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Inteligencia emocional

Alimenta tu espíritu crítico para que no te den gato por liebre

Es uno de los mejores ejemplos que puedes dar a los demás y es una manera madura y personal de vivir.


Actualizado 14 de febrero de 2020 - 14:44 CET

El espíritu crítico es la capacidad individual de analizar, mesurar y estudiar aquellas situaciones que se presentan en la vida. Esto permite que nos formemos una idea personal, con criterio propio, acorde a nuestros valores, conocimiento y creencias.

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El espíritu crítico es una señal de madurez en el ser humano. Al aplicarlo, una persona demuestra que se conoce íntimamente, con sus flaquezas y riquezas. Cuando usamos esta capacidad en el día a día nos alejamos de dos extremos, la obediencia absoluta y la rebeldía por sí misma, por el solo hecho de rechazar todo lo que establecido.

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Cómo podemos alimentar nuestro espíritu crítico

En el informe Escuelas de Familias Modernas, publicado por el el Ministerio de Educación de Navarra, los especialistas aseguran que, el espíritu crítico se forma a través de tres actividades: contrastar datos e información, consultar diversas fuentes y profundizar en los hechos. 

Para mantener tu espíritu crítico y fomentarlo en las personas que te rodean es primordial que mantengas una coherencia entre lo que piensas y como actúas. No se trata de ponernos el mundo por Montera y rebelarnos porque sí, sino de ser analíticos y respetuosos de nuestros valores, creencias y confiar en nuestro conocimiento.

Dar razones de los motivos que te llevan a hacer o decidir algo es una buena manera de generar ese espíritu crítico, porque ganas confianza en tu elección y en la justificación de los motivos que te han llevado a ese razonamiento. Para que el espíritu crítico se desarrolle es necesario el diálogo sin confrontación, donde puedas dar tu parecer, pero también escuchar el de los demás. Profundizar en todo lo que despierte tu interés, aprender, leer e investigar ayuda a desarrollar la capacidad de raciocinio.

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El espíritu crítico es la capacidad individual de analizar, mesurar y estudiar aquellas situaciones que se presentan en la vida. Esto permite que nos formemos una idea personal, con criterio propio, acorde a nuestros valores, conocimiento y creencias.

El autoritarismo, la queja por la queja y la falta de cuestionamientos e inquietudes producen el efecto contrario. Nos alejan del espíritu crítico y nos colocan en una situación de vulnerabilidad ante los deseos y opiniones de los demás.

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La importancia de enseñarle a los niños a tener espíritu crítico

Tener espíritu crítico no significa quejarse por todo. Contar con esta cualidad es una condición útil en la vida, que los ayuda a discernir y a gestionar sus verdaderos deseos. Un joven con espíritu crítico tiene más herramientas para luchar contra las influencias negativas, como el consumo de drogas o alcohol.

Como parte del proceso para fomentar y desarrollar esta capacidad en los jóvenes, aparece una situación temida y desafiante, el cuestionamiento a la autoridad. Si les enseñamos a pensar, debatir y valorar las conductas y la manera en la asimilar las opiniones e influencia de su entorno, probablemente llegue un momento en el que cuestione las nuestras. Es un paso necesario para afianzar lo aprendido y una etapa en la que el diálogo entre padres e hijos es esencial.

En el informe Escuelas de Familias Modernas se destaca que “la autoridad se propone, no se impone; el padre y la madre ganan su autoridad en el día a día de la relación con los hijos e hijas”. Los factores que contribuyen y generan esa autoridad y confianza se dan a través de la coherencia, el ejemplo, la serenidad y la comprensión.

Entre los 3 y 6 años, los niños suelen asumir y aceptar sin cuestionamientos la figura de autoridad que ejercen sobre ellos sus padres. Esta etapa acaba pronto, entre los 8 y los 11 años, aparecen los planteos que cuestionan esa autoridad. Los niños descubren otros modelos de educación, están más atentos a nuestros errores y son capaces de poner en palabras esas incoherencias tan frecuentes en la vida cotidiana. Asumir nuestros errores, hablarlo abiertamente con ellos y explicarles nuestros motivos, es la mejor manera de estimular su espíritu crítico.

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