En la década de los 80 se estrenó una película de boxeo titulada “Retroceder nunca, rendirse jamás”. La frase se popularizó rápidamente, porque parecía la oración más motivadora y acertada del mundo. Sin embargo, podría no ser tan recomendable como creemos. Cuando asumimos la realidad o la situación que nos toca atravesar dejamos de luchar contra lo que no perjudica.
¿Rendirse jamás?
La RAE define al término rendición como el vencimiento y la derrota de una parte sobre otra. Se lo relaciona con un estado de sumisión por parte del que ha sido derrotado. Para que la rendición sea fructífera podríamos clasificarlas en dos categorías: la rendición como derrota, impuesta y la rendición elegida, optativa.
Cuando una situación acaba con nuestras fuerzas y se esgrime ante nosotros sin que podamos hacer nada, es una rendición impuesta. La derrota suele producir sentimientos de tristeza, rencor y merma la autoestima. Cuando una persona siente que ha sido vencida por la fuerza o por no saber 'luchar' contra ella asume la derrota como un castigo casi merecido. Lo contrario ocurre cuando elegimos la rendición como una vía para finalizar el conflicto. Aceptar los límites propios y los de la circunstancia que atravesamos no empodera y nos brinda seguridad.
La rendición elegida, lejos de mermar nuestra autoestima, la fortalece y brinda sensaciones de tranquilidad y armonía. Es una decisión sensata y honesta, lo que suele llamarse 'una retirada a tiempo'. El término 'rendirse jamás' está muy bien para una película de ficción, pero no siempre es aconsejable aplicarlo en la vida.
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Aceptar para continuar
Cuando asumimos la realidad y el bagaje con el que contamos para sobrellevarla, nos volvemos conscientes y las decisiones suelen estar más meditadas. Mantener un enfrentamiento constante produce un desgaste que, en la mayoría de los casos, ni la victoria puede reparar. Preguntarnos contra qué luchamos y por qué es el comienzo del fin. Rendirse, cuando es algo que decides tu, no siempre está ligado al dolor o la sumisión. La forma en la que te rindas es la que determina si en verdad has ganado o perdido.
En ese sentido el término `rendición´está relacionado con la aceptación. Asumir lo que sucede y luego decidir. Sí, decidir, porque si evaluas tu realidad a consciencia, puedes descubrir que estás inmersa en una lucha sin sentido. Entonces es cuando eliges rendirte, pero sin sumisión, al contrario, con liberación.
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Rendirse no es fácil, pero tiene muchos beneficios
Aceptar que un determinado problema o situación nos supera y no contamos con herramientas para sobrellevarlo no es un tarea sencilla. Requiere de mucho conocimiento personal y análisis, que con la práctica se convierte en hábito.
Cuando decimos “hasta aquí he llegado” o “no puedo más, lo dejo aquí” estás poniendo punto final a una situación que te mantiene en lucha, estresada y en un estado de alerta continúo. Al asumir que el conflicto es más fuerte o que no sabes cómo enfrentarlo estás protegiéndote de un desgaste, físico y emocional, que puede alargarse en el tiempo y acabar con tu bienestar.
Rendirse es una oportunidad para pedir ayuda, para alejarte de situaciones conflictivas y para salir fortalecida. Cuando lo haces, descubres que tienes más herramientas, pese a lo que puedas pensar, porque eres una persona que toma sus propias decisiones y elige el camino a seguir.
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