Entrenar de forma regular implica un esfuerzo del que queremos sacar todo el provecho posible, y para lograrlo prestamos atención a determinados aspectos que son fundamentales. A la cabeza están la correcta ejecución de los ejercicios, seguir una buena alimentación, calentar activamentes antes de entrenar y estirar al finalizar, y respetar los tiempos de descanso. Hasta aquí todos de acuerdo, porque estamos hablando de acciones objetivas cuyo cumplimiento podemos valorar con bastante claridad.
Pero existen otros aspectos, más subjetivos, que también van a influir de manera determinante en cómo abordamos cada entrenamiento y en lo que obtenemos de él. Estamos hablando de la actitud que tomamos ante nuestra propia actividad física y que se fundamente en dos aspectos clave: motivación y disciplina. Pudiera parecer que no existe la una sin la otra y que en realidad no son tan diferentes, pero lo cierto es que no es así y que necesitamos a las dos para conseguir aquello que nos hemos propuesto.
Cuando hablamos de motivación, nos estamos refiriendo al impulso emocional que hace que las ganas por hacer algo, en este caso deporte, sean las necesarias para que seamos capaces de llevarlo a cabo. En cambio la disciplina está del lado de la razón, porque son los motivos que nos empujan a hacer aquello que nos hemos marcado hacer, nos guste o no. En principio la disciplina parece ser una garantía de que vamos a cumplir con lo que nos hemos marcado, pero lo cierto es que también necesitamos de la motivación, y la combinación de ambas es perfecta para lograr todo aquello que nos propongamos, más allá incluso de hacer deporte.
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Qué conseguimos gracias a la disciplina
La disciplina es absolutamente imprescindible para realizar cualquier tarea con éxito, porque no deja que nos influya ningún aspecto emocional, como la motivación. Si sabemos que tenemos que hacer algo, y tenemos claros los motivos, lo haremos porque sabremos que es, de algún modo, una obligación que no debemos esquivar. Cuando estamos convencidos de lo importante que es para nuestra salud hacer deporte, y hacerlo de la manera correcta para no lesionarlos y que el tiempo invertido merezca la pena, es poco probable que evitemos entrenar los días y los tiempos que nos hemos marcado.
Si además tenemos la oportunidad de comprobar que nuestro esfuerzo da sus frutos y podemos apreciar resultados visibles será más fácil mantener la disciplina. Y, también como consecuencia, es posible que aparezca la motivación, si es que no la teníamos antes.
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Las ventajas de la motivación
La motivación nace en nuestro interior, y cuando esto ocurre lo que sentimos es una gran fuerza para sacar algo adelante a pesar de los obstáculos, que a la hora de hacer deporte podrían ser la falta de tiempo o la pereza ante el esfuerzo que debemos realizar. Cuando nos sentimos motivados, notamos una especie de energía que se genera dentro de nosotros y que es capaz de hacer que se nos olvide el cansancio de toda la jornada laboral o las preocupaciones que nos impiden hacer cosas que no son obligatorias. Pero es que la motivación existe para garantizar nuestro bienestar y hacer que nos sea más fácil adaptarnos a las circunstancias. Por eso, si estás motivada a la hora de hacer deporte podras superar cualquier obstáculo o impedimento que se te presente. Es verdad que esxiten diferentes grados de motivación dependiendo de cuál sea la tarea, pero siempre obtendremos un nivel de recompensa alto.
Tanto la motivación como la disciplina se encaminan a un mismo fin, por lo que no deberíamos conformarnos con una de las dos, y así poder pasar de la disciplina a la motivación, o hacer que sea esta la que nos impulse a cumplir con una disciplina. Lo mejor, por tanto, es optar por las dos al tiempo, y no dejar que decaigan para que nuestros entrenamientos nos lleven a cumplir con aquello que nos habíamos marcado.
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