El yoga es una disciplina milenaria que, en esencia, no se reduce únicamente a la práctica de determinadas posturas o asanas, en consonancia con técnicas específicas de respiración o pranayamas, encaminadas a alcanzar un equilibrio físico y mental. El yoga, en su esencia, es una forma de vida que transforma nuestra forma de estar en el mundo, y por eso no se reduce solo a unas determinadas acciones, sino que se extiende a otros ámbitos de la vida, como es el caso de la alimentación.
El yoga, cuando forma parte de ti, logra que dejes de llevarte por la inercia del día a día y que empieces a ser consciente de ti misma, que conectes con tu cuerpo y con lo que necesita de una manera natural, lo que te lleva a tomar las riendas de tus acciones y hábitos diarios desde otra perspectiva.
Es cierto que podemos, y debemos, atender la información fiable que nos llega de manera externa acerca de cómo debe ser nuestra alimentación. Pero una vez que sabemos qué es lo que nos conviene y qué no, el estado de conexión con nuestro interior que nos proporciona el yoga nos permite escuchar a nuestro propio cuerpo, que es capaz de decirnos qué necesitamos en cada momento para nutrirnos adecuadamente.
Por otro lado, de una manera aún más básica, cuando comenzamos a realizar una actividad física que nos ayuda a sentirnos bien, es más fácil que la motivación por el cambio que notamos en nosotros nos lleve a una mejora de hábitos, como es seguir una alimentación saludable o dormir las horas que nuestro cuerpo necesita.
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En qué consiste la dieta yóguica
Puesto que el yoga nos hace ser más conscientes de nosotros mismos y del lugar que ocupamos en el mundo, la alimentación también se vuelve más consciente para favorecer la conexión tanto con el interior como con el exterior. Por eso una dieta yóguica busca, preferentemente, evitar los productos manipulados genéticamente, optar por aquellos que son ecológicos o de cultivo orgánico. También busca las proteínas limpias, que son las que se encuentran en alimentos con mucha cantidad proteica y pocas grasas y carbohidratos.
En general se basa en comida de origen vegetal en su mayoría, que procede de cultivos locales y orgánicos, y que no está procesada. A partir de aquí, se presta atención a las diferentes gamas cromáticas de los alimentos, ya que los colores van asociados a determinados tipos de nutrientes, y cuanto más variada sea nuestra dieta en este sentido cromático, más rica en beneficios será para nosotros. Según el ayurveda, buscar el arcoiris en los colores de la comida mejora nuestros niveles de energía, favorece la sensación de saciedad y nos conduce a una alimentación variada y equilibrada.
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Mantenerse bien hidratado con agua e infusiones, además de con frutas y verduras, es fundamental también para mantener un correcto funcionamiento del organismo y propiciar la eliminación de posibles toxinas.
Este tipo de dieta no implica necesariamente el veganismo, aunque es cierto que el camino hacia una alimentación consciente y respetuosa con el entorno nos conduce a que todos aquellos productos de origen animal que consumamos procedan de un entorno que respete las condiciones de vida de los animales.
Por último, el propio acto de comer también ha de ser consciente, disfrutando de cada bocado y conectando con aquellos alimentos que introducimos en nuestro cuerpo, con su procedencia y con todo lo bueno que nos aportan.
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