Aunque no siempre sabemos como diferenciar nuestra parte más análitica y racional de la emocional, hacerlo de la manera adecuada puede evitarnos algunos dolores de cabezas. La mente racional o analítica es aquella que se utiliza desde el pensamiento. Siempre qué evaluamos y analizamos estamos empleando este tipo de mente. Se la suele asociar con frialdad para las decisiones, pero no es más que un pensamiento crítico y estudiado.
En el inconsciente se almacenan las experiencias emocionales que nos han impactado, positiva o negativamente. Está relacionada con los sentimientos y, en ocasiones, nos cuesta comprenderla o hacerla congeniar con la mente racional. El recuerdo de las vivencias más impactantes se almacena en esta zona y nos proporciona, a manera de alerta, avisos sobre lo que debemos o no hacer.
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¿Cuándo es el momento de utilizar la mente racional?
Cualquier decisión que debas tomar a largo plazo o que afecte tu presente y futuro a largo plazo debe ser concebida a partir del pensamiento. Comprar una casa, un coche, mudarte de país o ciudad, es algo que debes meditar y analizar. Cuanto mayor sea el riesgo al que te expones por una decisión, más debes razonarlo. No basta con querer tener una casa en la playa o cerca de la casa de tus padres, es importante poner en claro los motivos que te llevan a querer hacerlo, qué ganas y qué pierdes o podrías perder si lo haces.
Las decisiones importantes poco pensadas suelen acarrear grandes problemas. Si vas a dar un paso que puede cambiar tu vida, aunque sea momentáneamente, piensa en el grado de responsabilidades que tienes y cuáles te puedes permitir dejar de lado. También es recomendable que analises a cuántas personas involucra esta decisión. No es lo mismo si lo haces en solitario que si intervienen hijos, pareja, familia o amigos.
Lo bueno de emplear esta mente para los momentos decisivos es que las consecuencias negativas serán las mínimas. Siempre existirá un margen de posibilidades de error que no se pueden barajar, pero habrás decidido sobre terreno firme, el del análisis, el estudio del panorama y la reflexión.
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El tiempo del subconsciente
Saber conectar con el subconsciente no es tarea sencilla. De hacerlo bien o mal depende del conocimiento personal que tengamos y de cómo nos implicamos y conectemos con nuestras emociones. Detectar si una emoción es real o producto del recuerdo de una experiencia ya vivida, nos ayuda a comprender nuestro estado de ánimo.
Desde la infancia aprendemos e incorporamos mensajes que asimilamos o no como propios, verdaderos y ciertos. Se trata de una programación mental que queda guardada en el subconsciente y sale a luz en determinadas ocasiones. Muchas veces estos recuerdos se evidencias en síntomas o problemas de salud, por eso la importancia del conocimiento personal.
Es útil aplicar esta mente en momentos donde lo aprehendido influye en nuestro bienestar emocional y físico. Si el miedo te paraliza, observa desde tu mente racional, que recuerdos o viejas experiencias están generando esta situación. La programación mental puede ayudar en momentos de enfermedad, ataques de pánico o de ansiedad. Frases como “voy a curarme”, “esto es algo pasajero” o “ yo puedo conseguirlo” motivan al subconsciente y lo ayudan a reprogramar los mensajes almacenados que no construyen en positivo.
Que la mente racional y la subconsciente estén en armonía y fluyan hacía una misma dirección, tu bienestar físico y emocional, es uno de los pilares de una vida próspera y en paz.
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