El estrés es un problema generalizado en la sociedad actual, una respuesta de nuestro cuerpo a situaciones en la que detecta una situación de tensión y que nos desequilibra internamente. Nuestro cerebro alerta de la situación y nos prepara para la acción, nos coloca en lo que se denomina 'posición de lucha y huida'. Es una respuesta natural y aprendida por el ser humano desde su origen, cuando el objetivo era la supervivencia.
Y es el estrés, precisamente, el principal desencadenante de una crisis de ansiedad, algo que puede que hayas experimentado o presenciado, y que debemos conocer con el fin de hacerle frente de la mejor manera posible. Se trata de una respuesta límite, que desencadena cuadros de angustia y hasta miedo, provoca la aceleración del ritmo cardiaco y de la respiración, sudoración y una sensación generalizada de flojera corporal. Llega de repente y aprender a detectarlo es clave para aplacarlo en el menor tiempo posible.
Síntomas de una crisis de ansiedad
Sube de intensidad el ritmo del corazón y la respiración se acelera, lo que provoca una sensación de ahogo y opresión en el pecho. Esto hace que muchos confundan una crisis de ansiedad con un infarto. Comienzas a sudar y puedes tener escalofríos, así como temblores. También puedes llegar a sentir que tus brazos y piernas se entumecen y hormiguean. Los mareos y náuseas son comunes y puede desencadenar en desmayo. Conociendo todos estos síntomas es más sencillo ver venir una posible crisis y actuar en consecuencia.
¿Qué debo hacer?
Una vez identificado, lo primero y más importante es mantener la calma. A continuación, recuperar un ritmo apropiado de respiración; para ello, respira por la nariz y expira el aire por la boca con un ritmo constante y procurando que cada vez sea más lento. Comprueba cómo el pulso va bajando de intensidad. En un ataque de ansiedad, uno es capaz de vivir una situación de desrealización, es decir, sentir que lo que está pasando no es real. Por ese motivo también es importante que la persona que lo está sufriendo 'aterrice' y no se desconecte, por lo que hay que intentar que hable.
Si asistes una crisis de este tipo, procura que no se magnifique la situación, evitar que la gente se agolpe alrededor, normalizarlo en la medida posible. Intenta transmitir que es algo común y que no deja de ser lo que se vive cuando alguien afronta una situación de tensión o nerviosismo, como puede ser una entrevista de trabajo. Además, hay que procurar que quien lo esté padeciendo no ponga atención a los efectos para que no se agraven; el propio ataque puede empeorar solo por el miedo que genera lo que se está experimentando.
La Sociedad Internacional de Trastornos Afectivos cuenta con un estudio en el que asegura que más del 10% de la población adulta en España ha sufrido uno de estos ataques. Una situación estresante puede ser la causa, pero en muchas ocasiones aparece sin más, sin motivo aparente, lo que hace que sea aún más desconcertante. Si te ocurre, es importante consultar con tu médico habitual para intentar detectar el detonante y así abordar el posible problema, bien desde el punto de vista psicológico o con la modificación de hábitos en el estilo de vida. Hacer deporte regularmente es una excelente 'medicina' en estos casos.