Socialmente está muy extendido el concepto de que una persona que nunca dice no, es muy buena. La realidad es que no tiene que ver con la capacidad de bondad sino con la valoración personal y con la necesidad de agradar a los demás.
Si con frecuencia te ocurre esto, existen pautas concretas para que puedas modificarlo. Son tán fáciles que puedes decir el primer no del día, apenas termines de leer este reportaje.
No tienes un problema
No saber decir que no a los demás no significa que tengas un problema psicológico. Esa clase de respuestas es un hábito adquirido, por lo tanto, si quieres puedes revertirlo. Si lo ves como un problema sentirás, además de culpabilidad, frustración personal.
En muchos casos, decir no, es poner límites a los demás. Por lo tanto, es algo que ni siquiera debería haberte sido propuesto. Muchas personas abusan de nuestro cariño y confianza para pedir favores de manera desmedida. Poner límites no es una tarea fácil pero es necesaria. Valora tu tiempo y tus ganas y si no quieres hacerlo, solamente dile que no puedes. Cambia de hábito, es igual de sencillo decir sí que decir no.
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Descubre por qué lo haces
Depende el grado de conflicto que te genere puedes consultar con un profesional o intentar resolverlo por tu cuenta. Gema López, coach experta en gestión empresarial, explica que identificar por qué lo haces es el comienzo de todo.
Tal vez, lo hayas aprendido de pequeña, para complacer a los demás o para colaborar con tu madre. Otras veces es el ejemplo que has adquirido de los mayores y no has pensado que, en muchas ocasiones, te hace daño o no es algo que deseas en tu vida.
La falta de autoestima ayuda a que no pongas esos límites y no respetes lo que de verdad tienes ganas de hacer. Decir no, no te convierte en mala amiga, mala madre, mala hija o mala profesional. Todo lo contrario. El grado en el que valores tu tiempo y tus compromisos hará que los demás lo hagan de la misma forma.
Cuando descubras cuándo comenzaste a hacerlo y que te lleva a decir que sí sin intención tendrás más de la mitad de este hábito modificado.
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¿Qué sientes cuando dices a todo que sí?
Piensa y recuerda cómo te sientes cada vez que dices que sí queriendo decir no. ¿Frustrada, desilusionada? Sin embargo, cuando dices que no, te sientes culpable. Estos pensamientos están jugado en tu contra.
Confróntalos abiertamente. Tómate un tiempo para pensar y decidir si en el momento sientes el impulso de la respuesta rápida o de verdad no sabes qué hacer. Las respuestas meditadas son más valoradas.
Intenta no hacer juicios sobre ti misma y aprende a clasificar lo inevitable, lo necesario, y lo que deseas hacer. Habrá momentos en los que no puedas decir no, pero si sabes como gestionar las situaciones en que sí lo puedes hacer, no te hará sentir mal.
Detecta las situaciones de conflicto y ponte tus propias alertas
Si ya sabes quiénes abusan de tu confianza y de tu buena predisposición mantente alerta ante ellos. Piensa con antelación en situaciones que puedan darse y en cómo podrías desentenderte de una manera amistosa y cordial.
Si son personas muy cercanas o queridas puedes explicarle tus motivos. Sé objetiva y asertiva, cuando planteas tus sentimientos estás mucho más cerca de la comprensión y el entendimiento. Incluso, tal vez, evites que este tipo de situaciones se repita de manera habitual.
Gema López propone comenzar diciendo, al menos, un no al día. Hasta que te acostumbres a ello y sientas que puedes decir no en situaciones más delicadas. Es una forma de quererte y valorar tu tiempo y a qué y quiénes lo dedicas. Reduce el sentimiento de culpabilidad a cero y di, ahora mismo si quieres, no.
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