Hablamos de carga mental, un término cada vez más en auge, para referirnos a la labor que supone organizar, planificar y decidir todas las tareas que conlleva el cuidado del hogar. Un esfuerzo que hasta hace bien poco no se tomaba en consideración, a pesar de ser el causante, en muchas ocasiones, del aumento de los niveles de estrés y ansiedad, además de propiciar conflictos en la pareja.
De todas formas, que el término “carga mental” empiece a ser cada vez más reconocido no quiere decir que esté totalmente asimilado por la sociedad, ni mucho menos, ya que más de la mitad de la población no saben qué significa, incluyendo a las mujeres, que son las que más la sufren.
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Por qué la sufren sobre todo las mujeres
Hemos avanzado mucho a la hora de conseguir oportunidades y logros laborales, algo que resulta visible y con lo que la sociedad parece darse una palmadita, ya que se puede hablar con datos objetivos de cuándo podemos hablar de igualdad laboral y cuando no.
Cuando entramos en la intimidad del hogar la cosa se complica más, porque como sociedad aún estamos trabajando para conseguir el reparto de tareas y desterrar la idea de que lo positivo y lo esperable del hombre en casa es que “ayude”. Aún así, se puede valorar también con cierta objetividad quién ha recogido el lavavajillas y quién ha ido a hacer la compra.
Pero entonces aparece la idea de carga mental, que es completamente invisible e imposible de medir y que, en una mayoría aplastante, recae sobre las mujeres. Y esta carga mental es la que, además de perjudicar al bienestar de quien la sufre y hacer que se resientan las relaciones de pareja, tira por tierra toda la aparente objetividad de los logros alcanzados en el ámbito laboral y doméstico. Y esto es así porque una mujer que, además de cumplir con todas su obligaciones visibles, invierte gran parte de su día en tener bajo control todas las necesidades familiares, es una mujer que realiza un esfuerzo doble y que, por supuesto, se cansa el doble.
Además, la cosa se complica enormemente cuando llegan los hijos, porque la carga mental se dispara y multiplica, y resulta más difícil aún renunciar a ella por la infinita responsabilidad que implica la maternidad. Al final, vivir con una lista infinita de cosas por hacer en la cabeza se convierte en lo habitual, pero también pasa factura.
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Las consecuencias de la carga mental
Nos han vendido que podemos con todo, y en parte nos lo hemos creído. Pero lo cierto es que ni podemos ni falta que hace. Ser impecables al 100% en el trabajo, la casa, con la pareja y las relaciones sociales, y además cuidar de nuestra salud, imagen y aspecto físico es una utopía que cuanto antes desterremos mejor. Piensa en la última vez que te sentaste en el sofá y no estabas dejando nada por hacer y en tu cabeza no ibas repasando la lista de tareas pendientes. Si crees que ha pasado demasiado tiempo sin que tu cabeza descanse como merece, estás entre el 71% de mujeres que admiten tener carga mental en nuestro país.
Y esta carga no es solo causa de cansancio. También provoca estrés y ansiedad al sumar tantas responsabilidades en nuestra cabeza. Y a esto se le añade el sentimiento de insatisfacción y conflicto que causa problemas en la pareja, porque es una situación que cuesta explicar con claridad y resolver de manera conjunta, aunque se pueda y se deba hacer.
Por otro lado, estar a mil cosas a la vez no te hace más productiva, sino todo lo contrario, lo que añade al cansancio la sensación de frustración. La realidad es que como parece imposible llegar a todo, es fácil que en ocasiones pierdas la confianza en ti misma al sentir que tus esfuerzos son inútiles.
Si eres capaz de detectar la situación y de planteársela a tu pareja para repartir también, además de las tareas, esta carga mental, empezarás a notar cómo disminuye sobre ti la presión y el peso con el que has cargado sola de manera innecesaria. Convéncete de que no es algo que tengas que hacer sola de manera obligatoria y empieza a aligerar tu cabeza de ocupaciones que se pueden compartir.
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