Cuando una pareja está herida se vuelve más susceptible, como en estado de alerta, todo puede ser utilizado en tu contra o favorecer el hundimiento de la relación. Si habéis llegado a esta situación, probablemente haya fallado vuestra manera de comunicaros. El tono, pero fundamentalmente, las palabras que escojas para dirigirte a tu pareja pueden provocar un desenlace inminente o marcar tanto vuestro vínculo que ya no sea posible sacarlo adelante.
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Piensa dos, tres, cuatro o hasta cinco veces antes de hablar. Es una técnica que deberíamos aplicar siempre y en todos los casos, pero mucho más si a tu lado está la persona que amas o has amado. Piensa todas las veces que necesario y evita los términos ofensivos, que acusan y responsabilizan al otro.
La palabras tajantes y rotundas no facilitan la comunicación
Son simples apreciaciones personales pero pueden causar mucho daño en quien las escucha. Frases del estilo de “nunca te ocupas de la casa” o “soy yo la que siempre me ocupo de los niños” ponen a la defensiva al receptor. Las percepciones personales no siempre son ciertas o exactas, tampoco son mentiras, solamente explican la manera en la que nos sentimos ante una situación.
Esas sutiles exageraciones pueden provocar, en la persona que nos escucha, un rechazo tal que la respuesta sea un corte en la conversación o una pérdida del enfoque. Nunca, jamás, siempre, son palabras que acusan y confrontan dos verdades subjetivas. Cuando las escuchamos solemos desconectar de la idea principal de la conversación para centrar en ese comentario que nos responsabiliza.
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Llevar siempre la razón y creer conocer todo sobre tu pareja
La convivencia nos hace creer, con frecuencia, que sabemos todo sobre nuestra pareja, sus gustos, sus amigos, la relación con sus padres y cómo fue su juventud, que nos haya contado muchas cosas no significa que lo sepamos todo. Si repites a menudo, “¿desde cuanto te gusta esto?” o “¿Cuántas veces te lo he dicho?” estás ubicando a tu pareja en una relación más parecida a la materno filial a una de pareja. Las personas evolucionamos, cambiamos de gusto, de parecer y de sentimientos.
Dejar fluir esos cambios y aceptarlos como parte de la condición humana es fundamental para que cualquier relación se mantenga. Cuando empleamos frases como las mencionadas, estamos dando por sentado, que no aceptamos cambios. Que para estar juntos debemos mantener todo como lo conocemos. Algo que suena lógico por el temor que nos generan los cambios, pero no es posible. La vida es un constante cambio y devenir, amurallarse en lo conocido no nos deja evolucionar.
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Cuidado con los chantajes emocionales
Las comparaciones con otras parejas o, incluso con tu propio ex, las exageraciones y los reproches atrasados lejos de clarificar el panorama de una pareja erosionada a, lo enturbian aún más. Las amenazas del estilo “¿quieres que nos separemos?” ponen a la otra persona en sitio sin salida. Si terminar la relación es la única solución a los problemas, tarde o temprano llegará. Con frases como estas no se generan alternativas de diálogo, solamente hay dos salidas posibles, hacer las cosas de la manera en la que yo quiero o separarnos.
“Si de verdad me quisieras no harías esto”, ¿no te suena a las frases que te repetía tu madre cuando eras pequeña? Busca la manera de decirle a tu pareja lo que realmente quieres y te apetece de manera simple y sin confrontar. Si no dejas espacio para el diálogo y las respuestas, se generará un vínculo basado en la lucha de poderes, donde ninguno quiere dar el brazo a torcer, pero no existe el espacio para reflexión y el cambio.
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