paulina entrevista7

Entrevistamos a Paulina Villalonga tras el viaje al Polo Sur que le ha cambiado la vida

La joven aventurera nos cuenta cómo vivió esta experiencia tan extrema que le ha servido para conocerse más a sí misma y tener claro cómo quiere enfocar su futuro para conseguir su objetivo: cuidar el planeta


Actualizado 13 de febrero de 2020 - 11:51 CET

Ha sido más duro de lo que esperaba, pero ha merecido la pena. Así nos lo ha confesado Paulina Villalonga después de vivir la que ha sido, sin duda, una de las experiencias más increíbles de su vida. La hija de Adriana Abascal y Juan Villalonga se propuso llegar caminando al Polo Sur... ¡y lo consiguió! Con el apoyo incondicional de la revista ¡HOLA! y acompañada de un equipo de profesionales con los que ha vivido situaciones extremas, alcanzó la zona más meridional de la tierra llamada el 'Último Grado' o 'Last Degree', cumpliendo un sueño que tenía desde hace tiempo.

Para ti que te gusta

Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte

Navega de forma ilimitada con nuestra oferta

1 año por 49€ 9,80€

Este contenido es solo para suscriptores.

Celebramoscon un 80% de descuento.

Suscríbete 1 año por 49€ 9,80€

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

- ¿Cómo describirías la experiencia que has vivido?
Ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. No solo el viaje, sino llegar a él, recaudando dinero, entrenándome… Pero también fue la cosa más satisfactoria que he logrado. La Antártida es como un espejo en tu cara y eso no siempre es fácil de ver. Es un lugar de profunda reflexión donde uno se desconecta para volver a conectar. Estaba completamente en contacto conmigo misma, más que nunca. Y, por primera vez en mi vida, solo estaba siendo. Siendo y existiendo lejos de todas las trivialidades de la vida cotidiana. Siendo y existiendo en un lugar donde mi único objetivo era sobrevivir y conectarme.

- ¿Qué cosas te sorprendieron para bien?
Que mi saco de dormir estaba caliente. Aunque tenía frío la mayoría del viaje, cuando estaba en la tienda de campaña podía sentir el calor. La única parte de mí que se enfriaba al dormir era mi cabeza, así que me ponía un gorro y orejeras y con eso solucionaba el problema. Otra cosa que me sorprendió positivamente fue la forma en la que me uní al grupo. No solo fue la Antártida, sino el equipo que me inspiró tanto. Cuando estábamos allí, nuestra edad no importaba, todos éramos iguales. Todos nos llevamos bien, como si hubiéramos sido mejores amigos de toda la vida, compartiendo secretos íntimos y discutiendo tanto temas instructivos esclarecedores como temas divertidos y graciosos.

- ¿Y cuáles han sido peor de lo que esperabas?
Para ser sincera, la mayor parte fue peor de lo que esperaba. La experiencia en general fue mucho mejor de lo que podría haber imaginado, pero los obstáculos que la acompañaron fueron individualmente mucho más difíciles que cualquier cosa que pudiera haber imaginado. El aspecto físico era mucho más desafiante de lo que pensaba. Al final de cada día me sentí completamente agotada.Tirar de un trineo y hacer el mismo movimiento constantemente me provocó unos dolores horribles. Mi espalda estaba tan tensa que podía hacer que mis músculos de la espalda se contrajeran simplemente levantando mi brazo. Comí mucho más de lo esperado porque al final del día no me quedaba energía. Subestimé tanto el hambre que me comí todos mis bocadillos un día antes. Ese último día fue definitivamente el más difícil.

- ¿Qué sentiste cuando llegaste con el avión a la Antártida el primer día?
Una parte de mí estaba aterrorizada porque no sabía qué esperar y también porque la aventura que había estado esperando todo este tiempo finalmente estaba aquí, ¿y si no estaba lista? El avión no era un avión regular, era un plan militar ruso que aterrizó en el hielo con esquís. Era muy susceptible a la turbulencia y tenía una gran red de metal y cables. La aventura ya había comenzado. Media hora antes de aterrizar, la temperatura en el avión cayó. Esto fue para que no nos sorprendiéramos al llegar a Union Glacier. Sin embargo, el vuelo que me llevó a 89 grados al sur en el desierto antártico unos días después fue aún peor para mí. Aquí, sabía que iba al lugar más frío de la tierra a una altitud muy alta. En el avión, ya comencé a sentir el mal de altura. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. La idea de que me dejarían caer en medio de la nada era definitivamente aterradora. Lo único que pensaba era en qué pasaría si no fuera lo suficientemente fuerte para completar este reto. Fue la primera vez que tuve dudas reales sobre mí misma con respecto a este viaje.

