Las ciudades, sobre todo las más grandes, tienen un encanto caótico que nos atrapa. La oferta de ocio y cultural es amplia (en algunas más que en otras) y para mantener el ritmo de vida que nos ofrecen aprendemos a vivir con prisa. Los desplazamientos, los horarios de trabajo, los compromisos sociales, las agendas de nuestros hijos, etc., nos obligan a no abandonar la sensación de que debemos actuar todo el rato con eficacia y rapidez sin queremos llegar a todo. Y eso, inevitablemente, causa estrés.
Parece que esto no es novedoso y que nos hemos acostumbrado ya a que el estrés forme parte de nuestras vidas. Pero el estrés es un estado que nos perjudica, que sitúa a nuestro cuerpo en una situación de alerta que le supone un desgaste y que si se repite de manera prolongada tarde o temprano acabará pasándonos factura.
No es necesario que te vayas a vivir al campo para tener una vida mejor. Puedes seguir siendo una auténtica urbanita, pero mejorar algunos aspectos de tu existencia que te harán vivir de manera más tranquila y disfrutar de las cosas que te rodean tal y como quieres.
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Convierte la ciudad en lugar de exploración
Las grandes ciudades tienen algo hermoso y es que nunca se llega a descubrirlas del todo. Por eso, a pesar de tener seguramente unos trayectos diarios muy marcados que te conoces de memoria, prueba a sentirlos siempre que puedas como si fueran nuevos. Seguro que cambian los olores de las calles, o que nunca te habías fijado en ellos; que cada día son distintas las personas con las que te cruzas; o que de repente abre un nuevo comercio ante tus ojos. Adopta la mirada del turista y déjate sorprender por las calles que recorres, alimenta la curiosidad ante lo que tienes delante, y concédete el placer de que la ciudad se descubra ante ti mostrándote una cara diferente.
Prueba formas diferentes de moverte
No siempre podemos elegir los horarios en los que nos desplazamos, pero siempre que puedas evita las famosas horas punta, en las que se producen más aglomeraciones de gente y tráfico, y el estrés puede palparse en el ambiente. Siempre que puedas deja el coche: cualquier pequeño atasco o el hecho de buscar un sitio para aparcar no te ayudan a vivir más relajada y, además, estarás favoreciendo la contaminación ambiental. Prueba a caminar, ir en bici o utilizar el transporte público. En este último, por ejemplo, además de librarte de la obligación de conducir podrás invertir el tiempo del desplazamiento en ti para leer, escuchar música, o sencillamente no hacer nada.
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Concédete una pausa
Siempre que puedas, intenta ser consciente de cuando te estás dejando arrastrar por el estrés y la prisa y concédete un momento de pausa que te permita reconectar contigo. Si estás en el trabajo, busca momentos para estirar las piernas y desconectar la mente de todas las ocupaciones. Aunque solo sea durante unos minutos, este espacio de tiempo te servirá para reconectar contigo misma y liberarte del estrés que pudieras haber acumulado hasta ese momento del día.
Haz deporte
El ejercicio físico es necesario para cuidar de nuestra salud en general. Busca un mínimo de 30 minutos al día para caminar o hacer algún tipo de deporte que, además de mantenerte en forma, te ayude a relajarte y a liberar el estrés, como el yoga, la natación o el pilates. Busca aquello que te suponga menos esfuerzo para no complicarte más el día, pero no descuides este aspecto de tus hábitos diarios, porque te hará sentir mejor, más relajada y te ayudará a conseguir un mejor descanso.
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