El cerebro y el cuerpo tienen un vínculo estrecho y especial. De la relación entre ellos depende, muchas veces, la salud y el bienestar general de una persona. Es tan importante esa relación que puede causar enfermedades, pero también curarlas.
No se trata de enfermedades imaginarias, porque sus efectos son reales, existen y son tratados, aunque pocas veces, el tratamiento aplicado es efectivo. La mente es la que produce una idea de enfermedad que no existe pero presenta síntomas y evidencias. Se cree que uno de cada tres problemas de salud, se debe al estrés, la sobrecaga mental y la falta de herramientas psicológicas para llevar adelante una situación que nos aqueja.
Las personas que sufren una enfermedad psicosomática tienen un doble padecimiento: el dolor y el juicio social. Como sociedad carecemos, en muchas ocasiones, de la capacidad de entender y comprender a quienes, a simple vista, parecieran estar siempre enfermos. Creemos que son personas propensas a la queja que, a menudo, les duele algo o tienen mucho tiempo libre para estar en el médico cada dos por tres. Los alertamos, como si fueran niños, que de tanto llamar a la enfermedad ésta vendrá.
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Los especialistas también creen que desde la medicina no se hace todo lo posible por atender adecuadamente a estos pacientes. Son personas a las que hay que dedicarles mucho tiempo, a veces años, y realizar con ellos un estudio profundo de su vida y su situación.
La mente envía señales de que algo no está bien
No hay única causa, por eso es tan complejo tratar con enfermedades psicosomáticas. De hecho, algunos médicos sostienen que pueden existir tantos motivos como personas que las padecen. En los análisis psicológicos de los casos más extremos se ha descubierto que existen casos de abusos físicos y mentales, la mayoría sufridos durante la niñez. El estrés cotidiano, los problemas en el trabajo, la familia y del día a día se reflejan a través de dolores de cabeza, cansancio y dolores musculares. Estos episodios son los más frecuentes y casi nadie está exento de haberlo sufrido.
No existe una edad en la que nuestra mente comienza a `defenderse´de esta manera, aunque suele darse entre los 20 y 30 años, en casos agudos. En los niños es común que los problemas familiares o el acoso escolar se represente como dolor de estómago.
¿Tenemos que protegernos de nuestra mente?
Tenemos que querernos y ser pacientes, siendo resilientes es más sencillo sobreponerse. Seguramente hayas escuchado muchas veces eso de que `la realidad supera a la ficción´. Es algo similar, el poder de nuestra mente es ilimitado, tanto es así, que es capaz de imaginar un problema, crearlo y desarrollarlo.
La relación entre cuerpo y mente es de interacción, si trabajan en conjunto su alianza es poderosa. Nuestra manera de pensar interviene en lo que sentimos físicamente y lo que sentimos físicamente afecta a lo que pensamos.
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Mejora el vínculo entre tu mente y tu cuerpo
Cualquier medicación que nos prescriban no hará tanto como tu intención de intervenir entre ellos. Meditar y practicar actividades que permiten centrarse en el `aquí y ahora´ ayudan a relajar la mente, espaciar los pensamientos y a ocuparte de situaciones concretas.
Evita los pensamientos negativos, es fácil decirlo y no tanto aplicarlo ¿verdad?, puedes empezar por dejarlos pasar. Las técnicas de visualización son recomendables para estos casos porque estimulan el cerebro como si la acción estuviese ocurriendo en la realidad. Rodearte de personas positivas, afectuosas y a las que les importas es beneficioso para que la conexión entre la mente y el cuerpo sea amable y no funcione en tu contra sino para tu bienestar personal.
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