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La enfermedad de Crohn es una enfermedad intestinal crónica (EIIC), al igual que la colitis ulcerosa, que pude afectar a cualquier parte del tracto digestivo y que la sufren personas de cualquier edad, aunque la franja de edad en la que más suele aparecer es entre los 14 y los 40 años.
La enfermedad de Crohn, a pesar de ser crónica, puede aparecer y remitir a lo largo de la vida de quien la padece en diferentes ocasiones sin que sea posible predecir cuándo va a reaparecer. En ocasiones, los periodos de remisión pueden durar años y cuando vuelve a recurrir puede afectar a una zona diferente del tracto intestinal, con síntomas que varían de una vez a otra.
Al tratarse de una enfermedad crónica no existe cura, aunque sí diferentes tratamientos, que incluyen la cirugía, para intentar que los períodos de remisión sean lo más prolongados posibles. Pero es inevitable afrontar que se trata de una enfermedad con la que hay que convivir, intentado sobrellevarla de la mejor manera posible para que no se convierta en el centro de la vida de quien la padece.
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Asumir la incertidumbre
Cuando nos diagnostican la enfermedad de Crohn lo primero a lo que nos enfrentamos es a una serie de preguntas para las que no vamos a encotrar respuestas. Para empezar no se sabe con exactitud qué causa la enfermedad y tampoco, una vez diagnosticada, de qué manera nos va a afectar, porque cada caso es diferente tanto en sintimatología como en tratamiento. Se sospecha que los principales factores que la causan son el medio ambiente, la genética y una reacción inapropiada del sistema inmune, pero nunca nada relacionado con la forma en la que nos alimentamos o nuestro estilo de vida.
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Si te han diagnosticado esta enfermedad has de saber que nada de lo que hayas hecho anteriormente ha favorecido su aparición. La única certeza que podemos tener y que hemos de asumir cuanto antes es que se trata de una enfermedad crónica, lo que implica que nos va a acompañar durante toda nuestra vida de una manera u otra.
Pero sí es muy importante saber que las expectativas de vida son las mismas para aquellas personas que padecen la enfermedad que para las que no. Y que, a pesar de las complicaciones que pueda suponer, podemos llevar una vida feliz, completa y productiva.
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Es posible superar el estrés y vivr con normalidad
Es innegable que se trata de una enfermedad que afecta a casi todos los afectos de la vida, lo que provoca estrés emocional en quienes la padecen. De hecho, las efermedades crónicas se asocian a un aumento de posibilidades de sufrir una depresión. Por eso es importante tener una buena red de apoyo por parte de la familia, personas de confianza y equipo médico y, si fuera necesario, realizar algún tipo de terapia que nos ayude a integrar la enfermedad y aprender a convivir lo mejor posible con ella.
La normalización es un factor de suma importancia para no magnificar lo que nos sucede y no caer en el aislamiento y la soledad. Compartir la enfermedad con los que te rodean es la mejor forma de evitar que se convierta en un pensamiento dominante y de recibir ayuda y apoyo de los demás.
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Hay estrategias para minimizar las consecuencias de la enfermedad y poco a poco irás descubriendo las tuyas. Sigue a rajatabla las indicaciones de tu médico y elabora planes que hagan tu vida más cómoda: procura tener siempre controlados los baños de los sitios donde vayas y ten siempre contigo toallitas húmedas o papel higiénico; si viajas lleva contigo ropa de recambio y si el viaje es largo consulta con tu médico la posibilidad de llevar una dosis extra de medicación por si surge algún incoveniente que te impida tratarte como debes.
Todo esto debes procurar entenderlo como aquello que te ayudará a disfrutar de la vida tal y como quieres, así que inyéctale optimismo a cada nueva estrategi aque desarrolles y no dejes de hacer aquellas cosas que siempre soñaste con llevar a cabo.
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