Nadie duda de que el diagnóstico de una enfermedad crónica es un momento complicado en la vida de cualquier paciente. Pero lo cierto es que, con el envejecimiento progresivo de la población, nos encontramos con cifras cada vez más elevadas de personas que se ven obligadas a convivir con una dolencia de este tipo. Tanto es así, que según datos de Thyssenkrupp Home Solutions, actualmente, más del 70% de los mayores de 65 años tiene alguna enfermedad crónica, en su mayor parte alteraciones osteoarticulares y cardiovasculares. Por eso, es útil tener en cuenta una serie de consejos para afrontar de la mejor forma posible un diagnóstico de una patología con la que vamos a tener que convivir de por vida. "El objetivo es llegar a la aceptación de dicho diagnóstico y acabar realizando los cambios pertinente para el cuidado, manteniendo nuestra calidad de vida", nos explica Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, quien explica que "al principio, es normal que la persona sienta rabia, incredulidad, tristeza. Son emociones que nos ayudan a procesar lo que nos está sucediendo y que bien gestionadas, acaban derivando en la aceptación".
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Ante cualquier duda: pide una segunda opinión
Esta sugerencia es, sobre todo, para que el propio paciente disipe su desconfianza, y no porque el médico haya errado en su diagnóstico. Al recurrir a la opinión de un segundo especialista, se pueden valorar diferentes opciones de tratamiento y, sobre todo, hacerse a la idea de la enfermedad.
Ser realistas ante el diagnóstico
No siempre es fácil asumir un diagnóstico adverso. Por eso, no es extraño que en los primeros momentos se produzcan momentos de incredulidad e incluso de rabia, pero una vez pasado el primer impacto emocional, hay que trabajar las emociones para dejar de lado ese bloqueo. Hay que asimilar el diagnóstico y huir de soluciones que nieguen la realidad o el abandono a la fatalidad. "Hay que entender que la vida y nuestro bienestar va a seguir estando, lo que sucede que tendremos que realizar ciertos cambios en nuestro estilo de vida. Por lo que, es importante, asumir el control sobre nuestro bienestar, independientemente de las nuevas circunstancias", matiza la psicóloga Pilar Conde.
Tomarse el tiempo necesario
Los expertos tienen claro que nos podemos encontrar con días más tristes, en los que echaremos de menos momentos en los que no nos faltaba la salud. Pero lo más adecuado es acostumbrarse paulatinamente a las nuevas rutinas y entender que una enfermedad crónica es un proceso continuado y que los esfuerzos de cada día nos ayudan a tener una mejor calidad de vida.
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No te quedes sin preguntar todas tus dudas
No te quedes con la duda nunca en cuestiones de salud. Saber más sobre la enfermedad que se padece ayuda en el proceso de normalización de la nueva situación. El médico es tu referencia, tu persona de confianza. Por eso, es a él a quien hay que consultarle las mejores opciones de tratamiento, qué se puede hacer para mantener el bienestar, cómo va a cambiar la vida, etc. Y no es una cuestión de obsesionarse con el tema, sino de favorecer nuestro propio autocuidado, prever la evolución y estar al tanto de los avances médicos. "No hay que dramatizar el diagnóstico y las consecuencias del mismo. La clave es centrarnos en la información que nos aportan los médicos, que son quienes nos deben resolver las dudas", cuenta Pilar Conde, quien no es partidaria de la búsqueda de la información en Internet ni de basar nuestra preocupación en lo que le pasó a un conocido. "Hay que centrarse en el afrontamiento de los datos objetivos que nos aporte nuestro médico", añade.
No hay excusas: tomar la medicación, imprescindible
Hay que tomar la medicación prescrita por el médico. La adherencia al tratamiento es fundamental para abordar de la mejor forma posible las enfermedades crónicas. Hay que tener en cuenta, eso sí, la dosificación prescrita por el médico y ser constante. Algo que es bastante importante, pues en los países desarrollados, solo el 48% de los pacientes crónicos se toman en serio su cuidado y la mala adherencia al tratamiento causa entre el 5 y el 10% de los ingresos hospitalarios.
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La actitud, fundamental
¿Cuántas veces has oído decir que la actitud positiva es vital para enfrentarse a un problema de salud? Pues no es una frase hecha. Los propios médicos coinciden en que los pacientes con mejor actitud hacia su enfermedad, que viven sus dolencias con optimismo, acuden menos veces a consulta y tienen menos ingresos hospitalarios. Pilar Conde añade que hay que intentar huir de la queja y la victimización prolongada, pues puede derivarnos a estados de ánimo bajo, por lo que pasado cierto tiempo, nuestros temas de conversación tienen que volver a nuestra vida diaria y este tema que no gobierne nuestro día a día. Hay que adaptar las actividades al nuevo momento, pero no renunciar, por ejemplo, al ocio.
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No anticiparse
Ponerse en lo peor es humano, pero hay que intentar anticiparse y ponerse la venda antes de la herida. Hay que ir día a día, partido a partido, que diría un famoso entrenador de fútbol.
Compartir los temores con nuestro entorno
No todo el mundo lo necesita, pero hay personas que necesitan compartir su situación con los demás, desahogarse, expresarse. Hablar con los amigos, con la familia o, en el caso de que sea necesario, con un profesional, puede ayudarnos a aliviar la angustia y a llevar mejor la situación. Por eso, una buena alternativa en el caso de dolencias concretas (fibromialgia, esclerosis múltiple, etcétera) es recurrir a asociaciones de personas afectadas por dichas dolencias.