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Estas son las consecuencias físicas del estrés sobre el cuerpo

Piel, pelo y nuestra boca son algunas las partes que más sufren las consecuencias de estar estresados


Actualizado 19 de febrero de 2020 - 19:59 CET

Todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado por una situación estresante. La muerte de un ser querido, una separación, cambios laborales, algo normal si se queda en un acontecimiento pasajero y no condiciona nuestra vida. Pero cuando este malestar se alarga en el tiempo puede convertirse en un auténtico problema que llega a afectar no solo a nivel psicológico, sino también físicamente, con una serie de manifestaciones que confirman que hay algo que no marcha bien. Científicamente, cuando algo nos produce estrés, la primera reacción de nuestro cuerpo es esta: el hipotálamo (una pequeña zona del cerebro) manda una señal a través del sistema nervioso para que las glándulas suprarrenales segreguen hormonas como la adrenalina y el cortisol. Mientras que la adrenalina aumenta el ritmo cardiaco y la presión arterial, el cortisol aumenta la producción de glucosa en la sangre y altera las respuestas del sistema inmunológico, digestivo e incluso el reproductor.

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La huella física del estrés

Todo el proceso anteriormente descrito no solo es insostenible en el tiempo (no estamos preparados para vivir en permanente situación de alerta) sino que tiene una serie de consecuencias físicas que actúan como voz de alarma y que, en muchas ocasiones, pueden confundirse o no relacionarse con el estrés. Dolor de cabeza, inquietud, ansiedad, tensión muscular o malestar estomacal son algunos de los efectos más comunes. Pero además de los órganos blandos como el corazón o los músculos, nuestra piel, el pelo y nuestra boca son algunas de las partes que más acusan el estrés.

Músculos: la tensión muscular es uno de los mayores indicadores de estrés. La espalda es la parte más afectada ya que provoca que los nervios estén más rígidos, derivando en la contracción de los músculos, que a su vez comprimen las vértebras.

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Los músculos sufren especialmente en etapas de estrés, siendo la espalda una de las zonas más afectadas

Piel: la adrenalina y el cortisol provocan un desequilibrio hormonal que puede producir problemas en la piel como eccemas o urticaria que se manifiestan por unas ronchas rojas que causan ardor, picor o comezón. El cortiso, además, genera el aumento de producción de grasa corporal, lo que contribuye a la aparición de granos y acné.

Pelo: el estrés no solo puede alterar la absorción de algunos aminoácidos esenciales para el crecimiento del cabello sino también provocar el estrechamiento de las arterias, limitando así el flujo sanguíneo que llega al cuero cabelludo. Esto provoca la caída del cabello que, en muchas ocasiones, puede derivar en una alopecia. Aquí es cuando se demuestra que la aparición de canas debido al estrés no se queda en un mito. Distintos estudios aseguran que altos niveles de tensión pueden causar la pérdida de una de las sustancias que se encarga de dar color a los folículos pilosos.

Boca: el sistema inmune de una persona estresada está más debilitado y, por tanto, disminuye la producción de saliva. Esto implica el aumento de los ácidos que atacan directamente a dientes y encías, provocando caries, sensibilidad dental y enfermedades periodontales como la gingivitis. En este sentido, el estrés es también el causante del bruxismo (apretar los dientes o hacerlos rechinar inconscientemente, sobre todo cuando se duerme), una patología dental que hace que los dientes se desgasten y se debiliten.

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¿Cómo controlar el estrés?

Para evitar que el estrés derive en crónico y se convierta en una enfermedad, hay una serie de pautas que se pueden seguir y que nos facilitarán poder manejarlo, de tal manera que no suponga un condicionante en nuestra vida:

Aprender técnicas de relajación: terminar con el estrés o al menos, paliar sus efectos, pasa por aprender a relajarse. Saber respirar y poner la mente en blanco es muy positivo.

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Aprender técnicas de relajación y respiración puede ayudarte a superar épocas complicadas y reconducir tu camino

Realizar ejercicio: la actividad física es una de las armas más potentes. Dependiendo de la forma física y el tiempo del que dispongamos, podremos liberar el estrés con un simple paseo, bailando, corriendo o con ejercicio en el gimnasio.

Evitar sustancias estimulantes: la cafeína, el tabaco y el alcohol son sustancias que debemos evitar.

Mantener las relaciones sociales: es importante conservar la relación con nuestros seres queridos. Buscar tiempo de calidad para estar con la familia y amigos es algo que nos ayudará a sentirnos mejor.