De forma repentina, la vida ha cambiado radicalmente para las personas de todo el mundo desde que se desatara la crisis sanitaria por el coronavirus. Son tiempos difíciles. Millones de personas viven días de cuarentena, encerrados en sus casas, para intentar frenar lo antes posible la propagación de este virus. Esta situación supone un reto en todos los ámbitos, incluido el emocional. Miedo, incertidumbre y preocupación son solo algunas de las respuestas emocionales que nos acompañan en estos días de angustia. Es fundamental la actitud con la que se encara la situación de confinamiento y, aunque no debemos regodearnos en los aspectos negativos, las emociones negativas son normales y, además, totalmente necesarias. Prevalece la emoción a la razón y la clave reside en saber cómo gestionar esta situación.
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Gestión de las emociones
La aparición de ansiedad, tristeza y desesperación tras tantas horas encerrados entre cuatro paredes es una reacción habitual entre las personas. El miedo, uno de los sentimientos más presentes en estos momentos, es una emoción desagradable, pero a la vez saludable, necesaria y adaptativa. Es una respuesta lógica de nuestro propio organismo y que, además, se ve incrementada al no ser de carácter individual, sino colectivo. Todas estas emociones tienen la función de preservar la vida y movilizarnos para defendernos ante una amenaza, en este caso de la enfermedad Covid-19. Sin embargo, no podemos permitir que el miedo o la falta de certezas nos paralicen. Tenemos que analizar el porqué de estos sentimientos, identificar las situaciones que nos generan malestar y ser realistas con nuestra situación para no reforzar las emociones negativas.
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Momentos de calma
El aislamiento también es un llamamiento a la calma. Al aburrimiento. Sin embargo, muchas personas parecen estar más estresadas que antes de que se desatase esta situación. A pesar de que son muchas las propuestas y mensajes que se nos lanzan para tratar de hacer cosas las 24 horas del día y mantenernos positivos y alegres, podemos permitirnos el lujo de desconectar y, por qué no, estar tristes. Ahora más que nunca tenemos que escuchar a nuestro cuerpo y mente. Si nos apetece estar unas horas en el sofá, viendo una serie, leyendo un libro o simplemente sin hacer nada, concedámonos ese capricho. Lo único importante es ser consciente de que mantenernos activos y en funcionamiento la mayor parte del tiempo es una buena vía de escape física y mental, pero parar y dejar salir nuestras verdaderas emociones también es necesario y fundamental.
Compertir sentimientos
La cuarentena es un buen momento para trabajar con nosotros mismos y aprender a gestionar nuestras emociones, pero también para compartir. Independientemente de la situación en la que nos encontremos, ya sea con nuestra familia o solos, la 'huella' psicológica que deje esta crisis a nivel individual dependerá de cómo abordemos el problema. Una vez identifiquemos nuestros sentimientos es importante compartirlos con los demás. Al igual que enviamos mensajes positivos, de ánimo y felicidad, tenemos que mostrar nuestras preocupaciones y miedos. Y, lo más importante, nunca avergonzarnos de ellos. El contacto social, por videollamada o en persona, nos servirá para mitigar el dolor y el sufrimiento y hacernos más llevadera esta insólita e inesperada situación, en la que estamos más unidos que nunca.
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