La vida está llena de altibajos, obstáculos y retos, que debemos aprender a afrontar de una manera saludable con el fin de que no puedan con nosotros. Problemas financieros, laborales, conflictos de pareja o con amigos… otros irreversibles como el fallecimiento de un familiar y otros que necesitan la mayor de las energías, como son aquellos que nos colocan frente al vértigo de una enfermedad. La vida no es un camino sencillo y debemos estar preparados para las piedras que encontremos, adquiriendo experiencia y herramientas para resolver los problemas.
Uno de los puntos más relevantes cuando nos encontramos en una época complicada es saber identificar, describir y reconocer la magnitud del problema en sí. Desnudarlo y mirarlo de frente por todas sus caras; saber cuál es su verdadero 'tamaño'. Nuestra mente puede tender a magnificarlo y deformarlo para hacerlo aún más feroz si cabe y nosotros debemos poner freno a los pensamientos negativos y enfrentarnos al problema con energía de superación y capacidad de aprendizaje. Estas dos cualidades son fundamentales en el concepto de resiliencia, precisamente, la capacidad de superar dificultades de manera provechosa. Pero, ¿cómo reconozco la dimensión real? Te dejamos algunos consejos:
Ponlo por escrito
Lo primero que debes hacer es desalojar el problema de tu mente para poder verlo con perspectiva. De este modo, es aconsejable que lo pongas por escrito. Para empezar, defínelo en una sola frase, en una idea. Analízalo, busca su origen, acótalo. Es importante entender dónde empieza y dónde acaba, en qué te está influyendo. Solo así podrás afrontarlo pieza a pieza, sin sobredimensionarlo. Para encontrar alternativas y maneras de resolverlo te resultará más sencillo verlo 'desde fuera'.
Compártelo
Otra manera de 'sacarlo' y dejar que recorra otras vías más allá de las que te limita tu propia cabeza es compartirlo con personas cercanas a ti. Nuevos puntos de vista siempre son un soplo de aire fresco y esperanzador en situaciones problemáticas. Además, nos ayudan a recolocar los problemas y a descubrir si le estamos dando la dimensión que tienen o los estamos engordando.
Ojo con el pensamiento catastrófico
En momentos críticos es normal que tendamos a encasillarnos en una visión pesimista. Si esto lo llevamos a futuro y adoptamos una posición catastrófica, nuevamente estaremos otorgando una dimensión que no le corresponde al problema. Es importante colocarse en el presente y no anticiparse a predecir el futuro. Seremos incapaces de arrojar soluciones positivas si nuestra mente nos dice que las consecuencias son fatales. Una interpretación catastrófica nos aleja irremediablemente de las alternativas, no veremos otros puntos de vista más positivos y transformadores. Para trabajar este tipo de tendencia, es interesante que procures ser más flexible y te des cuenta de la cantidad de habilidades que posees para encontrar salida a los problemas.
Sé responsable
Si el problema es tuyo solo tú tendrás que sobrellevarlo y superarlo. Por ese motivo es importante tener claros conceptos como aceptación y responsabilidad. Hazte cargo de las causas y las consecuencias, implícate en la fase de resolución, explora visiones alternativas y ve a por todas para dejarlo atrás de manera resiliente, es decir, sacando un aprendizaje de proceso vivido.