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puntos gatillo© Adobe Stock

Puntos gatillo: ¿Qué son y cómo tratarlos en fisioterapia?

Son bultos que se producen en el músculo y que causan un dolor intenso. La buena noticia es que pueden tratarse. Te explicamos cuál es el tratamiento y cómo saber si el problema que sufres se debe a ello.


Actualizado 28 de febrero de 2020 - 13:29 CET

Podrías pensar que el dolor que sufres en el cuello o en la espalda es debido a una contractura. Sin embargo, otra de las razones que pueden producir este intenso malestar podría deberse a los puntos gatillo, pequeños nódulos palpables bajo la piel que aparecen en los músculos. Para entender por qué se producen y, sobre todo, cuál es el tratamiento más eficaz para aliviar el dolor, hablamos con el Manuel Rozalén, doctor en fisioterapia y director de las clínicas Rozalén y Fisioserv y la fisioterapeuta Marisol Amor Salamanca.

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¿Qué son los puntos gatillo?

Un punto gatillo se define como una zona hiperirritable o punto muy doloroso, localizado en un músculo esquelético. Está asociado con un nódulo palpable hipersensible, localizado dentro de una banda tensa, o conjunto de fibras musculares que parecen estar acortadas. La zona es dolorosa a la presión y puede dar lugar a un dolor referido característico (el dolor se extiende siguiendo un patrón determinado), hipersensibilidad a la presión, disfunción motora y fenómenos autonómicos.

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¿Qué factores propician su aparición?

Hay varios factores que se han relacionado con la aparición de estos puntos gatillo. Entre los más comunes están los siguientes:

  • Traumatismos: accidentes de tráfico, lesiones deportivas, caídas... Después de la fase aguda de un trauma, cuando el dolor debería haber disminuido, si este persiste se debe sospechar la presencia de un dolor de origen miofascial.
  • Estrés muscular: solicitación excesiva de un músculo fatigado, especialmente traumatismo de repetición,
  • Anormalidades posturales, mantenimiento de malas posturas durante tiempo prolongado, derivadas de situaciones laborales o incluso en actividades de la vida diaria: posiciones al acostarse, al leer, escribir, ver la tv…
  • Enfriamiento brusco del cuerpo o de un músculo fatigado
  • Patología visceral o articular próxima: provocará la sobrecarga de determinados grupos musculares.
  • Tensión emocional excesiva: periodos prologados de estrés o de depresión pueden producir cambios subyacentes sobre algunos grupos musculares dando lugar a la activación de un punto gatillo miofascial.

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¿Qué síntomas dan?

Los principales síntomas que pueden aparecer son:

  • Dolor local en la zona del músculo donde se asienta el punto gatillo.
  • Dolor referido: dolor que se manifiesta en otra parte del cuerpo, alejada del punto gatillo original.
  • Debilidad muscular o rigidez.
  • Sintomas derivados de la alteración del sistema nervioso autónomo, que pueden ser muy variados: lagrimeo, sudoración excesiva, sensación de mareo, alteraciones de la visión, etc.

¿Qué consecuencias pueden tener si no se tratan?

La cronificación de los síntomas anteriormente descritos, especialmente, del dolor y la rigidez muscular, además de la aparición de otros puntos dolorosos en otras partes del cuerpo (llamados puntos gatillos latentes). Más a largo plazo, el sistema nervioso autónomo o vegetativo puede verse alterado, provocando diferentes reacciones en el paciente.

¿Cómo se pueden tratar eficazmente?

Lo más importante es acudir a un profesional formado en el tratamiento de esta patología, que realice un buen diagnóstico diferencial, ya que la existencia de estos puntos gatilllo puede confundirse con otras patologías: contracturas musculares, la compresión de algún nervio, hernias discales, problemas viscerales o vasculares, entre otros.

Los puntos gatillo pueden tratarse de dos formas, principalmente: de manera conservadora (realizando presión, estiramientos, masajes, aplicación de frío, etc.) o de manera invasiva, introduciendo una aguja de acupuntura en el punto exacto donde se encuentra el punto gatillo. Es lo que se llama punción seca.

¿Cuántas sesiones son necesarias?

Va a depender de la evolución de cada paciente, del tiempo que lleve sin diagnosticar y de la gravedad de los síntomas. Habitualmente, y desde nuestra experiencia, desde las primeras sesiones se nota la mejoría, especialmente, en cuanto al dolor, siendo habitual la realización de entre 5-10 sesiones, dependiendo también de la colaboración del paciente.