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coronavirus© Gtresonline

Coronavirus: ¿hay motivos para la alarma?

Las últimas comparecencias de los responsables de salud pública son claros: el miedo que está provocando es debido a que es un virus hasta ahora desconocido, pero el 80% de los casos son leves


Actualizado 4 de marzo de 2020 - 21:07 CET

La palabra coronavirus está en boca de todos. Y el miedo parece instalarse en cualquier rincón del mundo, atento al número de casos y a las declaraciones de la Organización Mundial de la Salud 8OMS), a punto de catalogar el denonimado oficialmente SARS-Cov-2 y que causa la enfermedad bautizada como COVID-19 como pandemia. Sin embargo, los expertos llaman a la tranquilidad e intentan evitar echar más leña al fuego para causar una histeria colectiva. "Nuestra sanidad está preparada para hacerle frente", asegura el doctor Manuel Menduiña, especialista en Medicina Interna del el Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada y miembro de Doctoralia. El experto recuerda que en el "80% de los casos cursa con una sintomatología leve". De hecho, es un tipo de gripe y sus efectos son un cuadro gripal parecido al que estamos acostumbrados. La diferencia es que no tenemos memoria inumnológica de este nuevo virus y aún no hay vacuna.

En la misma línea se posicionó ayer el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Y el tono de la comparencia del secretario de Salud Pública de Cataluña, el doctor Joan Guix, y la gerente de procesos integrales de Salut del Servei Català de la Salut, Assumpta Ricard, a raíz del caso de la joven italiana que ha dado positivo y que se encuentra ingresada en el Hospital Clínic de Barcelona ha sido el mismo. De hecho, Guix ha señalado que lo que más miedo da es "la novedad" y sostenía que hay que tratar de mantener la calma. Llamamiento que extendía a los medios de comunicación, además de la población.

El secretario Guix ha pedido no saturar los servicios de Urgencia y llamar al 061, quienes harían el primer cribado, en caso de sufrir síntomas compatibles. Asimismo, ha informado que la situación de la paciente es bueno, como un cuadro gripal y no precisa de asistencia médica. Respecto a las personas que han tenido contacto cercano con ella, 25 en total, permanecen aisladas en sus domicilios, son personas sanas y no presentan síntomas.

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Para dar más detalles de este virus, que ha invadido nuestras conversaciones e, incluso, ha alterado los hábitos de algunos individuos, entrevistamos al doctor Mariano Esteban Rodríguez, virólogo, profesor de Investigación del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología y consejero de la Fundación Gadea.

¿En qué momento nos encontramos en la actualidad en relación con el virus?

Nos encontramos en alerta y a punto de declarar la Organización Mundial de la Salud (OMS) la situación de pandemia, debido al incremento en la incidencia de casos. Al cierre de este artículo son: en Corea del Sur (10 fallecimientos y 997 infectados), Irán (16 fallecidos y 95 infectados), Italia (siete muertes y más de 220 infectados), Japón (850 contagiados y 4 muertes) e incidencias de contagio más aisladas en otros países como EE. UU (35 casos) y España (4 casos). En China, a 25 de febrero, las autoridades han declarado 2.700 muertes y cerca de 78.000 infectados. Además, los países con casos de infección declarados están evitando la propagación del coronavirus causante de la neumonía COVID-19 con medidas estrictas de cuarentena que afecta a poblaciones enteras como en China, con cientos de millones de personas bajo estricto control, con un procedimiento semejante al que están aplicando otros países como Italia, aunque en poblaciones de menos de 50.000 habitantes.

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¿Estamos, como ha afirmado la OMS, a punto de agotar el tiempo para tratar de frenar la epidemia?

Efectivamente, el incremento de casos en distintos países mantiene a la OMS en alerta constante antes de determinar si estamos ante el pico de la epidemia y emergencia de salud internacional o si, por el contrario, el virus puede extenderse en el tiempo a más países incrementando el número de casos. Esta situación obligaría a la OMS a declarar COVID-19 como pandemia al ser un evento extraordinario que presenta un riesgo para la salud pública de muchos países por la propagación internacional del agente infeccioso, lo mismo que ocurrió al declarar la OMS otras pandemias más recientes como Ébola en 2014 o zika en 2016.

¿Qué lo hace diferente de otros virus respiratorios?

Otros virus respiratorios como la gripe se transmiten de forma semejante al coronavirus, es decir, por vías respiratorias, al estornudar y toser formando pequeñas partículas (aerosoles) que pueden contagiar a otras personas en proximidad, así como el contacto directo de persona-persona. Por ello, se recomienda mantener una distancia prudente de unos dos metros de la persona infectada, evitar el contacto directo, uso de mascarillas, guantes y lavado de manos. Como su hermano, el coronavirus SARS (causante del síndrome respiratorio agudo grave), el SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19 utiliza la misma estrategia para penetrar en las células mediante el receptor ACE-2 (enzima conversiva de la angiotensina 2) que comparten ambos virus. Por ello, estos dos virus pertenecen al mismo género: Betacoronavirus.