- Paz, tranquilidad, olvidarte de los problemas... ¿Sientes sensaciones tan increíbles?
Seguro. Muchos de los problemas que sentí en casa parecían desvanecerse en el infinito horizonte antártico. También gané perspectiva. Me sentía tan insignificante, tan vulgar y tan pequeño junto a la inmensidad y el poder que me rodeaba, pero lo suficientemente especial como para haber llegado al lugar más aislado y remoto del mundo. Un sentimiento extraño pero especial.

- ¿Te imaginabas poder vivir algo así con 19 años?
Nunca imaginé hacer algo tan increíble como esto. Pensé que estas oportunidades solo llegaban en las películas, pero de alguna manera hice realidad mi sueño. Mucha gente me tiene envidia por lo que he experimentado, pero no fue fácil. Tuve que sacrificar mucho por esto. Recuerdo que tenía 17 años cuando me dije a mi misma que sería afortunada si llegaba a la Antártida cuando tuviera 40. Incluso cuando decidí ir por primera vez, realmente no creía que podía suceder. Pero a los 17 años llegué a Antartida. Solo viajé a la costa en la Península, pero me dio suficiente confianza, pasión por la naturaleza, la aventura y el ambiente y la inspiración para perseguir el objetivo imposible de un día llegar al polo sur geográfico.

- ¿Es un viaje que recomiendas?
No se lo recomiendo a todos porque puede ser demasiado intenso para muchas personas. No solo es un esfuerzo físico sino que mentalmente también es difícil. Sin embargo, recomiendo viajes en los que uno puede conectarse y estar con la naturaleza. Creo que es curativo para el alma y la mente tener experiencias como estas. Realmente pone las cosas en perspectiva y definitivamente te vuelve más humilde. Nuestra sociedad se beneficiaría mucho si hiciéramos más aventuras en plena naturaleza. Especialmente las generaciones más jóvenes, frente a nuestra adicción a la tecnología. Esta es una forma de liberarnos de nuestro vicio.

- ¿Qué ha sido lo más duro para ti?
Creo que lo más difícil fue la combinación del frío y la dificultad física de tirar del trineo. Otra parte difícil fue no tener tecnología. Muchas veces tuve una idea que quería compartir algo con alguien o una pregunta que quería investigar en internet, pero no pude. Por primera vez en mi vida tuve que ser paciente y reflexionar en lugar de actuar immedietatmente. Esto me enseñó mucho y me permitió aclarar mi mente. Mi incapacidad de conectarme me permitió conectarme realmente conmigo misma y explorar temas y preguntas profundas dentro de mí. La Antártida era como un lienzo blanco y con cada tirón y cada zancada tenía un nuevo pensamiento que era como un trazo de pincel para lo que solo podría ser mi obra maestra antártica.

- ¿Has pasado mucho tiempo sola o siempre estabas acompañada?
Durante las tardes todos hablábamos y nos uníamos. Sin embargo, durante el día, mientras tiramos de nuestros trineos, era tiempo que pasaba reflexionando. En primer lugar, hacía demasiado frío y era difícil comunicarse y, en segundo lugar, entramos en una fila detrás de uno y otro, por lo que hablar no era conveniente. Disfruté del silencio que me obligó a pasar por muchos momentos de introspección y generó muchas ideas nuevas dentro de mí.

- ¿A menos cuántos grados llegasteis a estar?
A menos 34 pero con el viento se sentía como menos 40. Teníamos quince a veinte nudos de viento cada día. El frío era inimaginable. Mis dedos siempre me picaban y ardían por el frío, o no podía sentirlos en absoluto. Superar el frío me hizo diez veces más fuerte.

