"Ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. No solo el viaje, sino llegar a él, recaudando dinero, entrenándome… Pero también fue la cosa más satisfactoria que he logrado. La Antártida es como un espejo en tu cara y eso no siempre es fácil de ver. Es un lugar de profunda reflexión donde uno se desconecta para volver a conectar", nos cuenta Paulina Villalonga. Y es que este viaje ha significado un antes y un después. Había días que ha llegado a hacer ocho o nueve horas de caminata, rodeada por una inmensidad azul y blanca que le ha servido para conocerse más a sí misma y darse cuenta de muchas cosas que, en el día a día, llegan a pasar desapercibidas. "Por primera vez en mi vida solo estaba siendo. Siendo y existiendo lejos de todas las trivialidades de la vida cotidiana. Siendo y existiendo en un lugar donde mi único objetivo era sobrevivir y conectarme", asegura la hija de Adriana Abascal y Juan Villalonga sobre esta expedición en la que tuvo que enfrentarse a momentos muy complicados, como cuando se le congeló la nariz por el frío.