Todavía debemos aprender a leer con detenimiento las etiquetas y a detectar posibles manipulaciones. Si llegas a la caja con mucho más de lo que pretendías comprar no solo es tu responsabilidad, los supermercados hacen mucho por que esto pase. Nos estimulan de diferentes maneras y aunque las técnicas de venta, de manera individualizada no son tan funcionales, en conjunto resultan avasallantes.
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Muchas etiquetas son ilegibles, cuesta encontrar dónde se ubican y en ocasiones descifrar el porcentaje de cada componente es laberíntico. Estos son algunos consejos que puedes tener en cuenta:
Descifrar el origen del producto
¿Te ha pasado de encontrar en una góndola que en el origen del producto aparezcan dos países? Evidentemente no pudo haber sido hecho en dos sitios a la vez. Uno indica el país en el que se cultivó o de procedencia y el otro el de fabricación. Lo peligroso de estas etiquetas es que las normas alimenticias cambian según cada país.
No te fies por los carteles ni las promociones, si te encuentras con esta situación conviene que, con el producto en la mano, leas detenidamente de dónde proviene. Esto ocurre con el pimentón de la Vera y los espárragos con más frecuencia de la que imaginas.
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El etiquetado de alérgenos
Desde la Asociación de personas con alergia a alimentos y al látex (AEPNAA) advierten de lo dudoso que resultan ciertos etiquetados específicos. La manera en la se redacta la descripción del producto puede no ser del todo clara o utilizar frases que prestan a la confusión de los usuarios.
Esto sucede, con frecuencia, con la advertencia del contenido de trazas. Se coloca como un “por si las dudas”. Es una manera de curarse en salud, pero también de limitar, aún más, los alimentos que las personas con alergias pueden consumir. También ocurre lo contrario, como el producto puede no contener trazas, directamente no se informa de esa probabilidad. Algo que resulta muy peligroso para las personas alérgicas.
El orden de la información
Los ingredientes de un alimento deben estar de manera decreciente ubicados en la etiqueta. Por lo tanto, aquellos ingredientes que se encuentren en mayor cantidad estarán en los primeros lugares. Si no es así, aunque el alimento se venda como tal, no representa a la verdad.
Cuanto menos procesado sea ese alimento menos contenido tendrá su etiqueta. Ten en cuenta que aquellos productos que solo están formados por un solo ingrediente no tienen la obligación de estar etiquetados. Los añadidos para prolongar la fecha de caducidad o mejorar su aspecto suelen estar etiquetados con la letra E y un número. No siempre se encuentran así y es una de las quejas más frecuentes de los consumidores. Estos agentes no tienen porque causar daños en el organismo, pero conviene evitarlos. Si consumes productos frescos, poco o nada intervenidos, no solo mejorarás tu salud, sino que también estarás cuidando el medio ambiente y perdiendo menos tiempo en el supermercado.
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Las calorías es uno de los puntos en los que más atención ponemos, sin embargo, la forma en la que se describe no siempre es clara. Se suele etiquetar el aporte de energía del producto cada 100 gr. pero la referencia que se toma de la cantidad de calorías que debe consumir un hombre o una mujer al día es general. Depende de la actividad, el peso, la edad y la condición de cada persona. Aunque, se parte de la base de que una mujer debe consumir unas 2.000 calorías al día, si estás haciendo dieta o llevas una vida sedentaria, deberías ingerir menos.
Lo saludable ante lo peligroso
Esta es una de las técnicas más utilizadas, promocionar una condición del producto hace que descuides el resto de contenido. Sucede con mantequillas, yogures o natillas. Se las ofrece como ricas en nutrientes o vitaminas y esto hace que no te fijes, en la etiqueta, la cantidad de azúcar o sal que además se le añade.
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