El término inteligencia emocional todavía es algo por descubrir para muchas familias. Una herramienta fundamental cuyo desarrollo otorgará tanto a mayores como a pequeños capacidades a la hora de enfrentarse a problemas, a dificultades de la vida cotidiana y metas a largo plazo. Aceptar los errores, potenciar las habilidades y, en definitiva, gestionar sus emociones en búsqueda del equilibrio y felicidad. A pesar de que muchas veces su importancia es meramente anecdótica, un correcto desarrollo de estas desde niños permitirá que sean capaces de hacer frente a las adversidades. Es un proceso continuo, que durará toda la vida tanto en la niñez, pero que será más fácil de asimilar si se sientan las bases desde cero. Os proponemos algunas dinámicas para hacer en familia que fortalecerán tanto vínculos afectivos como las propias inteligencias emocionales.
Permitir la libre expresión omitiendo las preguntas
En muchos casos los más pequeños querrán contar algo, aunque con su vocabulario y su capacidad de expresión no puedan comunicar todo lo que desearían. Con buenas intenciones, la reacción natural de muchos padres y madres es la de cuestionar con una serie de preguntas una determinada situación. Esto corta el relato de los niños, que se limitan a asentir o señalar con pocas palabras el motivo exacto de lo que querían contar. Utilizar métodos como señales receptivas, una onomatopeya o asentir hará que traten de explotar al máximo sus habilidades comunicativas, expresando mejor los sentimientos y mejorando su inteligencia emocional.
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Expresar sentimientos es algo bueno, incluso cuando son negativos
Con el objetivo de minimizar posibles pequeños daños tanto físicos como psicológicos, los padres suelen contestar a sus hijos con expresiones como "Eso no es nada". Aunque este sea un refuerzo positivo, en algunos casos es mejor que los niños puedan expresar sus sentimientos, incluso si estos son negativos. Más allá de negarlos, lo ideal para la inteligencia emocional será interesarse sobre ellos, descubrir por qué están sintiendo eso. Esta dinámica se puede aplicar también a los propios padres, para que los niños vean que es algo normal sentir y hablar de ello.
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Estos sentimientos se pueden expresar tanto de manera verbal como por otros elementos más atractivos para los más pequeños. Por ejemplo, dibujando cómo se sienten a través de pintar y dar forma a los sentimientos. Así tendrán que elegir el color de expresiones como enfado o tristeza, para también recrear cómo lo imaginan. Una actividad apta para hacer en familia y descubrir más juntos. El aprendizaje de metáforas para expresar pensamientos también es una gran opción para formar un relato.
Proponer situaciones y aconsejar cuando la situación lo requiera
Nuestros hijos acabarán por hacer frente a situaciones que pongan su estabilidad bajo amenaza. Momentos de duelo, de pérdida, de enfado... Los contextos en los que se suele decir que uno no está preparado. La dinámica en familia de proponer situaciones puede solventar estos retos. Situar a los más pequeños ante aspectos, dilemas o, sencillamente, posiciones a las que nunca han tenido que hacer frente. Eso hará que los niños tengan que razonar y sentir, mejorando la empatía y potenciando la imaginación. Por supuesto, los padres pueden colaborar aceptando las situaciones que propongan sus hijos y aportando un punto de vista más maduro cuando la situación lo requiera.