Se ha hablado de que los días de incubación pueden ir más allá de los 14 días, hablándose incluso de 24 días. E, incluso, de casos de pacientes curados que vuelven a dar positivo días después. ¿Estamos ante una evolución imprevisible del virus, incluso para los propios expertos y científicos?

En función del número de casos afectados se considera el período de incubación entre 2 a 12 días con un promedio de 5 días, con manifestación típica de un incremento en la temperatura. No obstante, el hecho de que se estén reportando algunos casos de aparición de la infección con más de 14 días no quiere decir que esto sea frecuente, sino que puede relacionarse con sistemas inmunes más eficaces y niveles bajos de dosis inicial de infección. El hecho de que pacientes que se consideran curados vuelvan a ser reinfectados puede relacionarse con una eliminación rápida del virus en la infección primaria (por respuesta inmune innata eficaz), sin eliminar la posibilidad de que el virus haya mutado y los anticuerpos producidos no sean eficaces contra el segundo virus. No obstante, aunque el genoma de ARN del coronavirus es bastante estable, desconocemos si la tasa de mutación hace que se produzcan variantes virales más resistentes a los anticuerpos neutralizantes.

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Los coronavirus son miembros de la familia Coronaviridae y “aunque la mayor parte infectan a los animales también existen excepciones, como el coronavirus que causa el síndrome agudo respiratorio severo (SARS) o el que afecta a los camellos, causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). Con la reciente aparición en China de este virus, el número de humanos infectados está creciendo así como su severidad”, señala ariano Esteban Rodríguez, experto en Biología Molecular y consejero de la Fundación Gadea por la Ciencia. Las infecciones causadas por el coronavirus requieren de hospitalización y cuidados intensivos. “La enfermedad tiene su pico de los 4 a 6 días después de la infección y raramente supera los 10 días. Los síntomas son fiebre, malestar general, mialgia, y a pesar de no ser común, puede afectar a las vías respiratorias altas provocando dolor de garganta, tos o congestión nasal, -aunque tan solo el 25% de los pacientes puede desarrollar estos síntomas-”. “El virus se detecta en secreciones respiratorias y su diseminación es por las vías respiratorias y a través del contacto entre personas. Las medidas para minimizar el riesgo de infección por un coronavirus son sencillas: lavarse las manos, llevar mascarillas y evitar el contacto físico con personas sospechosas de padecer la infección”.


¿Qué hace que esta cepa particular de coronavirus sea significativamente preocupante?

Si comparamos con su cepa hermana, el SARS, que causó 774 muertos en 2003 y afectó a 8089 personas con una tasa de mortalidad del 10%, en el caso del COVID-19 el número de fallecimientos es menos del 3%. Por lo tanto, aunque la alarma en la población es mayor, se considera que el COVID-19 es menos virulento, con un 80% de los afectados desarrollando una infección suave.

¿Hay alguna explicación acerca de que la población infantil apenas esté siendo afectada por este virus?

La mayor parte de los fallecimientos se han producido en personas de edad más avanzada y con otros problemas sanitarios que les hacen más propensos a la infección, aunque, lógicamente, el personal sanitario que trata a los enfermos tiene más probabilidades de contagio. El menor número de casos en población infantil probablemente tiene que ver con su mayor resistencia antiviral por un sistema inmune eficaz.

¿Pueden ser, de hecho, una vía de contagio, por ser portadores del virus, pero no manifestar síntomas?

La característica de todos los virus es su capacidad para multiplicarse en un organismo y es en función de la lucha entre el invasor (virus) y el hospedador (células del organismo) lo que define quién gana la batalla. No es sorprendente que durante este proceso la persona infectada no manifieste signos externos debido a un control inicial de la infección sin eliminación del virus, lo que puede facultar para que esta persona al toser o por contacto pueda propagar el virus. De momento, no podemos decir que COVID-19 establezca una infección crónica, lo que se definirá en las investigaciones que se están llevando a cabo.

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¿Por qué considera que se ha expandido de forma tan rápida en Italia?

El número de casos infectados en Italia no llega de momento a los trescientos por lo no se puede definir como extensión rápida por ser Italia. Más bien es el hecho de que se han producido casos aislados de personas en el norte de Italia que se han contagiado de la infección. Es lógico que si no se controla rápido haya otros casos aislados.

¿Están siendo eficaces los controles para intentar contener la propagación del virus?

