Nada hace pensar que cambiaremos de manera radical nuestra prestigiosa dieta mediterránea. Lo que si, probablemente, modifiquemos sea nuestra manera de relacionarnos con la comida. Los expertos estiman que el consumidor del futuro basará su alimentación según la importancia que le otorgue a su salud, cuanto le convenga ese producto y lo sostenible o no que este sea.
Sí seguiremos buscando en la comida placer, no le quitaremos ese sitio cultural y social que le hemos dado hasta ahora, pero buscaremos que no dañen el medio ambiente y que sean económicas.
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¿Cuánto pueden cambiar la tecnología y la crisis medioambiental nuestra alimentación?
Si en la actualidad millones de personas no logran cubrir sus necesidades alimentarias básicas, ¿cómo haremos dentro de 30 años cuando seamos más de 8.000 millones de personas sobre la superficie terrestre?
Sustituir las proteínas animales por las vegetales es una de las opciones, a futuro, que puedes encontrar en cualquier supermercado. Hamburguesas de lentejas o de remolachas, salchichas de tofu o fiambres a base de soja, no hace falta que seas una experta en nutrición, seguro que has visto en más de una góndola productos como estos. Probablemente, en el futuro seamos veganos sin dejar de ser carnívoros, un oxímoron en la alimentación que lograremos gracias a un cambio de mentalidad y de responsabilidad como consumidores.
Otros alimentos que podríamos encontrar en un futuro modificados son los derivados de la leche, como los quesos y los yogures y los helados. Estas opciones ya puedes encontrarlas en tiendas especializadas. Para que su consumo sea masivo aún falta mejorar dos aspectos fundamentales: el precio y la información. Lograr sabores intensos, distintivos y agradables fue el primer eslabón de la cadena que las empresas buscaron modificar. Con esto ya conseguido hace falta, por parte de los consumidores, mejorar la información y aceptar que pueden resultar un poco más costosos, pero mucho más sanos para nuestro organismo.
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Desde hace un tiempo, muchas empresas utilizan los neuroaromas que mantienen esa sensación tan placentera que nos produce la grasa, el azúcar o la sal. El sistema de microencapsulación ayuda a mantener ese sabor pero utiliza moléculas mucho más saludables. Esta técnica de microencapsulación permite mantener la sal dentro de ciertos alimentos y no que estén recubiertos de ella. Un ejemplo que ha comenzado a probarse es el de las patatas fritas. Este novedoso sistema permite que la sal se perciba cuando mordemos la patata y no que esté en todo el paquete.
La esperanza está puesta en los neuroaromas
A menudo, los alimentos más tentadores son los que más daño producen en nuestro organismo, los sabores intensos, las grasas y los dulces saturados brindan un placer tan reconocible, que en ocasiones, los ingerimos por el solo hecho de volver a tener esa sensación en el paladar.
Los neuroaromas es un sistema por el que se incorpora a los alimentos aroma que no resulta dañino y que mejora el perfil nutricional del producto. De esta manera, al consumirlos, no solo que no notaremos ningún cambio en el sabor, la textura y olor, sino que estaremos evitando los daños causados por la ingesta masiva de azúcares refinados y grasas.