- ¿Cómo era una jornada de caminata? 
Primero nos despertábamos para desayunar hirviendo nieve y calentando la comida seca que tenía una forma muy parecida a la de los astronautas. Una hora más tarde, teníamos que empacar todas nuestras cosas, incluyendo la tienda de campaña y comenzábamos a caminar. Antes de irnos teníamos que asegurarnos que nuestras botellas de agua estaban llenas, que nuestras cosas estaban en orden y que teníamos nuestros snacks del día listos. Debíamos terminar todos al mismo tiempo, para que así nadie estuviera en el frío sin moverse durante demasiado tiempo. Entonces comenzábamos a caminar durante una hora, unas siete u ocho veces al día, y parábamos cada hora durante diez minutos para hacer un descanso. Aprovechábamos para beber agua y comer un snack. Esto era para reemplazar la energía que estábamos consumiendo, que era mucha. En nuestros descansos también teníamos que orinar. Como solo podíamos depositar nuestra orina en un agujero que hacíamos cuando acampábamos al final del día, durante nuestras marchas orinábamos en unas botellas destinadas a eso. Para los hombres no fue un problema, pero para las mujeres era más complicado. Cada una de nosotras tenía unos tubos llamados shewees que nos lo ponían más fácil. Cuando caminábamos, por lo general, alternaba entre silencio, podcasts y música para pasar el tiempo. El silencio fue definitivamente lo más desafiante para mí, pero también lo más gratificante.

- ¿Nos puedes contar alguna anécdota divertida que hayas vivido?
Un día tuve tanto frío que me aferré con tanta fuerza a los calentadores que explotaron en mis guantes. Tienen polvo negro dentro, así que me mancharon las manos. Cuando los saqué en la tienda, mi compañero de cuarto comenzó a gritar, pensó que la negrura de mi mano era una helada.

- ¿Cuál es el objetivo por el que has hecho este viaje?
Hice este viaje por muchas razones. Quise inspirar a chicas como yo, a jóvenes que han luchado, que se han cuestionado a sí mismos para darse cuenta de que podemos hacer mucho más de lo que pensamos. Me importa este planeta. Si soy capaz de superar el mayor desafío de caminar hasta el polo sur a menos cuarenta grados sobreviviendo solo con energía sostenible y productos ecológicos y con una dieta vegana, entonces es posible que cualquiera pueda hacer lo mismo en sus vidas diarias, aunque vivan en una ciudad en Europa, en México o Japón. Espero que mi loca aventura ayude a más niñas de todo el mundo a ser más sostenibles con sus hábitos. Esto también fue un sueño personal que tuve y algo que quería hacer para probarme a mí misma. Para ser honesta, es este tipo de cosas las que me dan la pasión que necesito para vivir mi vida. Creo que hacer frente a este desafío me permitirá tener una historia que contar que captará los intereses de muchas personas y, por lo tanto, influirá en ellas para que hagan cambios viables en términos del medio ambiente.

- ¿Has pasado miedo en algún momento?
Estuve especialmente asustada en tres ocasiones. Primero, cuando mis dedos comenzaron a tener mucho frío en el medio del día y durante la cuarta caminada ya no podía sentirlos. Esto es una muy mala señal, me imaginé lo peor. Pensé que tenía frostbite (congelación) en todas partes, pero no podía atreverme a mirar. Exponer mi mano en el aire significaría exponerla al frío y se me podían caer los dedos. Todavía nos quedaban horas para caminar y no sabía qué hacer. La segunda cosa que me asustó fue el quinto día cuando regresé a mi tienda, mi compañero de cuarto notó que mi nariz estaba muy crujiente y quemada. Aparentemente se había congelado de manera muy superficial. Esto fue aterrador, porque tenía miedo de que empeorara y penetrara más profundamente. Me puse un poco de cinta adhesiva en la nariz durante el resto del viaje para protegerla de la exposición al frío, al viento y al sol. La tercera vez que tuve miedo fue cuando el avión nos dejó en el desierto blanco. Literalmente nos dejaron en medio de la nada y estaba aterrorizada. No sabía qué esperar y sentí que olvidé todo lo que había aprendido. Por supuesto, al día siguiente estaba mucho mejor.

