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Psicología

Nosocomefobia: el miedo real a los hospitales existe

Para algunas personas ir al centro médico no solo es un trámite fastidioso cuando estás enfermo, sino un suplicio y algo aterrador.


Actualizado 13 de febrero de 2020 - 16:14 CET

Cuando pensamos en fobias, tendemos a pensar rápidamente en el miedo a ciertos animales como las arañas o las serpientes o a situaciones que, si bien pueden llevar a cabo la mayor parte de personas, pueden producir ansiedad, como montar en avión, llegar a un lugar muy alto o quedarse encerrado en espacios reducidos. Sin embargo, pocos conocen uno de los miedos que, aunque poco frecuente, puede determinar la vida de las personas que lo sufren: es el pavor a los hospitales o a cualquier cosa relacionada con los centros sanitatarios. Recibe el nombre de nosocomefobia y se trata de un temor irracional y persistente que puede manifestarse de muy distintas formas. 

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Algunas personas simplemente sienten ansiedad al acercarse a la puerta de estos edificios, pero también a sus olores específicos, a pesar de que saben que esto no representa una amenaza para su integridad física. Como fobia que es, implica la existencia de un profundo nivel de pánico que aparece de manera irracional y excesiva ante la presencia de un estímulo o situación determinada. Estas sensaciones aparecen de manera incontrolable y por lo general la persona reconoce que sus reacciones son desproporcionadas para el posible peligro que podría implicar realmente encontarse dentro de un centro de salud.

Exponerse a un hospital y a veces solamente la idea de que tiene que acudir a él irremediablemente generará que se dispare su miedo hasta niveles que la persona considera insoportables. Además, quien padezca esta fobia, podrá indentificar algunos síntomas como taquicardias, hiperventilación, sudores fríos, temblores y mareos. Pero este temor irracional conduce a otro problema: la vergüenza que produce en el que la padece, que provoca que esta no sea comunicada y, por lo tanto, no se solucione y se viva en silencio.

Pero no solo eso, las personas que sufren esta fobia, sienten pánico también si ven cualquier instrumental quirúrgico, están en salas de espera o identifican a alguien que tenga una lesión o padezca una enfermedad que pueda requerir asistencia en un centro sanitario. "Resulta una fobia potencialmente peligrosa porque por su propia naturaleza puede llevar a que una persona no busque tratamiento médico cuando lo necesite", explica Jesús Linares, coordinador del área de emergencias sanitarias de Psicología sin Fronteras.

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,Las personas que sufren esta fobia sienten pánico también si ven cualquier instrumental quirúrgico, están en salas de espera o identifican a alguien que tenga una lesión o padezca una enfermedad que pueda requerir asistencia en un centro sanitario. "Resulta una fobia potencialmente peligrosa porque por su propia naturaleza puede llevar a que una persona no busque tratamiento médico cuando lo necesite", explica Jesús Linares, coordinador del área de emergencias sanitarias de Psicología sin Fronteras. 

Su origen es multicausal: "Las hipótesis de su inicio pueden estar relacionadas con asociar hospital y entornos similares a dolor y sufrimiento. De manera que, en un inicio un estímulo neutro (centro sanitario) que se relacione con la muerte o algún episodio doloroso que provoque una respuesta condicionada de miedo y ansiedad. Haber vivido situaciones de carácter ansiógeno en el pasado en un entorno puede crear un condicionamiento brusco a dichos espacios, que se puede ir generalizando a cualquier material, profesional o contexto que esté relacionado con hospitales". El psicólogo explica que una experiencia hospitalaria donde la vida de la persona peligra puede resultar un evento potencialmente traumático. "Estas dificultades pueden aparecer a través del aprendizaje vicario, esto es, a través de un modelo que sufra esta dificultad. Las personas podemos transmitir nuestros miedos creando este tipo de aprendizajes a otros, generando un efecto similar", explica.

"El tratamiento con mayor evidencia hasta la actualidad y que se recoge en las guías APA y NICE es el cognitivo-conductual, en concreto a través de terapia de exposición: "Con ella buscamos un efecto de habituación al estímulo que provoca la reacción intensa en el sujeto", relata. Puede ser una exposición en vivo (realidad), guiada por un experto, a través de medios virtuales, desensibilización sistemática (en la que se incluye alguna conducta incompatible con las reacciones que provocan el estímulo ansiógeno, como, por ejemplo, alguna técnica de relajación) o con restructuración cognitiva, una técnica que trata de modificar la interpretación mediante el diálogo socrático, la modelación y la práctica de hábitos cognitivos nuevos. "Es importante no olvidar que una fobia puede ser la punta de iceberg de una cuestión más estructural, por lo que su cura no garantiza la reaparición de la misma a futuro u otras similares. Por ello, resulta importante realizar una correcta evaluación de cada caso para eliminar la hipótesis de que ese miedo, sea un síntoma de una cuestión de salud mental más estructural", termina el experto.