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portada felicidad© Gtresonline

Cuando el confinamiento se convierte en tu estado ideal

Comodidad o miedo son algunos factores que pueden influir


Actualizado 11 de mayo de 2020 - 19:33 CEST

La crisis sanitaria mundial ha cambiado la forma de vivir en apenas unos meses. La pandemia producida por la COVID 19 ha obligado a un estricto confinamiento en España, que poco a poco se está suavizando en distintas escalas y dependiendo de la comunidad autónoma de residencia. El 14 de marzo el Gobierno dictaba el Estado de Alarma que solo permitía salir de casa por motivo de compra, farmacia, trabajo o fuerza mayor relacionado con familiares dependientes. Una extraña situación a la que nadie se había enfrentado antes, y que acabó por modificar hábitos de conducta. Las primeras semanas se estableció que un buen humor y actitud optimista eran perfectos para afrontar esta reclusión, pero mucha gente empezó a sentirse bien al encerrarse. Las quejas y los agobios de otros se convertían en tranquilidad para diversas personas, abrazando la felicidad como un estado ideal en el confinamiento.

Tiempo para uno mismo y costumbres perdidas

La receta para sobrellevar el confinamiento incluía hacer un repaso de todo lo que se había dejado de hacer por el ritmo frenético de la vida cotidiana. Lo que para algunos fue inútil, a otros muchos les sirvió para darse cuenta de cuánto llevaban sin escucharse a si mismos. Tiempo para retomar aficiones imposibles de mantener con los desplazamientos al trabajo o la simple y ajetreada vida social, padres y madres que invierten en tiempo con sus hijos, o, sencillamente, los que encuentran la propia actividad propia del confinamiento como su mejor forma de disfrutar de la vida. El propio José Coronado aseguro sentirse plenamente satisfecho con su aislamiento en una conexión en directo con El Hormiguero: "Mi estado ideal es estar en casa viendo series, por eso es el confinamiento soñado para mí. Lo llevo bien porque estoy acostumbrado porque vivo solitariamente".

La felicidad como contrapunto al miedo

Si bien la propia comodidad y deseo real puede conllevar un estado de felicidad durante un aislamiento como el confinamiento provocado por esta crisis sanitaria internacional, parte de la población se siente protegida en casa como contrapunto al miedo que puede ocasionar salir al exterior. Terror a un contagio, miedo por el nuevo contacto entre vecinos y paseantes que desde el pasado 3 de mayo ya pueden ocupar las calles de su ciudad, con un kilómetro de margen desde su residencia y durante una hora al día. Una especie de síndrome de Estocolmo, un trastorno psicológico que se produce en secuestro y crea un falso vínculo afectivo desde el punto de vista del secuestrado con el secuestrador, puede llegar a suceder por culpa de este miedo. 

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Desde el pasado 3 de mayo, la población puede salir de casa a pasear en turnos según la edad o si conviven con niños

El estrés de la vuelta a la vida normal puede conllevar serios problemas. Esta situación se ha bautizado con el nombre de síndrome de la cabaña, o fiebre de la cabaña. Su nombre proviene de casos norteamericanos o canadienses, en los que personas, por voluntad propia o por diversos motivos, acaban por vivir aislados del mundo durante un determinado periodo de tiempo en cabañas u otros lugares. Estos llegaron a presentar síntomas como la ansiedad, insatisfacción cotidiana, aburrimiento, inquietud, tristeza... Una situación que, salvando las distancias, podría extrapolarse a la que viven muchos ciudadanos españoles y de otros lugares del mundo, que se enfrentan con miedo y cierta ansiedad al hecho de acabar con el confinamiento. Aunque pueda recordar ligeramente a la agorafobia, las consecuencias y sensaciones son notoriamente más leves. Técnicas de relajación o dinámicas personales son una buena opción para hacer frente a este tipo de complicaciones, aunque en casos más graves siempre se recomienda acudir a un especialista.