El metro es uno de los mejores transportes públicos, de los menos contaminantes y más rápidos, sin embargo, mientras nos preocupamos por no aumentar la polución ambiental y no sumar gases tóxicos al planeta, nosotros nos sumergimos en un mundo repleto de partículas nocivas y tóxicas.
La contaminación en el interior de los andenes suele provenir tanto del exterior como del interior. Ingresa a través de los sistemas de ventilación y de los accesos a las estaciones. Cuanto más antiguas sean las estaciones más afectadas suelen estar. Es algo que sucede con muchas líneas de metro en las grandes capitales. Tanto influye el diseño y la época en las que fueron construidas que una misma línea tiene variaciones en el índice de contaminación según la estación. La buena noticia es que dentro de los vagones, la presencia de partículas contaminantes desciende, se estima que es gracias a la utilización de los filtros de aire acondicionado.
Las partículas más dañinas para la salud son las que se encuentran en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2.5). La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) ha señalado en su último informe que la contaminación atmosférica a la que nos exponemos es la responsable de 38.600 fallecimientos prematuros en España. Dos terceras partes de ellos relacionadas directamente por la exposición a las partículas PM2.5. Afecciones respiratorias y cardiovasculares que, son causadas o se ven agravadas, por el contacto con estas partículas contaminantes. La mayoría de las PM2.5 provienen de los vehículos, especialmente los diesel.
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¿Son las mascarillas un efecto placebo?
La red de transportes londinense publicó, en un informe reciente, que viajar una hora en el metro de Londres podría llegar a ser el equivalente a 24 horas de contaminación exterior. En lugares de Japón o China, la popularidad de las mascarillas quirúrgicas es tal que hasta se diseñan modelos exclusivos o de colores. Su uso está pensado para evitar el contacto con la polución y sus efectos nocivos en el organismo y la piel.
Los primeros en implementarlo fueron los japoneses, lo hacían aquellos días en que estaban resfriados o con síntomas que les ocasionan malestar para no contagiar a otras personas. Con el correr de los años su uso se fue extendiendo hasta convertirse en un complemento sin el que no salen a la calle.
En el mercado puedes encontrar variedad de modelos que prometen protección hasta partículas de 0,3 micras. Están confeccionadas en microfibra y también en algodón orgánico, las venden en tres tamaños diferentes y su coste suele rondar los 30 euros. Sin embargo, algunos especialistas sostienen que la porosidad de las mascarillas podrían permitir el paso de las partículas por lo que tendría mucho sentido su uso.
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¿Cuánto dura una mascarilla?
Las mascarillas no garantizan al 100 % que puedas evitar el perjuicio de la contaminación. Bien utilizadas puede ser mejor que no llevar nada pero debes tener en cuenta algunas circunstancias. Las mascarillas con filtro son más efectivas que las quirúrgicas o las que se utilizan en construcciones para evitar respirar el polvo. El último puesto, en cuanto a funcionalidad, lo ocupan las de papel.
Como mucho, una mascarilla puede durar 10 horas, a medida que se humedece, por la misma respiración, el sudor, la tos o la humedad, va perdiendo su capacidad aislante. Si estornudas o toses, lo recomendable es mantenerla puesta, aunque la mayoría de las veces, por efecto reflejo, las personas se quitan la mascarilla al hacerlo. De esta manera, puede que disminuyas el contacto con las partículas PM2.5 pero estás contagiando a los demás pasajeros de una posible gripe o resfriado. Su uso es similar a los pañuelos de papel, conviene utilizar y desechar al instante.
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