- ¿Qué sentias al verte allí rodeada de la inmensidad?
Me sentí humilde. Me sentí insignificante frente a todo lo que me rodeaba. Me sentí inspirada y muy asombrada. Me sentí muy afortunada de estar allí y de poder experimentar algo que sé que la mayoría de la gente nunca tendrá. ¿Por qué yo?, pensaba. Se me ocurrieron muchos pensamientos y, debo decir, que nada me ha inspirado tanto. El silencio y el vacío realmente te humilla. Hace que todos los problemas en el hogar entren en perspectiva y desaparezcan. Hace que respetes tu naturaleza por completo al darte cuenta de que nosotros los humanos no somos omnipotentes. Vivir en estas duras condiciones me hizo sentirme realmente agradecida por los recursos que tengo en casa, que generalmente doy por sentado (agua caliente y comida ilimitada, una cama...). En Antártida todo era escaso y tenía que ser racionado. Aquí no había comodidades, se trataba de sobrevivir. Es sorprendente pensar que la mitad del planeta vive en condiciones mucho peores que yo en la Antártida, en barrios marginales, en las calles... Esta experiencia me hizo apreciar mucho más lo que tengo y también me motivó a querer involucrarme más en la solución del problema de desigualdad que tiene este mundo.

- ¿Cual era vuestro menú diario?
Para el desayuno y la cena teníamos alimentos secos que mezclábamos con agua hirviendo. El desayuno era de 800 calorías y la cena de 1000. El desayuno era muesli y chocolate caliente y teníamos muchos sabores diferentes. La cena tenía más opciones: pasta, risotto, puré de papas con queso, vegetales, fideos... ¡Las verduras y los fideos eran mis favoritos y los comía casi todo los dias! Sin embargo, estaban súper secos, así que teníamos que mojarlos en agua durante unos diez minutos. Durante el día, mientras caminábamos, hacíamos entre entre 8 y 9 meriendas. Siendo vegana y alérgica a las nueces, comí chocolate y ositos de goma y, a veces, galletas veganas. Muchos de mis compañeros también comían trozos de salami y queso. Además, teníamos sopas en polvo y bebidas energéticas. Nos recomendaron beber 3-4 litros de agua al día, pero siempre tenía problemas para hacerlo. Todos usamos el mismo tazón y la misma cuchara durante todo el viaje. Aunque los enjuagamos con un poco de agua hirviendo diariamente, puedo asegurar que mi taza tenía una variedad de sabores al final. Pero no se trata de comodidad, sino de sobrevivir.

- ¿Eras la única chica del grupo?
No, había otras tres mujeres. Sin embargo, yo era el más joven ¡con diferencia! Todos los demás tenían más de 45 años. Dos de las mujeres caminaron 300 millas hasta el Polo Sur. Hubo un equipo de cuatro que hizo esto y los conocimos a 60 millas antes del Polo para completar el último grado con ellos.

- ¿Hiciste muchos amigos? ¿Sigues teniendo contacto con ellos?
Éramos 12 personas y solo tres de nosotros teníamos menos de 30. Sin embargo, todos formamos un increíble vínculo de equipo. Eramos como una pegueña familia. Todavía hablo con la mayoría, al menos dos veces por semana. Debo decir que los extraño mucho. Estar en el Polo Sur nos permitió ser en nuestros estados naturales. No teníamos que preocuparnos por ningún inconveniente o responsabilidad exterior. Estábamos allí para sobrevivir y estábamos juntos en esto. El equipo iluminó la experiencia a través de charlas fascinantes y momentos especiales que compartimos. Mi amigo Cameron es un veterano que perdió una pierna en Afganistán mientras luchaba contra los talibanes. Fue un modelo a seguir para mí. Me enseñó a tener una mentalidad diferente, más positiva y segura. ¡Fue capaz de completar el mismo viaje que hice con una sola pierna! Él quiere motivar a todos los demás amputados para que no dejen de vivir. Él dice que ser un amputado no debería ser una excusa. Debo agradecer a Cameron por ayudarme a superarlo. Realmente es como un hermano para mí.

