El jamón ibérico entra en esa exquisita categoría de alimentos que le gustan -y mucho- a todo el mundo. Cada bocado provoca un auténtico placer en nuestro paladar, ya lo tomemos solo o acompañado de pan y aceite, con un poquito de tomate, en bocadillo, revuelto con huevos en la sartén… sea como sea, el jamón ibérico hace del cerdo un animal digno de estar en un pedestal. Además, se trata de un producto propio de nuestra península que tenemos a nuestro alcance en cualquier tienda de alimentación y supermercado.
Pero no solo se trata de un alimento apetecible, del que podemos disfrutar a lo largo del día desde el desayuno hasta la cena, sino que además es saludable, algo que en ocasiones parece estar reñido con aquello que nos gusta comer. Es cierto que también tiene detractores que lo tachan de un alimento graso, con exceso de sal, que puede hacernos engordar y elevar tanto nuestra tensión arterial como los niveles de colesterol en sangre, pero esto no es del todo cierto. En cambio, los expertos en nutrición sí apuntan una serie de bondades del jamón ibérico que no deberíamos pasar por alto para tomarlo con más alegría aún, si es que cabe.
El jamón ibérico es que se obtiene del cerdo ibérico, a diferencia del jamón serrano, que se obtiene del cerdo blanco. La principal diferencia entre ambos es que los cerdos ibéricos hacen algo que es propio solo de ellos, y es que infiltran la grasa en el músculo. Esto es lo que hace que su carne sea tan sabrosa, mucho más que la del cerdo blanco.
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Las numerosas virtudes del jamón ibérico
Se trata de un jamón rico en proteínas, vitaminas y minerales. Contiene proteínas en un nivel alto, en concreto en péptidos y aminoácidos que son fáciles de asimilar por el organismo y resultan más saludables que la carne roja.
También contiene vitaminas del grupo B, incluido el ácido fólico, que ayudan a que el sistema nervioso central se mantenga estable y a la producción de glóbulos rojos; y también vitaminas C y E, ambas antioxidantes y, por lo tanto, previenen el envejecimiento celular. En cuanto a los minerales, el jamón ibérico aporta a nuestro organismo calcio, cobre, hierro, magnesio, zinc, fósforo y selenio. Este último, en concreto, ayuda a reforzar el sistema humanitario.
Además, según algunos estudios, una pequeña porción diaria de jamón serrano mejora los niveles de colesterol, disminuye la glucosa y mantiene a raya la presión arterial.
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¿Y qué pasa con la grasa y con la sal?
Existe la creencia extendida de que el jamón ibérico engorda por su contenido en grasa, pero es precisamente una grasa monoinsaturada. De ahí que aumente las tasas de colesterol bueno y disminuya las de colesterol malo. En cuanto a lo que engorda, apenas aporta 250 kilocalorías por cada 100 gramos, por lo que no hay razones para prescindir de él, incluso si estamos siguiendo una dieta con el objetivo de perder peso.
En cuanto a la sal, es cierto que la contiene, pero no en mayor cantidad que otros muchos alimentos. Además, los procesos de curación actuales han logrado controlar la cantidad de sal, y sorprende que sea un alimento que, de hecho, baja la presión arteria y reduce los problemas de coagulación sanguínea. Eso sí, la recomendación es no exceder los 100 gramos diarios.
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