Comprender y ofrecer todo nuestro apoyo a una persona que atraviese por una situación complicada es una de las mayores muestras de afecto posibles. La capacidad de percibir y compartir el estado anímico de los demás es lo que se conoce como empatía, un aspecto esencial a la hora de relacionarnos con los demás. Su propósito no es ayudar en sí mismo, sino solidarizarnos con el individuo afectado intentando ponernos en su lugar para poder llegar a entender por lo que está atravesando. Escuchar y entender mejor los problemas ajenos nos hace mejores personas y, además, mejora nuestras relaciones sociales y personales. Pero no siempre resulta una tarea sencilla.
Llegar a conectar con los sentimientos de los demás puede resultar un verdadero 'laberinto emocional' en el que se debe contar con una capacidad y habilidad suficientes para poder alejarse del punto de vista propio y acercarse al del otro. El psicólogo Carlos Antonio Rodríguez Méndez, responsable del área de Psicología y Mindfulness del centro Slow Life House, nos descubre las claves para convertir la empatía en una virtud.
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Escucha de manera activa
La empatía no significa necesariamente pensar igual. En ocasiones, no compartimos los mismos argumentos que las otras personas, por lo que saber escuchar es vital para entender bien aquello que nos dice. Se trata de prestar atención a sus palabras, pero también al lenguaje no verbal de sus gestos y actitudes, no interrumpir. Hay que ceder todo el protagonismo a quien está hablando y favorecer cierto feedback como asentir, mirar a los ojos y mostrarse tranquilo para crear un ambiente de confianza. Hay ocasiones en las que el simple hecho de escuchar de forma activa permite al otro poner distancia con sus problemas y comenzar a gestionarlos.
No juzgues
Aunque no compartamos aquello que nos cuentan, debemos intentar emitir juicios personales. Lo importante no es tu punto de vista, por lo que utilizar expresiones como "entiendo tu frustración" o "comprendo que actuases de esa manera" evitan juzgar a quien tenemos delante y, además, son una buena base para mostrar sensibilidad. De la misma manera, no se deben ofrecer soluciones a no ser que alguien las pida o las necesite de manera manifiesta
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Aprende a decir que no
El experto asegura que empatizar con alguien no debe suponer que accedamos a todo lo que nos proponga, y eso hay que dejarlo claro desde un inicio para no actuar por compasión. La empatía es un ejercicio de respeto, atención y presencia que no obliga a nadie a dejarlo todo de lado por tenderle la mano a otra persona. Igual que es importante escuchar, cuando lo necesites, deja de hacerlo. Dedícate un tiempo de soledad e introspección y establece que todo el mundo respete esa burbuja. Desconectar de lo de fuera es una manera de conectar con lo de dentro, sin necesidad de buscar ayuda en nadie más.
Busca el equilibrio
Demasiada empatía tampoco es buena. Escuchar constantemente los problemas de los demás provoca un profundo agotamiento físico y emocional que puede llevar a asumir los problemas de los demás como propios. Tu propio bienestar se alimenta de una empatía en equilibrio en la que se hayan establecido límites a las relaciones interpersonales y prioridad a los sentimientos propios frente a los de los demás. Ayuda siempre que esté a tu alcance sin que eso suponga sacrificar tus propias necesidades y restar valor a tu tiempo. Cultiva y cuida las relaciones que enriquezcan tu día a día, no aquellas que lo consuman.