Desde hace miles de años, el vidrio ha formado parte de nuestra vida. Su presencia está documentada desde el 4000 a.C., aunque el primer uso como envase de almacenaje data del 1500 a.C. Es un material muy noble que conserva y protege los productos que consumimos, sobre todo bebidas y alimentos en conserva. Sus principales componentes provienen de la naturaleza: arena de sílice, carbonato de sodio y caliza. No interactúa ni física ni químicamente con el entorno. Aunque su impacto en la naturaleza sea mínimo, debemos recordar que nunca hay que abandonar un envase de vidrio. Los recipientes se fabrican con grandes porcentajes de calcín, lo que evita la extracción de materias primas de la naturaleza.
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Un material reciclable al 100%
La cadena de reciclado de vidrio es un círculo perfecto en el que los envases vuelven a la vida infinitas veces, un ejemplo de sostenibilidad y economía circular. Este material se recicla al 100%, de una botella sale otra exactamente igual. Los ciudadanos y hosteleros inician la cadena al depositar los envases en el contenedor verde. Ecovidrio, empresa que realiza este proceso en nuestro país, cuenta con más de 200.000 contenedores (hay más que bares). Después, más de 200 compañías en nuestro páis realizan la recogida selectiva. En los sitios de difícil acceso como los cascos históricos de las ciudades, hay un servicio puerta a puerta a disposión de restaurantes y bares. El siguiente paso es la llegada de los camiones a la planta de tratamiento y, entonces, comienza un proceso mecánico y automatizado realizado por máquinas y con ayuda de mano de obra humana. Una vez se descargan los vehículos, el vidrio se traslada a unas cintas transportadoras que se encargan de separar el material útil de todo tipo de impurezas que, de forma indebida, se depositan en los contenedores verdes como envases de plástico, tapones, corchos, piedras, cerámicas o papeles (que también se clasifican para enviarlos a sus respectivas plantas).
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Las cintas transportadoras llevan incorporado un separador magnético que recoge de forma continua una buena parte de los elementos férreos. Todo el material se somete al campo magnético de un imán permanente para retirar tapones de frascos, tarros y botellas. Nunca deposites otros materiales ni tampoco el vidrio de vasos y copas porque están compuestos de manera diferente y no se reciclan igual. Posteriormente, los residuos se trituran y limpian en un proceso en el que no se usa agua. Después, atraviesan unas máquinas con lectores ópticos que eliminan cualquier resto opaco de otro material y pueden separar el vidrio por colores. Como resultado final, se obtiene el calcín, perqueños trozos limpios válidos para utilizarse en la producción nuevos envases.
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Fabricando nuevos envases
El calcín se lleva a la fábrica de recipientes donde tiene lugar una increíble transformación. Los trozos de vidrio se funden en el horno a 1.500 grados centígrados. La gota de este material se convierte en un nuevo envase sin perder su calidad ni propiedades originales. Las compañías adquieren las nuevas botellas y las rellenan de producto. Si miras su etiqueta, verás el símbolo del punto verde que indica que cumplen con la legislación y financian el reciclaje. Así pues, el producto vuelve a restaurantes, bares y locales para su nueva venta. Reciclar vidrio es preservar la naturaleza. No te lo pienses dos veces y aunque te dé pereza acercarte a los contenedores, recuerda que un pequeño esfuerzo consigue una gran meta.