Así responde tu cuerpo ante el estrés
Hay momentos en que el estrés nos ayuda a motivarnos, activarnos y reaccionar. Hay un inicio y un fin; es puntual, es impulsivo. El problema llega cuando se convierte en crónico.
La palabra estrés es algo con lo que convivimos habitualmente en nuestro tiempo y que a nadie resulta desconocida. Quien más quien menos vive o ha vivido épocas de estrés, bien por un exceso de autoexigencia, por una sobrecarga de trabajo o por falta de tiempo para asumir diferentes compromisos o responsabilidades. El estrés es una pandemia que, además, tiene consecuencias negativas para nuestro cuerpo, pero cabe apuntar que ese 'estrés negativo' es aquel que se dilata en el tiempo, pues el estrés en sí no es ni negativo ni positivo, es una señal que alerta a nuestro organismo para que actúe.
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Se trata de una sensación de tensión física y emocional, una alerta ante una situación que implica superar un obstáculo. Como respuesta a esta tensión, se produce una excitación en el cerebro y este activa una serie de mecanismos en nuestro cuerpo. De esta manera, hay momentos en que el estrés nos ayuda a motivarnos, activarnos y reaccionar. Pero eso debe tener un inicio y un fin; es puntual, es impulsivo. El problema llega cuando se convierte en crónico.
¿Cómo reacciona el cerebro?
Puede que hoy día no estemos expuestos a situaciones de peligro pero, entendiendo que somos animales, podremos comprender los impulsos 'aprendidos' como naturales con los que nacemos por nuestra condición. Antiguamente el hombre debía superar situaciones límite, incluso en las que se jugaba la vida, y la única manera de sobrevivir era luchando o huyendo. Ante un peligro, el organismo mandaba esa señal en forma de estrés que el cerebro trasladaba al resto del cuerpo, con el fin de prepararle.
Activa el sistema parasimpático, libera una serie de hormonas y sustancias -como adrenalina, cortisol o norepineprina- que preparan al hombre para el ataque, el corazón se acelera y la respiración se entrecorta. Además, la sangre se traslada a los músculos y se dejan de lado funciones vitales que no son necesarias en ese momento, como es la digestión. Así es como el cuerpo reacciona ante el estrés y el motivo es tan sencillo como que se prepara para la acción, se coloca en lo que se conoce como 'posición lucha y huida'.
Reconocer los estímulos
El estrés era supervivencia, y en cierta medida lo es ahora, pues también se pueden dar situaciones hoy día en que necesitemos esa rápida respuesta. El verdadero problema viene si confundimos al cerebro constantemente y le mandamos señales de alerta cuando el estímulo no lo requiere. Tras el estrés se mantiene la ansiedad y esto puede conllevar problemas de insomnio, pérdida de memoria o depresión.
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Si mantenemos constantemente a nuestro cuerpo en ese estado de alerta, segregando hormonas para la acción, tensionando los músculos… llega un momento en que se cronifica y las consecuencias son muy negativas. Si el sistema parasimpático está permanentemente activo, el cuerpo constantemente en posición de lucha-huida, se pueden dar cuadros de hipertensión, se debilita el sistema inmunitario, aparecen problemas gastrointestinales, migrañas… Más grave aún, ataques al corazón, artritis reumatoide o impotencia.