 -¿Qué te dijeron tus padres cuando te despediste de ellos para comenzar la aventura?
Mis padres no son tan aventureros como yo, entonces estaban muy asustados por el riesgo que tenía este viaje. Les dije que estaba en buenas manos y me dijeron que prometiera cuidarme y decir si algo estaba mal. Para que se entienda la magnitud del viaje, en el equipo que esquiaba delante de nosotros hubo un hombre que tuvo que ser evacuado por hipotermia. Pero mis compañeros de equipo eran las mejores personas con las que podría haber ido. Estaba con dos veteranos, tres personas que ya habían esquiado 600 millas hasta el Polo Sur y una mujer que tiene el récord del viaje en solitario más rápido al Polo Sur. No podría haber estado en mejores manos. Fuimos un equipo increíble que siempre nos ayudábamos y nos apoyábamos. Sabía que este viaje no sería fácil y estaba preparada para luchar. Pero a mi padres se lo contó de una manera menos extrema, porque lo último que quería hacer era asustarlos.

- ¿Crees que has vuelto muy cambiada?
Eternamente cambiada. He estado expuesta a una nueva forma de vida y ahora no hay vuelta atrás. Me siento más conectada conmigo misma que nunca y mi identidad y mis intenciones parecen están mucho más clara. Esto es como un círculo vicioso que nunca termina. Ansío dejar la sociedad y sumergirme en otra aventura, algo con un propósito mayor. Al vivir en un estado tan puro pude existir en paz y me hizo darme cuenta de lo que realmente me importa. Me hizo darme cuenta de a lo que quiero dedicar mi vida y eso incluye una combinación de aventura y proteger el medio ambiente. La parte más difícil de este viaje, a pesar del frío y las dificultades físicas, fue regresar. Fue tan extraño encontrarme rodeado de la sociedad una vez más. Toda la gente, el tráfico, los edificios y las convenciones y expectativas normales me abrumaron por completo.

- Decías que te ibas a independizar en California, ¿ya lo has hecho?
Sí, me he vuelto mucho más independiente.

- ¿Ya has decidido lo que finalmente quieres estudiar?
No al 100% pero creo que Filosofía e Historia, pero quizás Política también.

- ¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
Por ahora acabo de regresar, así que lo principal que debo hacer es reajustarme a la vida. Es más difícil de lo que imaginaba. El siguiente paso sería encontrar o crear un proyecto que fusione la aventura y el medio ambiente, que son mis pasiones. Pienso seguir representando a ¡HOLA! en estas dos cosas. Pero también tengo otras muchas cosas. Por ejemplo, este verano planeo correr un maratón, ya que no quiero perder mi fuerza. Y espero caminar al Polo Norte en unos años. Mi amigo me invitó a Nepal, donde escalaremos montañas y llevaremos la electricidad a las aldeas rurales con energía solar. Esto es algo que realmente me inspira, pero necesito pensarlo mejor. Estas aventuras son geniales, pero necesito un plan real con un objetivo humanitario o ambiental real. Definitivamente voy a involucrarme en plantar más árboles. Eso es lo único que sé con certeza en este momento.

- ¿Cuál es el viaje que nunca olvidarás?
Mi viaje a la Antártida. Este viaje comenzó cuando tenía 17 años y vi una charla de Robert Swan. Gracias a que él me invitó a su expedición en 2018 pude llegar más tarde al Polo Sur. Nunca olvidaré viajar a la Antártida por primera vez. El paraíso blanco y cristalino que me inspiró y me cambió la vida. Nunca olvidaré la lucha que fue para mí llegar al Polo Sur. La incesante recaudación de fondos y entrenarme. Los fracasos y decepciones que recibí antes de finalmente tener éxito. Nunca olvidaré las lágrimas. Aprendí el precio que uno paga por alcanzar sus sueños y aprendí que, definitivamente, valió la pena. Las luchas solo me hicieron más fuerte. Y, finalmente, nunca olvidaré la aventura que acabo de vivir. Al llegar al glaciar Union, preparar nuestro equipo, tomar un avión a 89 grados al sur y caminar. Los dedos fríos, las comidas blandas y el hecho de que todo, desde mi dentífrico hasta mi gorro, se congelaba por completo. Nunca olvidaré el horizonte infinito y las nubes que tenían varias formas místicas. Nunca dejaron de sorprenderme. Y nunca olvidaré a las personas increíbles que hicieron este viaje a mi lado. Nunca olvidaré lo pequeña pero lo especial que me sentí. Nunca olvidaré llegar al Polo Sur. Tenía lágrimas en los ojos, lágrimas de alegría. Realmente no podía creer lo que acababa de hacer.