Sin lugar a duda las medidas de contención impuestas en China han servido para frenar la propagación del COVID-19 a otros países. Por ello, es de agradecer a China las medidas adoptadas, aunque supongan graves pérdidas económicas, pues la vida de las personas es un derecho por encima del bien económico. Las medidas establecidas en los distintos países, incluido España, son las recomendadas por la OMS y las más eficaces.

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¿Una vacuna sería la solución?

Las medidas de contención frente a un patógenos como el causante de COVID-19 son tres:

  1. Procedimientos rápidos de diagnóstico (que ya se han desarrollado)
  2. Medidas terapéuticas, por anticuerpos y antivirales (que no se han desarrollado aún)
  3. Mediante vacunas profilácticas (tampoco producidas)

Ello obliga a los países más desarrollados a invertir esfuerzos y financiación en estas direcciones. En España, tenemos expertos en vacunas para contribuir a estos desarrollos, pero hace falta inversión y apoyos. Se están utilizando antivirales desarrollados para Ébola y VIH en pacientes COVID-19, aunque no sabemos aún si son eficaces. Las vacunas tardarán frente a COVID-19 alrededor de un año pues conlleva la utilización de modelos preclínicos en animales y, posteriormente, clínicos en humanos para que demuestren eficacia, lo que requiere tiempo.

Una de las cosas que más preocupa a los expertos es su expansión en países con sistemas de salud más precarios. ¿Qué situación puede generarse si esto sucede?

En aquellos países con estructuras sanitarias precarias es necesario la colaboración internacional para evitar que la infección se propague. Por ello, la OMS colabora estrechamente con los países más desarrollados para que aporten medios económicos y sanitarios que ayuden a estos países pobres a controlar la infección. Lo hemos visto en África con los casos de infecciones por polio y Ébola, y como ocurrió en la década de los años 1960 del siglo XX con el programa de erradicación de la viruela coordinado por la OMS, la enfermedad mas mortífera padecida por la humanidad, y afortunadamente, erradicada de nuestro planeta por haberse desarrollado una vacuna.

¿Es una opción que este virus se quede entre nosotros, como los distintos virus de la gripe, y sea un problema de salud crónico que haya que afrontar de aquí en adelante?

Los coronavirus son muy frecuentes en la naturaleza, infectando especies animales y humanos. De hecho, la mayoría de los humanos hemos sido infectados por algún miembro de la familia de coronavirus con síntomas de resfriado común. Es probable que el reservorio del COVID-19 sea el murciélago, como SARS, y que haya pasado al humano a través de la infección de otro animal. Ello no quiere decir que desaparezca, pero sí que vaya reduciendo su capacidad de propagación, bien por atenuación o por desarrollo de medidas que vayamos implementando más eficaces de control como antivirales y vacunas.

¿Puede disminuir su incidencia con la llegada de los meses de calor o no tenemos datos suficientes para saberlo?

Como en todos los procesos infecciosos, es predecible que el COVID-19 alcance su pico infectivo durante este primer trimestre del 2020, con disminución progresiva en los meses de más calor, aunque estos datos se están recopilando. Generalmente, al ser un virus ARN de gran tamaño (unos 30.000 nucleótidos) y como se ha observado en otros miembros de los coronavirus, a medida que el virus se va pasando de un hospedador a otro puede ir perdiendo capacidad patogénica y atenuarse. Esto lo sabremos pronto.

¿Qué medidas podemos tomar ante una situación tan compleja como la que nos afecta en estos momentos? ¿Necesitamos hacer mucho más fuera de nuestras estrategias habituales de prevención del resfriado y la gripe para mantenernos seguros durante este brote?

Las medidas propuestas por la OMS son las que se están implementando en España. Afortunadamente, tenemos un gran sistema sanitario que con las medidas adoptadas está siendo eficaz en los diagnósticos de personas con problemas respiratorios si son positivos o negativos frente al coronavirus, su confinamiento, control y seguimiento para evitar la propagación del virus. Debemos de seguir las pautas que las autoridades sanitarias establecen.

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Cada año mueren miles de personas a causa de la gripe, ¿cree que debemos poner en perspectiva la evolución de este virus y no generar alarmismo injustificado?

Con la gripe estacional se producen unos 650.000 fallecimientos anuales y si consideramos España, en el período 2017/2018, se produjeron 800.000 casos con 15.000 muertes. Sin embargo, la población está acostumbrada a la gripe. Por ello, no procede que haya más alarma para el COVID que para la gripe. Hay que ser conscientes de que en la naturaleza hay más de 2 millones de especies distintas de virus, aunque la mayoría no infecta humanos, por lo que tenemos aprender a que convivir con los ellos. Para evitar que nos den sorpresas, es necesario invertir en I+D+i. En España, estamos muy expuestos a agentes infecciosos de otros continentes por el desplazamiento de personas y mercancías, por lo que debemos de estar en continua alerta sanitaria. Invertir en ciencia es protegernos.

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