de contraer otitis, otras irritaciones del oído, como una lesión por cambios drásticos de presión, también pueden desencadenar esta enfermedad.

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Tengo dolor agudo en el oído, ¿qué hago?

La otalgia, dolor que sentimos en el oído, es el síntoma más claro de estar sufriendo otitis, y en la mayoría de casos viene acompañada de fiebre, siendo los dos síntomas más comunes. Lo mejor en cualquier caso es no esperar, ya que rara vez este dolor desaparecerá por sí solo. El médico hará una exploración mediante un otoscopio para poder ver en concreto el estado de hinchazón dentro del oído. En algunos casos extremos, la zona afectada puede acabar por provocar un episodio de vértigo.

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Por lo general, el tratamiento (que puede contener antibióticos, según la opinión del sanitario) hará efecto pronto y la mejoría será evidente en apenas uno o dos días. Salvo en casos crónicos, donde pueden llegar a durar varios meses, la otitis apenas producirá unos malos días. El dolor en los oídos, sentidos como punzantes y calientes, son desagradables tanto en adultos como en niños. Es una afección muy común en la infancia y suele venir acompañada de otros episodios como un constipado.

Otitis© Gtresonline
La otitis es especialmente dolorosa para los más pequeños, ya que los niños acostumbran a experimentar esta enfermedad en verano durante sus vacaciones

Prevención de la otitis

Al igual que en la mayoría de enfermedades similares, los expertos recomiendan una serie de medidas para estar más preparados ante la otitis. Dieta adecuada y equlibrada, ejercicio físico moderado y un ritmo de vida alejado del estrés y de las presiones siempre viene bien. Lavarse las manos de manera correcta, varias veces al día es otro gesto que podrá librarnos de un eccema que acabe por afectar a nuestro oído. A continuación, tienes otras precauciones a tomar para evitar este molesto trastorno:

  • Lavarse los oídos después del chapuzón. Es normal tener esa sensación de pesadez en los oídos, llegando a oír gotas de agua dentro de ellos. Cuando salgamos del agua, nuestros oídos estarán húmedos constantemente, convirtiéndose en un caldo de cultivo para bacterias y posibles infecciones, que acabarán por provocar una otitis. Lavarse los oídos con agua dulce, más un secado intenso y correcto de la zona, evitará riesgos.
  • Alcohol boricado. En muchos casos, el paciente puede arrastrar durante años esta dolencia, posiblemente desde la infancia. Para estas situaciones se recomienda utilizar alcohol boricado para lavar la zona después de los baños, que actuará como un antiséptico que previene los hongos y bacterias.
  • Correcta posición a la hora de bucear. La mayoría de veces en las que se mete agua en los oídos se debe a una mala postura dentro del agua. Normalmente regulamos la presión con los movimientos de nuestra cabeza sin pensarlo, evitando giros bruscos dentro del agua. Hay que evitar dar saltos violentos para meterse en el agua o hacer movimientos bruscos cuando estemos nadando.